sábado, 9 de abril de 2011

Indígenas Urbanos: El Mercado de Artesanías de la Ciudad de México.



Aprovechando mi ida al DF a la presentación del Nuevo Proyecto de Nación de Andrés Manuel López Obrador, fuí al mercado de artesanías de la Ciudad de México, con el objetivo de comprarle recuerdos a mi familia. El único objetivo que perseguía era quedar bien, ya que siendo sinceros, las artesanías no son particularmente de mi agrado, aunque eso no signifique que me causen malestar. Digamos que simplemente no están dentro de mis gustos.

Con este pensamiento fuí al mercado, disfrutando la caminata desde mi hotel ubicado en el Centro Histórico. Iba acompañado de otros compañeros, por lo que la plática atenuó la distancia. Al llegar al lugar, no ví cosas que no me esperara: rebozos, juguetes, bolsas, joyería y cristalería era lo que abundaba en el conjunto de locales. A pesar de la cantidad de productos a ofrecer, ninguno podía alcanzar la combinación de calidad y bajo precio que buscaba. Al ser el mercado un atractivo eminentemente para turistas, los precios de los productos estaban considerablemente elevados. Continué recorriendo el mercado, hasta que llegué hacia la parte posterior del mismo. Ahí, después de atravesar los pasillos que dividen los puestos, hay un estacionamiento pequeño. Al pasar el estacionamiento, las construcciones edificadas no eran las de un mercado de artesanías, si no las de un pueblo rural. Unas 5 casitas coloridas, gallinas, fogones encendidos al aire libre, niños sin pañales y señoras indígenas mayores de edad hablando en su lengua, dibujaban un escenario bastante diferente al que me imaginaba. Exceptuando el cuarto de fundición donde se elaboraba la cristalería, que estaba anexo al cuarto de herrería y orfebrería, me percaté que muchos de los indígenas que hacían las artesanías o atendían a los clientes en los locales, vivían en el terreno del mercado y de manera impactante, recreaban su lugar de origen. Regresé con los compañeros, quienes disfrutaban el sabor de unas cervezas en una fonda ubicada en el centro del mercado y compré una bolsita bordada a mano para mi hermana menor, dando por finalizada la visita al mercado de artesanías.

La enseñanza que me dejó esta anécdota, es que es mentira que los indígenas no puedan convivir con los originarios de las ciudades. Lo que ví fue que los indígenas buscarán recrear el ambiente en el que crecieron, donde se sienten más cómodos, pero realizarán actividades que les permitan vivir en la ciudad. Comunidades de este tipo son las que tienen que promover los gobiernos de los territorios urbanos para evitar el hacinamiento de la migración indígena-rural en las ciudades, logrando preservar la identidad cultural de los migrantes y mantener ordenado el crecimiento demográfico.

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