Aterrizamos a las 9:30am, 6:30am horarios de Tijuana. El vuelo de Aeroméxico fue rentado por Havanatur. Según ellos dieron cena, pero solo era un miniplatito de juguete, prácticamente una caja de petri que tenía espinacas, y un pedazo de pan con láminas de queso y jamón. Y eso que iba en clase premier.
Cuando el avión se colocó debajo de la altura de las nubes, ya volábamos sobre la isla. Aunque todo el territorio abundaba en vegetación, exceptuando las zonas habitadas, había pocas tierras ambientadas para cultivar. Dice Raúl Castro que ese el motivo por el que se importan el 80% de los alimentos, por que los cubanos no quieren ser campesinos.
Al salir del avión, se puede apreciar que el famoso Aeropuerto Internacional "José Martí" es más pequeño que el Aeropuerto de Tijuana, aunque luego me enteré que estábamos en la terminal #1 de 5. Eso si, el rojo es el color predominante. Después de atravesar el area de abordar, llegamos a las ventanillas de migración. Al menos una treintena de cubículos, uno seguido por otro, alineados de forma horizontal, tan solo separados por un pasillo donde se colocaban los visitantes para contestar las preguntas del personal. Cuando tocó mi turno, me pidieron el pasaporte, la visa y que mirara a la webcam para tomarme una foto. Familiares, amigos y conocidos que han ido a Cuba me decían que se hacía un largo interrogatorio, pero yo ni 5 minutos estuve ahí. Posteriormente, pasé por el punto de revisión de pasajeros y de ahí a recoger el equipaje. Finalmente, alcancé la sala de espera de entrada al aeropuerto. Una cantidad importante de personas, al menos un centenar, se agolpaban a recibir a sus familiares. Inmediatamente divisamos las cajas de cambio, las famosas "CADECA´s", de propiedad estatal. Ahí pedí que me canjearan los 300 pesos mexicanos que unos compañeros me habían dado para que les comprara libros por pesos cubanos, pero la despachadora contestó "la moneda que usted usará son pesos convertibles". Me lo dijo de una manera tan contundente, que no hice más preguntas y le pedí que me canjearan mis dólares.
En Cuba hay 2 monedas: el peso cubano, con el que reciben su sueldo de trabajo los cubanos, y los pesos convertibles, moneda que se le da a los turistas por su moneda nacional que también pueden usar los cubanos. Un dólar estadounidense equivale a 0.92 pesos convertibles, es decir, es más caro un "CUC" (Cuban Convertible, por sus siglas en inglés) que un dólar. Además, las "CADECAS" cobran un 10% de impuesto al monto que se cambie en dólares. Cambiar la moneda estadounidense es un campo de batalla más en el cincuentenario enfrentamiento entre el gobierno de los EEUU y el gobierno emanado de la Revolución.
Terminando de cambiar el dinero, llegamos al omnibus (camión) que nos trasladaría al hotel. Antes de subir, la señora que estaba atendiendo a los turistas, una tal Mercedes, nos intentó timar a mi hermana y a mi, pidiéndonos 30 CUC´s a cada uno, según ella para apartar nuestro vuelo de regreso en clase premier. Como eso ya estaba reservado con antelación, simplemente le dijimos que no. Subimos al omnibus y nos enfilamos a la Ciudad de La Habana.
Debido a que el aeropuerto está en el campo, alejado de la ciudad, tardamos unos 25 minutos en llegar al hotel. Eran las 10:30am cuando el camión arrancó. En el camino, me percaté de 2 cosas: la mayoría de los edificios están muy deteriorados, desgastados por el paso del tiempo sin recibir mantenimiento, mientras que las carreteras están en muy bien cuidadas. Jardineras, camellones, y una exhuberante flora adornaba nuestro andar. Fue hasta que se puso el omnibus en movimiento, que me "cayó el veinte" de que estaba en Cuba: aparecieron edificios que tenían pintado en sus paredes "Patria o Muerte", "Venceremos", "Juntos a la victoria", "Viva Fidel", "Libertad a los 5 presos de Miami" y demás consignas. Murales, pintas, anuncios espectaculares o simples cartulinas, reproducían esas frases por todo el trayecto. Además, de las ventanas de los edificios colgaban banderas cubanas y estandartes conmemorativos del 26 de Julio, fecha en la que sucedió el asalto al Cuártel de Moncada dando inicio a la Revolución Cubana y nombre del movimiento que derrocó a Fulgencio Batista en 1959.
Tras dejar al resto de los pasajeros en su respectivo hotel, llegamos al nuestro, el "Hotel Riviera", el hotel donde se hospedaba Salvador Allende cuando visitaba Cuba. La ruta que el omnibus había tomado parecía turística, ya que pasamos a un costado de la Plaza de la Revolución, la Universidad de La Habana y un sinnúmeros de edificios coloniales.
Ya en el hotel e instalados en nuestra habitación, mi hermana se dió un baño, cambió de ropa y bajó al restaurante del hotel a comprarse un café. Yo no pude conciliar el sueño en el avión, por lo que caí rendido en la cama. Al dar las 12 del día, bajamos al lobby pidiendo un taxi, nos moríamos de hambre y queríamos comer lo más rápido posible. Primeramente un taxista nos ofreció llevarnos a un lugar donde nos cobrarían 15 CUC´s a cada uno, lo cual era carísimo. Pero casi de inmediato, se acercó el gerente del hotel, un señor de nombre Tony, quien nos habló de un "paladar" (restaurante privado) que nos cobraba 15 CUC´s por mi hermana y por mi. Sin pensarla 2 veces, le tomamos la palabra. Antes de subir al taxi que Tony nos señaló, nos aclaró que el paladar estaba en su casa, que era legar, limpio y reconocido por el Estado, pero que el hotel le prohibía llevar huéspedes a su casa, por lo que nos pidió discreción.
La casa de Tony era un piso integrante de un conjunto habitacional, ubicado a 5 minutos en carro del hotel. La zona en la que estábamos era "El Vedado", llena de árboles cuyas hojas tocaban el suelo, donde las casas estaban menos desgastadas y era más notoria la presencia de autos. Se me hizo curioso que Tony viviera en un departamento, y que sus vecinos vivieran en enormes casas. Mientras nos hacían de comer, platicábamos con el hermano de Tony, José, sobre su situación económica y si podía viajar al extranjero. El señor nos dijo que para todo se necesita dinero y siempre se está buscando más, pero que en casa no les faltaba nada indispensable. Mencionó que para salir de Cuba, tanto el gobierno de la isla como el del país de visita exigen muchos papeles, desde exposición de motivos hasta chequeo médico. Hago una pausa para aclarar que durante toda mi estancia en La Habana, le pregunté a todo el cubano que tuvo la disponibilidad de contestar acerca de la situación económica que vivia, si estaba de acuerdo con el sistema político y sobre la cuestión de las libertades individuales. Prosiguiendo, José aclaró que los papeles se podían conseguir, pero que lo más difícil y casi imposible era pagar el pasaje. Antes de comer, dijo que el país que más quiere conocer era el nuestro, México, lo que por alguna razón me alegró.
Mientras estuvimos en el paladar, llegaron muchos jóvenes a comprar refresco de melón y pan con "tortilla", es decir, una especia de sandwich, hecho por un pan parecido al bolillo de color amarillo, relleno de huevo batido extendido como una tortilla. A uno de esos muchachos le pregunté a que se dedicaba, y contestó que estudiaba estomatología. Le pregunté si al finalizar su carrera podría ejercer la profesión y respondió categóricamente que si, que después de recibirse y hacer los 3 años de servicio social profesional, tenía la opción de trabajar en el hospital donde prestó el servicio. La hija del hermano de Tony, Arleti (muchos cubanos tienen nombres horrorosos) nos comentó que estudiaba carrera técnica, ella sería Técnica Agrónoma y su novio nos dijo que era Técnico en Computación, y que trabajaba en el laboratorio de cómputo de una escuela.
Nos sirvieron de comer arroz con frijoles negros, papas hervidas en rodajas con jugo de limón, pollo frito, "ensalada" (pepinos con aguacate) y los famosos "tostones", que son trozos de plátano verde frito en aceite, y un poco de pan. La comida estaba buena, muy salada pero rica, y la bebida, un refreso de melón, era muy dulce. Me dijo mi hermana Priscilla que así comen los cubanos: platos muy salados y bebidas muy dulces. Cuando terminamos de comer, nos dieron un muy rico café cubano.
Durante la comida, José, Arleti y su novio, más la esposa de José y su hermana, nos preguntaron como era la frontera físicamente y si podíamos entrar a Estados Unidos. Se impresionaron cuando les dijimos que llegábamos en 5 minutos caminando, que a los habitantes permanentes de las ciudades fronterizas de México nos era fácil adquirir la visa de turista con solo pagarla, y pusieron cara de temor cuando les hablamos sobre la seguridad desplegada por el gobierno estadounidense por toda la frontera. Finalmente, nos despedimos y salimos a la calle, donde ya estaba el taxi que nos había llevado al paladar esperándonos.
Nos dirigimos a la Habana Vieja. El taxista nos cobró 8 CUC´s por todo el trayecto (hotel-paladar-Habana Vieja). Mientras íbamos en el taxi cruzando el Malecón, el taxista ante las preguntas que le hacía nos comentaba que a el no le gustaba la política, y que no sabía hasta cuando se seguiría celebrando el 26 de Julio. Este taxista fue la persona que manifestó más aversión al socialismo y quien se expresó de la manera más negativa de Fidel y de Raúl. El taxista nos dejó atrás de la Catedral, le pagué los 8 CUC´s y nos dirigimos a una de las casas que vendían artesanías, morrales y camisetas del Ché. De ahí pasamos a la Plaza de la Catedral, y caminamos un rato por la Habana Vieja. Al igual que en el Malecón, vimos muchos edificios derruidos y otros que estaban en proceso de restauración. Decidimos finalizar nuestro primer día en La Habana tomando un daiquirí en el lugar donde lo tomaba el escritor Ernest Hemingway: La Floridita. Dentro del local, se cristalizó uno de los deseos que más anhelaba: escuchar en vivo la canción "Hasta Siempre", escrita por Carlos Puebla en homenaje al Ché Guevara. Al salir del restaurante-bar, tomamos un bicitaxi que nos prometió llevarnos por 5 CUC´s al hotel. Atravesamos la zona de Centro Habana, cuyas construcciones eran más modernas pero también descuidadas. El ciclista nos dejó a lado del Hotel Nacional, argumentando que la policía no lo dejaba pasar, y nos intentó timar diciendo que el cobro eran 5 CUC´s por cada uno, lo cual nos negamos a pagar. El muy desgraciado nos había dejado bastante lejos del hotel, así que caminamos un largo trecho del Malecón. Al llegar, nos quedamos el resto de la tarde y noche en la habitación viendo CubaTV antes de dormir. En el hotel me enteré que la cifra de los taxis estatales por llevarte a cualquier sitio eran 5 CUC´s, que era una tarifa fija, por lo que lo que nos cobró el taxista era una cantidad injusta, ya que se llevó 3 CUC´s de los 8 para su bolsillo directamente. Me dormí reflexionando que curiosamente, ese taxista que sufría tanto por la Revolución y que odiaba a Fidel, nos cobró demás.
Cuando el avión se colocó debajo de la altura de las nubes, ya volábamos sobre la isla. Aunque todo el territorio abundaba en vegetación, exceptuando las zonas habitadas, había pocas tierras ambientadas para cultivar. Dice Raúl Castro que ese el motivo por el que se importan el 80% de los alimentos, por que los cubanos no quieren ser campesinos.
Al salir del avión, se puede apreciar que el famoso Aeropuerto Internacional "José Martí" es más pequeño que el Aeropuerto de Tijuana, aunque luego me enteré que estábamos en la terminal #1 de 5. Eso si, el rojo es el color predominante. Después de atravesar el area de abordar, llegamos a las ventanillas de migración. Al menos una treintena de cubículos, uno seguido por otro, alineados de forma horizontal, tan solo separados por un pasillo donde se colocaban los visitantes para contestar las preguntas del personal. Cuando tocó mi turno, me pidieron el pasaporte, la visa y que mirara a la webcam para tomarme una foto. Familiares, amigos y conocidos que han ido a Cuba me decían que se hacía un largo interrogatorio, pero yo ni 5 minutos estuve ahí. Posteriormente, pasé por el punto de revisión de pasajeros y de ahí a recoger el equipaje. Finalmente, alcancé la sala de espera de entrada al aeropuerto. Una cantidad importante de personas, al menos un centenar, se agolpaban a recibir a sus familiares. Inmediatamente divisamos las cajas de cambio, las famosas "CADECA´s", de propiedad estatal. Ahí pedí que me canjearan los 300 pesos mexicanos que unos compañeros me habían dado para que les comprara libros por pesos cubanos, pero la despachadora contestó "la moneda que usted usará son pesos convertibles". Me lo dijo de una manera tan contundente, que no hice más preguntas y le pedí que me canjearan mis dólares.
En Cuba hay 2 monedas: el peso cubano, con el que reciben su sueldo de trabajo los cubanos, y los pesos convertibles, moneda que se le da a los turistas por su moneda nacional que también pueden usar los cubanos. Un dólar estadounidense equivale a 0.92 pesos convertibles, es decir, es más caro un "CUC" (Cuban Convertible, por sus siglas en inglés) que un dólar. Además, las "CADECAS" cobran un 10% de impuesto al monto que se cambie en dólares. Cambiar la moneda estadounidense es un campo de batalla más en el cincuentenario enfrentamiento entre el gobierno de los EEUU y el gobierno emanado de la Revolución.
Terminando de cambiar el dinero, llegamos al omnibus (camión) que nos trasladaría al hotel. Antes de subir, la señora que estaba atendiendo a los turistas, una tal Mercedes, nos intentó timar a mi hermana y a mi, pidiéndonos 30 CUC´s a cada uno, según ella para apartar nuestro vuelo de regreso en clase premier. Como eso ya estaba reservado con antelación, simplemente le dijimos que no. Subimos al omnibus y nos enfilamos a la Ciudad de La Habana.
Debido a que el aeropuerto está en el campo, alejado de la ciudad, tardamos unos 25 minutos en llegar al hotel. Eran las 10:30am cuando el camión arrancó. En el camino, me percaté de 2 cosas: la mayoría de los edificios están muy deteriorados, desgastados por el paso del tiempo sin recibir mantenimiento, mientras que las carreteras están en muy bien cuidadas. Jardineras, camellones, y una exhuberante flora adornaba nuestro andar. Fue hasta que se puso el omnibus en movimiento, que me "cayó el veinte" de que estaba en Cuba: aparecieron edificios que tenían pintado en sus paredes "Patria o Muerte", "Venceremos", "Juntos a la victoria", "Viva Fidel", "Libertad a los 5 presos de Miami" y demás consignas. Murales, pintas, anuncios espectaculares o simples cartulinas, reproducían esas frases por todo el trayecto. Además, de las ventanas de los edificios colgaban banderas cubanas y estandartes conmemorativos del 26 de Julio, fecha en la que sucedió el asalto al Cuártel de Moncada dando inicio a la Revolución Cubana y nombre del movimiento que derrocó a Fulgencio Batista en 1959.
Tras dejar al resto de los pasajeros en su respectivo hotel, llegamos al nuestro, el "Hotel Riviera", el hotel donde se hospedaba Salvador Allende cuando visitaba Cuba. La ruta que el omnibus había tomado parecía turística, ya que pasamos a un costado de la Plaza de la Revolución, la Universidad de La Habana y un sinnúmeros de edificios coloniales.
Ya en el hotel e instalados en nuestra habitación, mi hermana se dió un baño, cambió de ropa y bajó al restaurante del hotel a comprarse un café. Yo no pude conciliar el sueño en el avión, por lo que caí rendido en la cama. Al dar las 12 del día, bajamos al lobby pidiendo un taxi, nos moríamos de hambre y queríamos comer lo más rápido posible. Primeramente un taxista nos ofreció llevarnos a un lugar donde nos cobrarían 15 CUC´s a cada uno, lo cual era carísimo. Pero casi de inmediato, se acercó el gerente del hotel, un señor de nombre Tony, quien nos habló de un "paladar" (restaurante privado) que nos cobraba 15 CUC´s por mi hermana y por mi. Sin pensarla 2 veces, le tomamos la palabra. Antes de subir al taxi que Tony nos señaló, nos aclaró que el paladar estaba en su casa, que era legar, limpio y reconocido por el Estado, pero que el hotel le prohibía llevar huéspedes a su casa, por lo que nos pidió discreción.
La casa de Tony era un piso integrante de un conjunto habitacional, ubicado a 5 minutos en carro del hotel. La zona en la que estábamos era "El Vedado", llena de árboles cuyas hojas tocaban el suelo, donde las casas estaban menos desgastadas y era más notoria la presencia de autos. Se me hizo curioso que Tony viviera en un departamento, y que sus vecinos vivieran en enormes casas. Mientras nos hacían de comer, platicábamos con el hermano de Tony, José, sobre su situación económica y si podía viajar al extranjero. El señor nos dijo que para todo se necesita dinero y siempre se está buscando más, pero que en casa no les faltaba nada indispensable. Mencionó que para salir de Cuba, tanto el gobierno de la isla como el del país de visita exigen muchos papeles, desde exposición de motivos hasta chequeo médico. Hago una pausa para aclarar que durante toda mi estancia en La Habana, le pregunté a todo el cubano que tuvo la disponibilidad de contestar acerca de la situación económica que vivia, si estaba de acuerdo con el sistema político y sobre la cuestión de las libertades individuales. Prosiguiendo, José aclaró que los papeles se podían conseguir, pero que lo más difícil y casi imposible era pagar el pasaje. Antes de comer, dijo que el país que más quiere conocer era el nuestro, México, lo que por alguna razón me alegró.
Mientras estuvimos en el paladar, llegaron muchos jóvenes a comprar refresco de melón y pan con "tortilla", es decir, una especia de sandwich, hecho por un pan parecido al bolillo de color amarillo, relleno de huevo batido extendido como una tortilla. A uno de esos muchachos le pregunté a que se dedicaba, y contestó que estudiaba estomatología. Le pregunté si al finalizar su carrera podría ejercer la profesión y respondió categóricamente que si, que después de recibirse y hacer los 3 años de servicio social profesional, tenía la opción de trabajar en el hospital donde prestó el servicio. La hija del hermano de Tony, Arleti (muchos cubanos tienen nombres horrorosos) nos comentó que estudiaba carrera técnica, ella sería Técnica Agrónoma y su novio nos dijo que era Técnico en Computación, y que trabajaba en el laboratorio de cómputo de una escuela.
Nos sirvieron de comer arroz con frijoles negros, papas hervidas en rodajas con jugo de limón, pollo frito, "ensalada" (pepinos con aguacate) y los famosos "tostones", que son trozos de plátano verde frito en aceite, y un poco de pan. La comida estaba buena, muy salada pero rica, y la bebida, un refreso de melón, era muy dulce. Me dijo mi hermana Priscilla que así comen los cubanos: platos muy salados y bebidas muy dulces. Cuando terminamos de comer, nos dieron un muy rico café cubano.
Durante la comida, José, Arleti y su novio, más la esposa de José y su hermana, nos preguntaron como era la frontera físicamente y si podíamos entrar a Estados Unidos. Se impresionaron cuando les dijimos que llegábamos en 5 minutos caminando, que a los habitantes permanentes de las ciudades fronterizas de México nos era fácil adquirir la visa de turista con solo pagarla, y pusieron cara de temor cuando les hablamos sobre la seguridad desplegada por el gobierno estadounidense por toda la frontera. Finalmente, nos despedimos y salimos a la calle, donde ya estaba el taxi que nos había llevado al paladar esperándonos.
Nos dirigimos a la Habana Vieja. El taxista nos cobró 8 CUC´s por todo el trayecto (hotel-paladar-Habana Vieja). Mientras íbamos en el taxi cruzando el Malecón, el taxista ante las preguntas que le hacía nos comentaba que a el no le gustaba la política, y que no sabía hasta cuando se seguiría celebrando el 26 de Julio. Este taxista fue la persona que manifestó más aversión al socialismo y quien se expresó de la manera más negativa de Fidel y de Raúl. El taxista nos dejó atrás de la Catedral, le pagué los 8 CUC´s y nos dirigimos a una de las casas que vendían artesanías, morrales y camisetas del Ché. De ahí pasamos a la Plaza de la Catedral, y caminamos un rato por la Habana Vieja. Al igual que en el Malecón, vimos muchos edificios derruidos y otros que estaban en proceso de restauración. Decidimos finalizar nuestro primer día en La Habana tomando un daiquirí en el lugar donde lo tomaba el escritor Ernest Hemingway: La Floridita. Dentro del local, se cristalizó uno de los deseos que más anhelaba: escuchar en vivo la canción "Hasta Siempre", escrita por Carlos Puebla en homenaje al Ché Guevara. Al salir del restaurante-bar, tomamos un bicitaxi que nos prometió llevarnos por 5 CUC´s al hotel. Atravesamos la zona de Centro Habana, cuyas construcciones eran más modernas pero también descuidadas. El ciclista nos dejó a lado del Hotel Nacional, argumentando que la policía no lo dejaba pasar, y nos intentó timar diciendo que el cobro eran 5 CUC´s por cada uno, lo cual nos negamos a pagar. El muy desgraciado nos había dejado bastante lejos del hotel, así que caminamos un largo trecho del Malecón. Al llegar, nos quedamos el resto de la tarde y noche en la habitación viendo CubaTV antes de dormir. En el hotel me enteré que la cifra de los taxis estatales por llevarte a cualquier sitio eran 5 CUC´s, que era una tarifa fija, por lo que lo que nos cobró el taxista era una cantidad injusta, ya que se llevó 3 CUC´s de los 8 para su bolsillo directamente. Me dormí reflexionando que curiosamente, ese taxista que sufría tanto por la Revolución y que odiaba a Fidel, nos cobró demás.
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