Hace poco, en clase se organizó un debate en torno a las cosas positivas y negativas de lo que se ha llamado "Globalización". Me tocó estar del lado de la defensa (aunque hubiera preferido estar del lado contrario), así que esta fue mi postura.
Sin
lugar a dudas, el Siglo XX fue un siglo marcado por profundas
convulsiones políticas, económicas y sociales. Revoluciones
de todo tipo de ideologías, movimientos de liberación nacional,
fundamentalistas y laicos, dos guerras mundiales y el colapso de una
de las potencias más poderosas que la humanidad ha visto en su
historia, todo ello acompañado por un impresionante desarrollo de la
ciencia y la tecnología, es el legado del siglo pasado. Semejante
ritmo de evolución y cambio, como nunca antes había ocurrido en
centurias pasadas, no se ha detenido a pesar de la desaparición de
actores que se consideraban claves en la escena mundial, por el
contrario, las transformaciones en todos los ámbitos de la vida
humana ocurren de manera cada vez más vertiginosa y acelerada.
El fortalecimiento de las instancias
financieras internacionales combinada con un incremento de cobertura
por parte de las telecomunicaciones, ha permitido que en la
actualidad, todo el planeta se encuentre conectado e
interrelacionado. En nuestros tiempos, gracias a esta conectividad,
podemos enterarnos desde la comodidad de nuestro hogar, en cuestión
de segundos, sobre sucesos que pueden ocurrir en las partes más
remotas de la tierra. Dicha conectividad no solo se da en el terreno
de las telecomunicaciones, como lo son el internet, la televisión,
la radio, etc, sino también, y de hecho de manera prioritaria, en el
campo económico. A finales del Siglo XX, en la década de los
noventas, con la caída del Muro de Berlín, la economía de mercado
derrotó a la economía de planificación central, lo que condujo a
la expansión sin barreras del paradigma del libre mercado,
encontrando pequeñas resistencias únicamente en lugares como Cuba o
Corea del Norte. A esta nueva realidad caracterizada por la
desaparición de facto de las fronteras entre las naciones, gracias
al empuje de la tecnología y al dinamismo del mercado, se le ha
denominado globalización.
Gracias
a la globalización, la cual es la principal característica de
nuestros tiempos, los capitales necesarios para hacer crecer las
economías de los países, especialmente de aquellos en vías de
desarrollo, pueden ser invertidos con mayor facilidad y celeridad,
ayudando de esta manera a combatir de manera real asignaturas
pendientes como el hambre. La globalización, por otro lado, ha
coadyuvado a combatir a regímenes autoritarios, que ante la presión
internacional, han terminado de sucumbir, dando paso al
establecimiento de la democracia en los estados azotados por
gobiernos cerrados a las libertades. Nunca antes en la historia de la
humanidad había existido la posibilidad real de solucionar los
viejos problemas que aquejan a nuestro mundo, y gracias a la
mundialización, como la denominan los franceses, es posible
constituir coaliciones amplias y grupos de trabajo cuyos integrantes
representen a distintos estados, logrando de esta manera, una mayor
colaboración entre las naciones, fortaleciendo los procesos de paz
conduciendo a un orden internacional más armónico y estable.
Además, la globalización nos ha hecho conscientes de la importancia
que tiene el respeto a los derechos humanos como única vía para el
desarrollo, al permitirnos comprobar que son los regímenes que
respetan la integridad de los individuos, los únicos que logran
hacer de sus patrias comunidades ricas y en crecimiento, realidad muy
diferente a la de aquellos sistemas políticos donde el poder público
tiene capacidades ilimitadas para con el ser humano, atrofiando las
capacidades natas del hombre.
En conclusión, la globalización, al
ir eliminando poco a poco, pero constante, las fronteras políticas,
ha permitido generar tal cantidad de riqueza como en ningún momento
de la historia había existido, ofreciendo a las personas las
herramientas necesarias para mejorar la calidad de vida de cada uno y
de quienes los rodean. El proceso actualmente en curso, de
interdependencia y colaboración mundial, no puede dar marcha atrás,
porque un mundo unido, en paz y solidario, es el futuro que todas y
todos anhelamos.