martes, 16 de abril de 2013

En defensa de la Globalización.


Hace poco, en clase se organizó un debate en torno a las cosas positivas y negativas de lo que se ha llamado "Globalización". Me tocó estar del lado de la defensa (aunque hubiera preferido estar del lado contrario), así que esta fue mi postura.

Sin lugar a dudas, el Siglo XX fue un siglo marcado por profundas convulsiones políticas, económicas y sociales. Revoluciones de todo tipo de ideologías, movimientos de liberación nacional, fundamentalistas y laicos, dos guerras mundiales y el colapso de una de las potencias más poderosas que la humanidad ha visto en su historia, todo ello acompañado por un impresionante desarrollo de la ciencia y la tecnología, es el legado del siglo pasado. Semejante ritmo de evolución y cambio, como nunca antes había ocurrido en centurias pasadas, no se ha detenido a pesar de la desaparición de actores que se consideraban claves en la escena mundial, por el contrario, las transformaciones en todos los ámbitos de la vida humana ocurren de manera cada vez más vertiginosa y acelerada.

El fortalecimiento de las instancias financieras internacionales combinada con un incremento de cobertura por parte de las telecomunicaciones, ha permitido que en la actualidad, todo el planeta se encuentre conectado e interrelacionado. En nuestros tiempos, gracias a esta conectividad, podemos enterarnos desde la comodidad de nuestro hogar, en cuestión de segundos, sobre sucesos que pueden ocurrir en las partes más remotas de la tierra. Dicha conectividad no solo se da en el terreno de las telecomunicaciones, como lo son el internet, la televisión, la radio, etc, sino también, y de hecho de manera prioritaria, en el campo económico. A finales del Siglo XX, en la década de los noventas, con la caída del Muro de Berlín, la economía de mercado derrotó a la economía de planificación central, lo que condujo a la expansión sin barreras del paradigma del libre mercado, encontrando pequeñas resistencias únicamente en lugares como Cuba o Corea del Norte. A esta nueva realidad caracterizada por la desaparición de facto de las fronteras entre las naciones, gracias al empuje de la tecnología y al dinamismo del mercado, se le ha denominado globalización.

Gracias a la globalización, la cual es la principal característica de nuestros tiempos, los capitales necesarios para hacer crecer las economías de los países, especialmente de aquellos en vías de desarrollo, pueden ser invertidos con mayor facilidad y celeridad, ayudando de esta manera a combatir de manera real asignaturas pendientes como el hambre. La globalización, por otro lado, ha coadyuvado a combatir a regímenes autoritarios, que ante la presión internacional, han terminado de sucumbir, dando paso al establecimiento de la democracia en los estados azotados por gobiernos cerrados a las libertades. Nunca antes en la historia de la humanidad había existido la posibilidad real de solucionar los viejos problemas que aquejan a nuestro mundo, y gracias a la mundialización, como la denominan los franceses, es posible constituir coaliciones amplias y grupos de trabajo cuyos integrantes representen a distintos estados, logrando de esta manera, una mayor colaboración entre las naciones, fortaleciendo los procesos de paz conduciendo a un orden internacional más armónico y estable. Además, la globalización nos ha hecho conscientes de la importancia que tiene el respeto a los derechos humanos como única vía para el desarrollo, al permitirnos comprobar que son los regímenes que respetan la integridad de los individuos, los únicos que logran hacer de sus patrias comunidades ricas y en crecimiento, realidad muy diferente a la de aquellos sistemas políticos donde el poder público tiene capacidades ilimitadas para con el ser humano, atrofiando las capacidades natas del hombre.

En conclusión, la globalización, al ir eliminando poco a poco, pero constante, las fronteras políticas, ha permitido generar tal cantidad de riqueza como en ningún momento de la historia había existido, ofreciendo a las personas las herramientas necesarias para mejorar la calidad de vida de cada uno y de quienes los rodean. El proceso actualmente en curso, de interdependencia y colaboración mundial, no puede dar marcha atrás, porque un mundo unido, en paz y solidario, es el futuro que todas y todos anhelamos.