miércoles, 10 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Martes 2 de Agosto.


La madrugada del Martes me fue imposible dormir. El miedo de no despertarme temprano y perder el avión, me hizo estar semidespierto o semidormido, depende de como se quiera ver. Durante la madrugada, analizaba todo lo que me había sucedido esa semana, todo lo que aprendí y las dudas que aclaré. Pero un asunto me inundaba, cierta cuestión no había sido resuelta: el por qué del requisito de la Carta de Invitación para que los cubanos puedan salir como turistas. Realmente era un tema del que no había tenido una justificación válida. El pretexto de que esa carta invitación era una especie de "seguro" que me dieron los veteranos del Centro Nacional de Combatientes no me satisfizo. En toda La Habana, con la gente que hable, nadie estaba de acuerdo con esa medida, por lo que su eliminación fue el deseo que más me expresaron los cubanos. Mientras pensaba en ello, me puse a ver la televisión cubana. Aunque había una película que me gustaba en otro canal, decidí ver los canales nacionales, ya que la película la podía ver después, en cambio, la programación cubana quien sabe cuando la volveré a ver. Así con sueño, pensativo y con las axilas totalmente irritadas, pasé mi última noche en La Habana.

En la madrugada, ví la repetición del noticiario nocturno. La noticia principal eran los resolutivos del más reciente período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, máximo órgano legislativo de Cuba. En la clausura, Raúl Castro Ruz, hermano de Fidel y Presidente del Consejo de Estado y Consejo de Ministros, anunció algo esperado por todos los cubanos: la flexibilización de la política migratoria, y por ende, la eliminación de la Carta Invitación. Mario, el médico que me había acompañado desde la Habana Vieja al Hotel el Lunes, me había comentado que era probable que el requisito de la carta fuera eliminado en el próximo semestre, por lo que la noticia me sorprendió. En su discurso, Raúl me dió la respuesta que tanto buscaba, al exponer los motivos que justificaron la existencia de la Carta Invitación. Al triunfo de la Revolución, una serie de ataques terroristas se sucedieron de manera constante, con el objetivo de desestabilizar al gobierno revolucionario y provocar el malestar de la gente para eventualmente derrocarlo. No bastando con ello, en 1961, ocurrió la invasión a Playa Girón, financiada por el gobierno de los Estados Unidos. En todos estos sucesos, había una regularidad: quienes participaban en esos actos, eran cubanos opositores al régimen, quienes habían salido de Cuba bajo la condición de turistas, cuando en realidad, habían partido a los Estados Unidos a recibir entrenamiento para echar abajo a la Revolución. Ante esos sucesos, se volvió reiterativo saber si los que salían de la isla lo hacían por motivos personales o con ánimos de contrarrevolución, por lo que la Carta Invitación se consideró como el mecanismo adecuado para saber el motivo del viaje de los cubanos.

Como se puede apreciar, dicha medida fue diseñada para responder a un período de tiempo y bajo condiciones muy específicas. El mismo Raúl declaró que dicha medida, al igual que otras políticas, eran obsoletas y debían de ser cambiadas, reconociendo que los cubanos que salen de la isla en la actualidad, lo hacen por motivos económicos, no políticos. Con la duda por fin resuelta, descansé bastante relajado al terminar el noticiero. Pero el descanso no duró mucho, ya que a las 4am estaba nuevamente despierto listo para regresar a Tijuana. Cuando mi hermana terminó de alistarse, bajamos al lobby y alcanzamos a desayunar. Todos los trabajadores del hotel se despedían de nosotros bastante alegres y nos pedían volver pronto. Ya afuera, vimos otra vez al taxista que el primer día nos cobró demás, llevando turistas nuevamente a La Habana Vieja. Tomamos la camioneta que la agencia de viajes mandó por nosotros, y nos dirigimos rápido al aeropuerto.

Al llegar, teníamos que hacer fila para pagar el impuesto de 30dlls que todos los aeropuertos le cobran a los aviones que vienen de Cuba por pasajero. En la fila, una señora brasileña se metió e hizo un escándalo cuando la quité por tramposa. Por suerte, un guardia le dijo que si no se comportaba le quitarían el boleto.
Finalmente, pasamos a la sala de espera, donde un canadiense me contó que ha ido 3 veces a Cuba y que quiere seguir yendo. A las 9am, por fin tomamos el vuelo de vuelta a casa. Al despegar, y mirar por la ventana, observé algo que se me hizo espectacular: la inexistencia de smog sobre la ciudad de La Habana. Esa imagen es la que se me quedó en la mente sobre Cuba, y es la imagen que quiero volver a ver cuando regrese, por que se que lo haré.

martes, 9 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Lunes 1ro de Agosto.

Dos de los 3 canarios me despertaron por la mañana: me había quedado dormido en el lobby del hotel. Aún ignoro como fue que amanecí en ese lugar. Me fuí directo al cuarto, Priscilla me dejó entrar y caí rendido en la cama. Fuí despertado a las 9:30am, Priscilla me marcó a la habitación desde la recepción para avisarme que era hora de levantarme, el desayuno se acababa a las 10am así que si quería comer debía de irme volando al restaurante. Con la cabeza dándome vueltas, tomé las chanclas y me subí al ascensor, y naturalmente mi mareo se agravó. Después de desayunar, me despedí del diputado Herón Escobar, quien se encontraba en el restaurante. Me dejó un DVD titulado "Hombre Nuevo", el documental más reciente del Ché. Terminando de desayunar, regresé al cuarto a seguir durmiendo, ya que realmente me dolía la cabeza.

Un poco más tarde, ya bañado y cambiado, con unas ojeras enormes, Priscilla y yo nos encaminamos a la Plaza de la Revolución, donde por fin pudimos entrar al Memorial de José Martí, el héroe de todos los cubanos. Me molesté por el hecho de que nos cobraran por todo: por subir a las escaleras donde está la estatua de Martí, por entrar al Museo, por entrar con foto, por simplemente ver el asta bandera, etcétera. Ví la lista de precios, y me volví a sentir turista: A los extranjeros se les cobra 5 CUC´s con descuento si eres estudiante, y a los cubanos se les cobran 5 pesos, una enorme diferencia de precio por hacer lo mismo. El Museo es una estructura de un piso basada en una estrella de cinco picos, y sobre ella se levanta el Mirador del Memorial, la torre más alta de Cuba. En el centro del Museo, se ubica el elevador, y a su alrededor, centenares de frases de Martí adornan las paredes. Gracias a esta visita, me quedó claro por que los cubanos veneran tanto a este poeta. Le admiran además de su capacidad artística y su gran intelecto, su heroísmo, ya que muchas veces fue exiliado y preso desde los 16 años por querer la independencia de Cuba con respecto a España. Para conocer la importancia de Martí, hay que hacer un breve recuerdo: En 1868 los cubanos iniciaron la guerra de independencia, pero en 1878, su movimiento había sido aplastado. Pero en 1895, gracias al esfuerzo de José Martí, se reactivó la lucha por la Independencia, ya que tuvo la capacidad de sumar a todos los grupos de cubanos en el exilio y de financiar con su dinero el inicio de la guerra. Aunque murió en el primer combate, por el hecho de haber sido quien logró unir a los grupos independentistas e impulsor de la guerra que finalmente liberaría a Cuba, Martí es considerado el Ápostol de la Independencia.

Después de recorrer en su totalidad el Museo, subimos al Mirador de la torre, desde donde observamos la ciudad de La Habana, llena de árboles inmensos y de contrastes arquitectónicos, donde existen edificios coloniales, construcciones art deco y levantamientos soviéticos. Al salir del Museo, un guardia me indicó el lugar en las escaleras del Memorial donde Fidel Castro daba sus discursos.

Finalizando el recorrido, caminamos hacia las oficinas del Periódico Granma, órgano de difusión del Partido Comunista Cubano, lugar donde no nos dejaron tomar fotos. Continuamos nuestro andar hasta tomar un taxi que por tan solo 2 CUC´s nos llevó al Mercado de Artesanías "San José", al que ya habíamos ido anteriormente. Este taxista, un señor cincuentón negro y dicharachero, nos explicó muchas cosas. Para empezar, le preguntamos por que el nos había cobrado tan barato, ya que un taxi estatal cobra 5 CUC´s y un privado por lo regular cobra 4. Nos respondió que la mayorían de los taxistas querían ganar dinero fácil con un solo viaje, abusando del turista, en lugar de trabajar duro como todos los demás. A pesar de que el trayecto al mercado de artesanías era corto, en breve tiempo nos contó el por qué de la realidad cubana. Comenzó recordando que cuando existía el "campo socialista" (1988) la libra de jamón costaba 6 pesos cubanos, pero al desaparecer, el precio subió a 30 pesos. El chofer afirmó que el principal error del gobierno cubano fue el haber diseñado una economía excesivamente dependiente de la Unión Soviética y los demás países socialistas, por lo que cuando estos colapsaron, Cuba sufrió una terrible crisis de la que aún siguen recuperándose. Cuando llegamos al mercado, el taxista nos dijo que no todos los cubanos abusaban del turista, y que esperaba que recordáramos al regresar a México que el era la prueba de ello.

Mientras Priscilla se perdía en sus compras, volví a sentarme en las bancas que dan a la bahía, observando los pocos barcos extranjeros que atracan en esas aguas, debido al bloque de los Estados Unidos, ya que prohíbe durante 6 meses a todos los barcos que atraquen en muelles cubanos que lo hagan en los suyos, haciendo que las embarcaciones decidan si comercian con el mayor consumidor mundial o con esta isla del Caribe. A lado de la banca en la que estaba sentado, una señora mulata vendía cuadros y demás pinturas. Le saqué plática y me amplió el comentario de la dependencia de Cuba con la URSS que me había dado el taxista. Me dijo que de 1959 a 1989 (año de la caída del Muro de Berlín), Cuba fue un país que exportaba solo café, tabaco, azúcar, frutas tropicales y níquel, un mineral con el que se hacen los motores de propulsión. Toda esa producción era comprada por los países socialistas, como la República Democrática de Alemania, la URSS y Yugoslavia, entre otros. El "campo socialista" funcionaba como un todo compacto, al menos en el ámbito económico, ya que la Unión Soviética producía industria pesada y petróleo, la RDA carbón y automóviles y China textiles y arroz, mientras que Cuba era la azucarera del mundo socialista. Pero al convertirse esos países en capitalistas, dejaron de comprar producto cubano debido al bloqueo yanqui, con excepción de China, que, aunque estaba en franca adopción del capitalismo, el partido gobernante era y sigue siendo el Comunista Chino. Al finalizar, llegó la hija de la señora, también una mulata, pero esta era altísima y realmente preciosa. La muchacha se sumo a la plática y me contó que ella conoció a Fidel cuando este visitó la preparatoria en la que estudiaba, pero que ni ella ni su madre conocían a Raúl. Las dos me dijeron que Fidel era simpático y bromista, que en esa visita a la prepa pudieron conversar con el, pero que los que conocían a Raúl Castro, les decían que era muy serio y nada carismático. En la plática, me invitaron un café, mientras me preguntaban sobre la violencia en México y les enseñaba fotos de Tijuana que tenía en la memoria de la cámara digital de Priscilla. Cuando ya había pasado un buen rato, me despedí de ellas ya que Priscilla se estaba tardando, ya comenzaba la tarde y aún no había comprado la cantidad de libros que quería. Cuando por fin la encontré, me dijo que estaba cansada, que ella prefería irse al hotel, así que volví a recorrer el Centro Histórico solo, caminando entre sus calles derruidas y sus cada vez más abundantes calles restauradas. Grande fue mi asombro cuando llegué a la Plaza Vieja, llamada así por ser la primera plaza pública construida en Cuba. Con una fuente al centro y rodeada por edificios coloniales, completamente restaurados y pintados con sus colores originales, la Plaza Vieja era absolutamente distinta a las fotos que había visto, en la que se destacaba por su estado derruido. Un letrero de la UNESCO informaba a todo aquel que pasara que la Plaza Vieja estaba en proceso de remozamiento desde que los Estados Unidos permitieron que Cuba accediera a recursos para arreglar sus construcciones antiquísimas.

Caminando, topé con un Comité en Defensa de la Revolución. El anciano que estaba en la entrada del CDR, al ver mi atención, me invitó a pasar. El CDR tenía dentro de su local además de las oficinas, un cuadrilátero de boxeo, abierto para el que quisiera entrar a practicar unos golpes. El señor me regaló un póster de Camilo y otro de Fidel con Raúl. Seguí mi camino, platicando con niños, hombres y mujeres, hasta llegar a una librería en la que los precios estaban establecidos en pesos cubanos pero también aceptaban pesos convertibles (CUC´s). Me impactaron los precios de los libros, ya que por tan solo 6 CUC´s adquirí 10 libros y cuentos para mi hermana Belén y mi sobrino Jorge Hernán, escritos por distintos personajes, desde José Martí hasta Enrique Dussel y Claudio Katz, pasando por biografías de San Martín y Bolívar. Muchos de esos libros eran editados por la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), asociación que integra a países latinoamericanos y caribeños con gobiernos progresistas y revolucionarios, como Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba, entre otros. Al salir de la tienda, proseguí mi andar, comprando cerveza Cristal a cada rato para mitigar la sed provocada por el calor y la húmedad, y mangos y el sandwich cubano (pan de trigo con cerdo, aderezado con limón, sal y pimienta) para calmar el hambre. Dando vueltas llegué al Centro Nacional de Combatientes, organización que agrupa a los ancianos que lucharon en la Revolución. Me senté en la escalinata del edificio y me puse a platicar con un par de señores que habían pertenecido a la Columna "José Martí", la columna dirigida por Fidel Castro en Sierra Maestra. Platicamos largo y tendido, y estos viejitos fueron los únicos cubanos que conocí que aprobaban el requisito de la carta invitación para la salida turística de los cubanos, argumentando que era una medida para proteger a los cubanos en el extranjero, como una especie de seguro. Un médico de 54 años que se encontraba ahí, cuyo padre había combatido en la Revolución, me dió un breve paseo por más partes de la Habana Vieja y me llevó al Restaurante Hanoi, bonito y barato, donde comí los mejores frijoles negros de toda mi vida. Preguntándole a Mario (nombre del médico) sobre el futuro de Cuba, me dijo que se comentaba que en próximas fechas, tal vez para diciembre, se eliminaría el requisito de la carta invitación y se levantaría la restricción para comprar y vender casas y coches. Me dijo que el gobierno argumentaba para no dejar vender las casas el hecho de que la Constitución obliga al Estado a proveer de hogar a todos los cubanos, y, que si estos venden sus hogares, no serían cubanos los que les podrían comprar sus casas, si no extranjeros o exiliados, por lo que el gobierno tendría que dotar de casa forzosamente al cubano que vendiera su casa. Al caer la noche, tomamos el camión, la famosa "guagua", hacia el hotel. Contrariamente a lo que se cree, las guaguas de la Habana son limpias y cuidadas, producidas en China, pero debido a la cantidad de gente que se sube, no lucen bien. Me impacté cuando Mario me contó que el uso de la guagua no tiene costo formalmente, aunque por lo regular se deposita la cooperación en una caja de madera con ranura que está a lado del chofer, y que esta consiste en ¡40 centavos de peso cubano, apenas 20 centavos mexicanos! Al llegar al sitio de bajada, entramos a una panadería por una soda, el calor me estaba matando. En la panadería, duramos como 10 minutos esperando a que alguien nos atendiera, ya que los dependientes (una muchacha y un muchacho) no estaban en la recepción, si no en la parte de atrás de la panadería haciendo sabe que cosas. Caminamos unos cuantos minutos por la Avenida Paseo que da directamente al hotel, y al llegar, subí a la habitación a dejar mis libros y tomar las camisas que restaban para regalárselas a Mario. Intercambiamos datos y me dijo que si volvía a Cuba, no dudara en llamarle, diciéndome que tenía carro y que me podría llevar a Santa Clara, la ciudad donde están los restos del Ché. Después de despedirnos, regresé a la habitación a mal dormir: Priscilla y yo teníamos que despertarnos a las 4:30am.

lunes, 8 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Domingo 31 de Julio.

Mientras desayunábamos, un grupo de 3 muchachos se nos acercaron. Nos comentaron que eran de las Islas Canarias, España, y nos invitaron a salir con ellos. Aceptamos gustosos, pero nos enfrentábamos a un problema: tanto ellos como nosotros no teníamos una agenda definida. Los canarios tenían planeado salir el Martes hacia las playas de Varadero, así que cualquier idea era buena para ellos. Mi hermana recordó que los muchachos que nos estafaron el Martes mencionaron que los Domingos en el Callejón del Hammel había rumba en vivo, así que hacia allá nos dirigimos.

En el Callejón, le contamos al pintor que trabaja en ese Callejón que sus amigos nos habían estafado. El pintor se comportó como el resto de los cubanos: nos acusó de bobos, de ingenuos, que deberíamos de sentirnos aliviados de que no nos hicieron algo más y cosas por el estilo. A pesar de eso, me regaló puros Montecristo, la marca que fumaba el Ché Guevara como muestra de que no todos los cubanos quieren robarle algo al turista. Para pasar el rato, pedimos unos "Negrones" y comenzamos a platicar con los afrocubanos y un uruguayo rastafari que deambulaba por el lugar. Es en ese momento en que apareció alguien que no me esperaba:Alejandro, uno de los muchachos que nos estafó a mi hermana y a mi. Alejandro se acercó cínicamente hacia nosotros a saludar, pero Priscilla le reclamó la estafa airadamente. Alejandro corrió despavorido meneando su cabeza a los lados como negando el robo, pero a pesar de ello huyó. Después de ese amargo momento, y de regalar algunas camisas que había llevado, terminamos con los negrones y nos fuímos caminando hacia La Habana Vieja. Tanto los canarios como mi hermana querían comprar artesanías, así que enfilamos nuestro andar hacia el "Palacio de las Artesanías".

Deambulamos un rato por la Habana Centro, observando la constante ironía de las casas derruidas pero las calles arregladas, en cuyas banquetas abundaban las mesas de madera en las que los cubanos se agolpaban para jugar dominó. Llegamos al Malecón y seguimos nuestro camino, ambientado por la plática de los canarios. Estos muchachos pensaban votar por el Partido Popular (derecha) en las elecciones generales de España en 2012, eran promonárquicos, habían ido a Cuba con el objetivo de disfrutar del sol, la arena, el mar y las putas, y pensaban que la vida en la isla era horrible, es decir, eran de pensamiento completamente distinto al mío. Sin embargo, eran simpáticos y con buen sentido del humor, por lo que nuestras diferencias no afloraron. A ellos también los habían estafado, por lo que tenían una actitud bastante "mamonista" hacia los cubanos, burlándose de ellos y buscándoles pleito.

Finalmente llegamos al mentado Palacio, cuyos productos artesanales no tenían nada de especial y sus precios eran más caros que en otros lados. Decidimos irnos a comer, y desde luego, los llevamos a la Asociación Canaria, lugar en el que se sintieron como en casa, ya que el comedor de la Asociación está decorado a la usanza de un restaurante canario. Después de comer, Priscilla decidió irse al hotel, se había cansado por la caminata en el Malecón. La acompañamos a tomar el taxi en Parque Central, y de ahí los canarios y yo regresamos al bar de la Asociación, en donde estaba sentado en la barra el cubano rubio hartoso del Sábado. Tras degustar unos mojitos, fuímos a la Bodeguita del Medio a seguir tomando mojitos. Cuando comenzó a caer el sol, decidimos irnos al hotel, quedando de acuerdo en vernos en la noche en el lobby para salir a un lado.

Como a eso de las 10am, Priscilla y yo llegamos al Jazz Café, un lugar ubicado en la Plaza Comercial frente al hotel, en cuya entrada te cobran 10 CUC´s para poder ingresar, pero esos 10 CUC´s son canjeables por su equivalente en bebidas, por lo que en realidad no es un cobro, si no un consumo mínimo. En la mesa que nos sentamos teníamos a lado a unos 4 muchachos que venían de Culiacán, Sinaloa, con quienes hicimos plática inmediatamente. Después de un rato llegaron los canarios, así que ya eramos un grupo grande en un solo sitio. Eventualmente salimos del jazz y mi hermana fue a dormir al hotel. Yo me quedé con los "culichis" y canarios, ya que dijeron que la noche apenas había comenzado, pero para mi mala o buena suerte, no supe cuando terminó.

domingo, 7 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Sábado 30 de Julio.

Para no romper con la costumbre, en el desayuno me atasqué de tazas de chocolate baracoenense. En esa ocasión, Priscilla no quería salir corriendo como los días anteriores. El único lugar que verdaderamente nos preocupaba el no haber ido era el Memorial de José Martí, pero los meseros del hotel nos dijeron que ese Sábado 30 era "Día de los Mártires", por lo que los edificios públicos estaban cerrados al ser día feriado. Así que al no poder hacer eso, hicimos algo que debimos de haber hecho el primer día: subirnos al HabanaBus.

El HabanaBus es un camión de 2 pisos, de función meramente turística. Ese bus recorre toda La Habana, tanto la turística como la residencial, por lo que obtienes una visión más amplia de la ciudad. El cobro es de 5 CUC´s por persona, y aunque al inicio parezca caro el servicio, en realidad es una buena opción, ya que te puedes subir y bajar de ese camión y de otros de la línea HabanaBus cada vez que quieras, hasta las 6pm. Lo tomamos, y nuestra primera parada fue la Plaza de la Revolución. Bajamos a comprobar que estaba cerrado el Memorial de José Martí, y de ahí regresamos a la Plaza, a esperar que un camión de esa línea apareciera. Cuando por fin llegó un HabanaBus, nos subimos sin muchas expectativas de ese tour.

El HabanaBus nos llevó a la zona moderna de la Habana y la zona residencial de Miramar, osea, el oeste de la ciudad, sitio donde el Malecón termina y las construcciones están cuidadas, las casas limpias y grandes y las calles muy bien arregladas. Este lado es totalmente diferente al que los turistas conocen, ya que no hay edificios coloniales, y si hay muchos con arquitectura soviética, además de que las Embajadas se ubican en esa area. En nuestro recorrido, pasamos por la "Necrópolis" (cementerio) de Cristóbal Colón, llamado así por que los restos del navegante estuvieron ahí hasta que fueron trasladados a España. El ver árboles altísimos y vegetación exhuberante, hacían de ese paseo una delicia, al observar que no todo en La Habana está derruido, que los edificios en ese estado solamente son los del Centro Histórico. Y desde luego, cicloramas en todos lados lanzando loas a la Revolución copaban las calles.

Cuando el HabanaBus regresó a la Habana Vieja, bajamos en el Capitolio, y de ahí nos encaminamos al lugar con el mejor ambiente de toda la La Habana: La Bodeguita del Medio. La Bodeguita es un restaurante-bar que recibe ese nombre por que cuando fue creado, todos los bares estaban en las esquinas, pero la Bodeguita se ubicó en medio de una cuadra para ser más original. Al llegar, había muchas personas afuera, debido a que dentro estaba atascado de gente. Aún así, Priscilla y yo entramos empujando gente, y finalmente nos colocamos frente a la barra. Ahí pedí algo que siempre había estado esperando tomar, y que juré que mi primer ejemplar lo tomaría en Cuba: un mojito. En la Bodeguita lo único que se sirve son mojitos, además de cerveza. En las paredes, firmas de personajes famosos que habían visitado ese lugar adornaban las instalaciones. Tanto el poeta Nicolás Guillén, como el Presidente chileno Salvador Allende habían estampado sus firmas, y desde luego, en el lugar de honor, destacaba la frase de Ernest Hemingway: "Mi mojito en la Bodeguita, y mi daiquirí en la Floridita".

La Bodeguita está atascada de turistas, ya que un mojito cuesta 4 CUC´s, cuando hay otros lugares donde este puede costar 2.50 o 2 CUC´s, por lo que los cubanos prefieren tomar sus mojitos en otros lugares. El bar es muy estrecho, por lo que tuvieron que ampliarse para instalar un restaurante, aunque por lo regular está vacío, ya que todos los visitantes quieren estar en la barra. Debido a la estrechez del lugar, es inevitable platicar con quien esté a tu lado, aunque todo el que va quiere divertirse por lo que no te encuentras a gente mal encarada. Ahí conocí a puertorriqueños independentistas que fueron a Cuba a participar en la "Brigada Latinoamericana de Trabajo Voluntario", a alemanes militantes de "Die Linke", el partido de izquierda formado por comunistas y exsocialdemócratas, a estudiantes italianos que buscaban prostitutas y a una pareja de catalanes que viajan por el mundo recorriendo países en bicicleta. También había un grupo de tabasqueñas muy alegres. Pero lo mejor de ese lugar, fue cuando el trío que ameniza el lugar entonó la canción nacional cubana por excelencia, "Guantanamera", y en ese momento todos los comensales y barman´s nos fundimos en una sola voz cantando la canción cuyas estrofas son los "Versos Sencillos" de José Martí.

Ya con unos mojitos de más y entrada la tarde, nos fuímos al hotel. A las 8pm llegaron los catalanes a nuestro hotel, ya que nos habíamos quedado de ver para ir a comer. Fuímos a la Asociación Canaria, y al finalizar de comer, tomamos unos mojitos en la terraza del lugar, escuchando las anécdotas de los catalanes recorriendo en bicicleta Islandia, Mongolia y Marruecos, mientras un viejo cubano rubio borracho intentaba ligarse a Priscilla. Salimos de la Asociación a las 11pm y nos fuímos cada quien a su hotel.

sábado, 6 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Viernes 29 de Julio.


Ese día comprobé que el chocolate cubano hecho en Baracoa es adictivo. 5 tazas me llenaron de azúcar, por lo que estaba aceleradísimo y deseoso de salir del hotel inmediatamente. Priscilla y yo le tomamos la palabra al señor Eliot Pena, el historiador del Museo de la Revolución, por lo que nos dirigimos inmediatamente a ese sitio cultural. Esta vez el taxi nos dejó frente al Memorial Grama, por lo que tomamos una entrada alterna al Museo. Cuando llegamos a la entrada principal, el señor Eliot estaba en la calle, viendo en dirección a los carros, esperando que apareciéramos en cualquier momento. Los muchachos con los que platicamos el día anterior le hablaron y regresó con nosotros. Al parecer a Don Eliot le afectó el hecho de que Priscilla tuviera una imagen de Cuba y los cubanos, lo que generó que decidiera platicar con ella largo y tendido. Nos trasladamos al bar del Museo, donde tomamos unas bucaneros mientras conversamos. Don Eliot no solo nos habló sobre la Revolución Cubana y los problemas que enfrentó después de triunfar, si no que también nos platicó sobre las guerras de independencia y de la trascendencia de José Martí. Una de las cosas que más me impactó, fue el hecho de que en 1960, a tan solo un año de haber triunfado la Revolución, de todo el cuerpo diplomático cubano, solamente 1 funcionario se mantuvo firme y decidió apoyar al gobierno revolucionario: Raúl Roa García. Además, en 1959, de los 6 mil doctores que había en Cuba, en 1960 solo quedaban 3 mil, los demás se habían exiliado. Eliot Pena nos comentó que el estuvo en el movimiento estudiantil durante la Revolución, y que al triunfo de esta colaboró en las campañas de alfabetización, que conoció al Ché Guevara y que era amigo personal de Raúl Castro. Al terminar la plática, tanto Priscilla como yo teníamos una visión mucho más amplia de Cuba, de sus problemas y errores, pero también de su heroísmo y sus aciertos. Don Eliot nos dió su número de celular, invitándonos a que le marcaramos si algún día volvíamos a La Habana. Antes de despedirnos, le regaló unos libros a mi hermana y a mi me vendió a precio de remate la entrevista que Ignacio Ramonet le hizo al Comandante en Jefe: "Cien Horas con Fidel".

Al salir del Museo de la Revolución, nos enfilamos hacia un lugar que Eliot nos sugirió: la Asociación Canaria de Cuba. Ese lugar estaba ubicado en el antiguo edificio de la Sociedad de Ingenieros Cubanos, y actualmente era un sitio donde los españoles originarios de las Islas Canarias podían acercarse a recibir apoyos de todo tipo. Pero el motivo por el que fuímos es que Eliot nos comentó que en ese lugar había un comedor cuyos precios eran muy baratos comparados con otros restaurantes turísticos, además de ser limpio y agradable. Comimos ahí, y los alimentos estaban bien hechos, nada en especial pero si tenían buen sabor, en especial el chop suey de langosta. Terminando de comer caminamos hacia el Parque Central. Visitamos el Museo Nacional de Bellas Artes, el Teatro Nacional, y desde luego el Capitolio, en cuyas escalinatas estaban sentados una enorme cantidad de personas, sobre todo extranjeros. Cuando estábamos en el Parque Central, vimos una carreta con un letrero que decía que vendía "granizado" (raspado) a 1 peso cubano el vaso. Se nos hizo demasiado bueno para ser verdad, así que le preguntamos al viejo que atendía la carreta el precio del granizado. El nos contestó que 2 pesos el vaso, y cuando le preguntamos que por que en la carreta estaba escrito que 1 pesos, el señor nos respondió de manera golpeada y enojada que si cuantos vasos íbamos a querer. Mi hermana se molestó bastante por la actitud del señor, así que no pudo contenerse y le lanzó un estruendoso "Chinga tu Madre" que provocó que todas las miradas de la Habana Vieja nos enfocaran. Después de descansar un rato, tomamos un taxi hacia el Mercado de Artesanías de San José. Nuestro chofer tenía ciertas características que lo diferenciaban del resto de los choferes con los que habíamos platicado. Para empezar, este no era carero, tan solo nos cobró 6 CUC´s por llevarnos al Mercado y luego al hotel. Era de la provincia de Holguín, y nos confesó que había perdido su empleo en el puerto de su provincia por haber traficado mercancía cubana, vendiéndola a los extranjeros a un precio muy pero muy por encima del que tenía, aprovechándose de su posición. Me dijo que así eran los cubanos que vivían en las provincias del este, francos y sinceros. Me recordó a mis paisanos del norte de México. Pero lo más interesante del chofer, era el hecho de que su nombre era (sin mentir) Joder. Aún el día de hoy no supero que así se llame, y sigo creyendo que Joder fue un bebé no deseado y por ello sus padres le pusieron ese nombre. Llegamos rápido al mercado, el cual era una bodega inmensa ubicada justamente pegada a la bahía, tan solo separada por unos 3 metros de concreto. Mientras mi hermana compraba, yo me senté en una banca a recibir la brisa del mar, ya que la humedad y el calor me estaban matando. Aunque no me gustó nada de lo que vendían ahí (camisetas, pinturas, instrumentos musicales, figuras de madera, etc) si me impresionó ver a tanta muchacha guapa. Todas tenían un cuerpazo, y unas si estaban bonitas. Al finalizar Priscilla de adquirir lo que buscaba, regresamos al taxi y llegamos a bañarnos al hotel. Yo quería relajarme así que pasé un rato en la alberca.

Ya en la noche, Priscilla tuvo ganas de salir, así que fuímos a un café jazz que está frente al Hotel Riviera, pero cuyo cobro de entrada eran 10 CUC´s por persona. No quisimos entrar, pensando que el cobro era por concepto de cover, cuando en realidad era un consumo mínimo. Como no sabíamos eso, decidimos quedarnos en un "bar ambulante" en el Malecón, observando como los jóvenes cubanos portaban orgullososo sus accesorios "bling bling". Había mucho joven en el Malecón, y aunque nos regresamos al hotel a las 2am, no dejaba de llegar gente al Malecón dispuestas a bailar reggaeton. Después de unas Cristal y de haber arreglado el mundo, nos fuímos a dormir. Tanto bling bling me había desesperado.

viernes, 5 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Jueves 28 de Julio.


Durante el desayuno, nos encontramos a Herón Escobar, Diputado Federal por el Partido del Trabajo, quien también se encontraba en el Hotel Riviera tomándose una semana de vacaciones. El taxista que nos llevó en esta ocasión, tuvo una actitud bastante diferente al del día anterior: Apoyaba al gobierno, y se molestaba ante las preguntas críticas que mi hermana y yo le hacíamos. Nos comentó que La Habana Vieja fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, pero que Estados Unidos había vetado la ayuda de esa organización internacional a Cuba, por lo que no podían accesar a recursos con los cuales remodelar el Centro Histórico de la ciudad hasta hace unos años. Comentó que el principal problema que tenían, es que muchos de los edificios derruidos tenían 200 años, he incluso, muchos tenían 400 años de haberse construido, por lo que prácticamente eran irreparables, pero la gente que vivía en ellos no querían salir de sus casas para poderlos remodelar.

Tras esa interesante plática, fue que llegamos al Museo de la Revolución. Las calles que rodean al Museo están en reparación, por lo que la vista de la entrada del Museo no lucía en todo su esplendor. En la entrada había una larga fila de estudiantes cubanos, que iban en grupo al Museo. Al pagar la entrada y dejar mi hermana su bolsa y yo mi morral, los muchachos cubanos también pasaron, por lo que se arremolinó de gente la entrada. El Museo está muy bien cuidado, precioso diría yo. Está lleno de información y cosas interesantes, desde la toga que utilizó Fidel Castro cuando se defendió en el juicio que se le hizo por el asalto al Cuártel Moncada, hasta uniformes utilizados por la guerrilla. A pesar de lo interesante del recorrido, Priscilla se la pasó quejándose, expresándose mal de los cubanos y su gobierno, haciendo que me hartara en cierto punto. Estaba dolida por la estafa de la que fuímos víctimas, y de esa manera expresaba su coraje. Yo perdí el control y le dije que se callara y dejara de molestar. Eso provocó que nos disgustaramos, y ella prefirió regresarse al hotel y yo ir solo al Memorial Granma, lugar donde está el yate que utilizaron los revolucionarios cubanos para llegar de México a su isla.

Cuando terminé de ver el Memorial, llegó mi hermana diciéndome que fuéramos a platicar con un señor de edad avanzada, quien también discutió con mi hermana acerca de la realidad de la isla. El señor era Eliot Pena, el más famoso historiador cubano. Junto a el estaban 3 jovenes cubanos (2 muchachas y 1 muchacho) quienes discutieron fuertemente con mi hermana. Intercambié algunas palabras con ellos, y como pueden imaginar, también me preguntaron como era la frontera con Estados Unidos y si podíamos entrar. Una muchacha que estudia Literatura Inglesa y hace su servicio social en el Museo, sirviendo como guía para los turistas que hablan el idioma de Shakespeare, se molestó conmigo: No me creyó que en México nos cobran la educación. La muchacha no me creyó, dijo que me estaba haciendo el interesante, me reviró diciéndome que mis papás pagaban impuestos y que con eso se me pagaba la educación, pero no entendió que a pesar de ello, los mexicanos pagamos una cuota semestral cada vez que nos inscribimos. En conclusión, los muchachos no me entendieron, simplemente no les entraba en la cabeza que la educación se cobre, ya que ellos no pagan por ella. Después de la plática, el historiador Eliot le habló a un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria para que nos condujera al Cuártel "La Fortaleza", sede del cuerpo policíaco de la Habana Vieja, con el fin de que reportáramos la estafa. Eliot se despidió de nosotros diciéndonos que fuéramos al día siguiente al Museo nuevamente, que nos contaría de cabo a rabo la historia de la Revolución Cubana y nos regalaría unos libros buenísimos.

Al llegar a la Fortaleza y adentrarnos en su interior, me percaté nuevamente que estaba en Cuba, un país completamente distinto a los demás. Frases de los héroes de la Revolución inundaban las paredes, además de tener cuadros de Fidel, Raúl, Ché y Camilo por todos lados, y desde luego, un busto de José Martí en el sitio de honor. Aunque el plan original de mi hermana era realizar una denuncia formal, no pudo hacerlo, ya que no llevaba su pasaporte ni el tabaco o el café para comprobar la estafa de la cual fuímos objeto. Además, los policías se rieron de nosotros, y uno de ellos se molestó cuando Priscilla dijo que los muchachos nos comentaron que se morían de hambre. El policía encaró a mi hermana y le preguntó: "¿Parece que me muero de hambre? Eso te pasa por boba y por creerle al primero que te inventa una historia". Entre las burlas y corajes de los oficiales, el levantamiento del reporte en la oficina de inmigración y en la ubicación de rostros en las computadoras de la comandancia nos llevamos buen rato. Cuando salimos de La Fortaleza, ya era tarde, más o menos las 3:30pm. Priscilla quería ir al Memorial de José Martí, pero yo prefería ir a las oficinas centrales de la Unión de Jóvenes Comunistas, ya que estaban a unos cuantos metros de distancia. Mi hermana prefirió irse al hotel, cosa que agradecí, debido a que no quería convivir más tiempo con Priscilla con el humor que traía.

La caminada que hice ese día por La Habana Vieja lo disfruté enormemente. Platiqué con muchas personas, cubanos y extranjeros, entre los que puedo destacar a un profesor de treintaytantos años que militó en Izquierda Unida (el partido "más a la izquierda" de España), con el que platiqué de todo, desde la Guerra Civíl Española hasta la Ley de Memoria Histórica, pasando por la transición de Adolfo Suárez y el debate kafkiano sobre si el PSOE es de izquierda o ya se derechizó por completo. Además, conocí lugares más al sur del centro histórico, area con las calles completamente restauradas y donde se encuentran las plazas y plazuelas, como la de Armas o las dedicadas a Simón Bolívar o a San Francisco. Cuando cayó la noche, conversé con una señora que trabaja como guardia de seguridad en la entrada de la Academia de Ciencias. La señora se quejó de la situación económica, concretamente de la imposibilidad que tienen los cubanos de comprar un vestido nuevo o unos zapatos de marca, además de lo caro que es viajar dentro de Cuba. La señora me dijo que en Cuba nadie padece hambre, pero que muchos están cansados de tener un sueldo que no les permite adquirir aparatos electrónicos ni acceder a la modernidad tecnológica. Me comentó que los 3 cambios más urgentes que los cubanos quieren eran 1)Vender y comprar carros y casas 2)Eliminar como requisito tener una carta invitación para viajar de turista 3)Elegir al Presidente directamente por voto universal, y no a través de los diputados, es decir, acotar el parlamentarismo. Decidí preguntarle algo central: si ella tenía la libertad de cuestionarle eso al gobierno. Me contestó que si, que esos temas los cubanos los trataban con regularidad y sobre todo en los Comités en Defensa de la Revolución (CDR). Ante su respuesta, radicalicé la pregunta: "Señora, ¿Puede usted expresarle sus quejas a Fidel o a Raúl con total libertad?". La señora respondió afirmativamente, diciéndome que ella no tiene por que temerles, y que si alguien ha tenido ese sentimiento, ella no lo comparte. Afirmó que en Cuba son libres de cuestionar a su gobierno y que ella ejerce su derecho sin cortapisas. Le agradecí sus respuestas, me dirigí al Parque Central y tomé un taxi al hotel. En esa tarde, caminando por el Centro Histórico y platicando con los cubanos, había conocido más a Cuba que en todos los días anteriores.

jueves, 4 de agosto de 2011

Una Semana en La Habana - Miércoles 27 de Julio.


Este día fue el primero en el que desayunamos mi hermana y yo en el hospital. A partir del Miércoles, siempre desayunamos ahí a las 9am, 6am de Tijuana, ya que aunque la comida no era muy buena, era mucha y nos podíamos llenar para no comprar en la calle y tener energía para caminar largos trechos. Sin embargo, gracias a las salsas y chiles que trajo mi hermana, comíamos a gusto, además de que el café que servían era buenísimo. Eso si, tuve que regresar 2 veces a la habitación por que nomás no me traía la salsa que quería Priscilla. Pero lo que definitivamente no tiene parangón alguno, era el chocolate. Sabor intenso, dulce, temperatura caliente pero adecuada y muy espumoso, así eran las 3 tazas de chocolate que fácilmente me tomé diariamente. Me dijeron que el chocolate en Cuba lo hacen en la primera ciudad fundada en ese país, en Baracoa, ubicada en la actual provincia de Guantánamo, la provincia más al oriente de la isla.

Al terminar de desayunar, nos dirigimos velozmente hacia la salida del hotel y pedimos un taxi. Rechazamos las ofertas que se nos hicieron, y caminamos hacia el parquímetro (estacionamiento) donde se ubicaban los famosos "cocotaxis", vehículos de forma circular que permiten tener una visión más amplia de la ciudad. Sin embargo, su precio era elevadísimo, y justo cuando habíamos decidido regresar con los taxistas del hotel, apareció un señor de la tercerda edad quien se ofreció a llevarnos en su taxi por solo 3 CUC´s, a diferencia de los 5 CUC´s de los taxis estatales y de los 10 CUC´s de los cocotaxis. En cuanto subimos al taxi, el señor me preguntó que a donde íbamos, y por fin mencioné las palabras que durante tantos años había esperado decir: "¡Lléveme a la Plaza de la Revolución!"

Nuestro hotel estaba ubicado frente al Malecón, y pasa exactamente a lado la Avenida Paseo, la cual llega perpendicularmente a la Plaza de la Revolución. Aunque el tiempo en llegar fue breve, vimos muchos árboles, de troncos gigantescos y ramas enormes, y claro, la existencia de basura en las calles simplemente no era real. El señor nos dejó frente a la Biblioteca Nacional "José Martí", a un costado de la plaza. Cuando estuvimos en las puertas de la Biblioteca, un guardia nos dijo que estaba cerrada por remodelación, pero que además, en Cuba todo estaba cerrado al ser día feriado. De acuerdo a las palabras del guardia que más tarde confirmaríamos, los cubanos conmemoran el asalto al Cuártel del Moncada (inicio de la Revolución) descansando el día 26 de Julio, aparte del día anterior y el día siguiente. El 26 de Julio de 2011 cayó en Martes, por lo que desde el Domingo en Cuba había asueto, pasando por el Lunes, Martes y Miércoles. Atónitos ante esta realidad, avanzamos hacia la Plaza, y el sentimiento que sentí al estar en ese lugar era indescriptible. Aunque la plancha parecía un estacionamiento rectangular y no era tan grande como la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, se sentía una vibra que transmitía el saber que ese lugar era eminentemente histórico. La Plaza de la Revolución está rodeada de árboles gigantes, edificios que albergan distintos Ministerios, como el del Interior y el de Comunicaciones donde se colocaron los relieves de las imagenes del Comandante Ché Guevara y el Comandante Camilo Cienfuegos. De frente a esas figuras, está el Memorial "José Martí", construido por Fulgencio Batista, el tirano al cual la Revolución derrocó. En el Memorial se encuentra una enorme estatua de Martí, un museo dedicado a su vida y una torre altísima, la cual es el edificio con mayor elevación de toda Cuba y que cuenta con un excelente mirador. Sin embargo, no pudimos entrar al Memorial: todo estaba cerrado debido al feriado del 26.

Ante esa frustración, nos mantuvimos un poco más de tiempo en la Plaza y, a iniciativa mía, caminamos hacia la Universidad de La Habana. Gracias al mapa que llevábamos y a que unos señores que estaban en el parque que sigue a la Plaza nos supieron ubicar, sumado a que en La Habana todas las calles tienen señalizaciones, pudimos llegar sin ningún problema de desviación. Mientras más nos acercábamos a la Universidad, la altura de los árboles aumentaba considerablemente, haciéndome sentir más chaparro de lo que ya soy. A mitad del camino, decidimos tomar una cerveza para refrescarnos en un puesto que simulaba ser una palapa. La despachadora me dijo, previa pregunta mía, que era legal en Cuba consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, lo cual comprobamos al pasar justo a lado de una pareja de oficiales sin ser molestados. Tras al menos una media hora de caminata, y después de haber dejado atrás la Plaza, la Central de Omnibuses, la Escuela de Odontología y demás lugares importantes, nos encontrábamos en las escalinatas de la Universidad de La Habana, fundada en 1728.

Para confirmar que teníamos mala suerte, no podíamos llegar hasta la estatua del Alma Máter, ya que una cuerda, aparte de 4 vigilantes (2 hombres y 2 mujeres) se aseguraban de que solo subiéramos los escalones de la escalinata hasta donde estaba la cuerda, esto por que la Universidad estaba cerrada al ser tiempo de vacaciones. Después de las fotos de rigor, nos dirigimos al lado izquierdo de la Universidad, ya que en ese flanco se ubicaba el Museo de Napoleón. Teníamos la intención de entrar, pero como cobran, dudábamos si valía la pena entrar al museo de una persona que nunca visitó La Habana. Mientras arreglábamos nuestros planes, pasaron 2 jóvenes, que portaban cada uno un cuaderno bajo el brazo, dando la imagen de ser estudiantes. Los abordé y les pregunté si era bueno visitar el Museo Napoleón, a lo que ellos nos dijeron que había lugares mejores para ir, ya que entrar a ese museo era realmente intrascendente. Nos recomendaron ir mejor al Callejón del Hammel, epicentro de la cultura afrocubana en La Habana, y también ir a la Casa de la Federación Estudiantil Universitaria, casa donde Fidel Castro vivió mientras estudió Derecho. Entusiasmados por los lugares, mi hermana les pidió la dirección de esos sitios, a lo cual nos respondieron los muchachos que ellos nos acompañaban, ya que iban para la casa estudiantil y el callejón les quedaba de paso.

Durante la caminada, les hacía las preguntas de rigor a los muchachos. Me dijeron que estudiaban Historia y Filosofía, que los 2 eran de ciudades de provincia, uno de Cárdenas y otro de Matanzas. El de menor estatura, Angel, me dijo que de los 8 partidos que hay en México, les deberíamos de pasar 1 por que ya no quieren al que está en Cuba (Partido Comunista), afirmó que la gente en Cuba piensa cosas pero teme decirlas, y que Raúl era más autoritario que Fidel, ya que mientras Fidel era de formación abogado y le gustaba convencer y debatir, Raúl era un tirano que quería implantar una dictadura militar, pero que los jóvenes como ellos impedirían que así sucediera ya que Cuba es un país "libre, soberano e independiente". Ese tipo de comentarios me hacía ante las preguntas de orden político, pero sobre la situación económica de la isla tanto Angel como el otro muchacho, Alejandro, respondían diciendo que Cuba era un país pobre económicamente pero rico culturalmente, frase que me repitieron varias veces. Al llegar al Callejón, me agradó la vista, ya que los edificios alrededor si estaban remozados, pintados y bien cuidados, a diferencia de varios de Centro Habana, zona en la que nos ubicábamos. Colores vivos y visos africanos adornaban las paredes, frases y refranes decoraban los murales pintados, y personas portando la vestimenta santera blanca hacían de ese Callejón un lugar bastante agradable. Sentados en el piso, bajo la sombra del árbol central del callejón, ordenamos una bebida tradicional de Cuba, un "negrón", bebida hecha a base de alcohol, miel, limón, menta y agua mineral con mucho hielo. Mi hermana estaba tan compadecida de los muchachos que nos decían que les era muy difícil tener algo que comer por lo menos una vez en el día, que decidió invitarles un "Negrón" y comprarle a las personas que estaban en el Callejón sus copias pirtas de discos de cantautores cubanos. Uno de los discos era de canciones de Carlos Manuel, cubano que a principios de la década del 2000 se fue a vivir a Nueva York, EUA, razón por la que desde entonces se le considera un "gusano" en los medios de comunicación cubanos. Alejandro me comentó que el quería mudarse a Estados Unidos, mientras que Angel dijo que quería pasar una temporada allá trabajando y regresar tras un tiempo a Cuba. Todos esos comentarios tan ásperos hacia el gobierno cubano, y en especial hacia Fidel y Raúl, provocaron que se generara dentro de mi un sentimiento muy fuerte de decepción. Estos muchachos, estudiantes, de 24 años, estaban orgullosos de ser cubanos, y de acuerdo a lo que me dijeron, reivindicaban la Revolución contra Batista, e incluso, sentían cariño sincero por el Ché y Camilo Cienfuegos, pero sostenían la idea de que tanto Fidel y Raúl habían traicionado sus ideales, y que al salir Raúl del poder, pondrían al otro hermano, Ramón, al frente de la Presidencia de Cuba. Simplemente sus palabras me golpeaban, estos muchachos no tenían una razón personal para decir mentiras, por lo que solo podía creerles.

Terminando de comprar los discos, que por cierto yo también compré uno ante la insistencia de Priscilla, nos llevaron a la casa de la FEU. Una guardia de la casa nos dijo que solamente podíamos estar en el primer piso. Ví en la oficina principal las típicas fotos de Fidel y el Ché, mientras que en un cuartito donde estaba un garrafón de agua estaban las fotos de Fidel y Raúl. Priscilla, Alejandro y Angel entraron antes a la FEU, mientras yo me quedaba atrás tomando fotos. Cuando pasé al pasillo de recepción, Priscilla me jaló hacia ella y me dió un paquete envuelto en papel blanco, y me ordenó guardarlo inmediatamente en mi morral. No pregunté que era y obedecí de inmediato. Pasamos al comedor de la casa y me dijeron que eran puros, que Priscilla se los compró a Alejandro al precio que les daban a los estudiantes, 25 CUC´s cada mazo de 25 puros. Solamente tomamos agua, y al salir de la FEU, antes de despedirnos, Angel le vendió a Priscilla 4 paquetitos de café de marca "Hola", a 5 CUC´s cada paquete, ya que dijo Angel que ese era el precio que a ellos les daban. Al ya despedirnos, Alejandro se le acercó a mi hermana a pedirle dinero para los 2 para comer, y mi hermana solidariamente les dió 10 CUC´s. Nos despedimos y mientras ellos se dirigían hacia abajo de la calle de la casa de la FEU, mi hermana y yo, taciturnos y reflexivos por lo comentado por los muchachos, decidimos ir a la Heladería "Coppelia" para despejar la mente un poco.

El helado de Coppelia no tiene nada de especial, aunque su sabor me agradó, el hecho de no estar tan frío como quería e incluso casi tibio le restó calidad. Los kioscos que están alrededor del domo principal solo aceptan pagos en CUC, por lo que es mentira que a los cubanos se les niegue comprar donde lo hacen los turistas, solo que ellos prefieren comer dentro del domo y hacer largas filas ya que el helado costaba 2 pesos cubanos, a diferencia de los 2 CUC´s que a los turistas nos sale el capricho. Mientras comía el helado, mi hermana les preguntó a 2 trabajadoras cubanas de la heladería, una rubia y otra negra, su opinión sobre los productos que compramos: Tabaco "Crédito" y Café "Hola". Las señoras nos dijeron que eran productos de baja calidad, al menos comparados con otros, que cada puro de la marca "Crédito" costaba 1 peso cubano, y que el paquete de café "Hola" costaba 5 pesos cubanos. Cuando escuchamos eso, nos queríamos morir: Alejandro y Angel, los estudiantes que se morían de hambre, nos habían estafado, y aparte, mi hermana les había regalado 10 CUC´s. Al terminar de comer, caminamos por toda la avenida conocida como "La Rampa", hasta llegar a la Avenida de los Presidentes, donde tomamos un taxi al Hotel. Más que cansados, era el coraje de ser estafados lo que nos hizo regresar temprano al Riviera.

Para relajarnos un poco, bajamos a la piscina del hotel, cuya agua estaba salada. Nos salimos casi de inmediato, y conversamos con una muchacha negra que estaba acompañada de un italiano "amigo" suyo. De volada notamos que la muchacha era de la vida galante, y nos comentó que tenía 22 años y era Ingeniera Civíl. El italiano tenía 37 años, era Profesor, pero francamente no se veía muy listo. Platicando con la muchacha, nos contó un relato muy parecido al de los "estudiantes" estafadores, mientras que su mentado amigo italiano, le respondía con negativas a ciertos comentarios, como la negación del derecho a salir como turistas a los cubanos, sin mencionar que el condicionamiento era tener una carta invitación.

Terminada la conversación, nos alistamos para ir al Parque Cívico Miltar Morro-La Cabaña. Ese parque es un conjunto de fortalezas coloniales que usaban los españoles para guarecer a La Habana de los ataques de piratas. Se encontraba en el este de la ciudad, por lo que había que atravesar la bahía a través del túnel que pasa por debajo de ella. Lo interesante de ir a ese lugar es ver la ceremonia del "cañonazo" a las 9 de la noche. La ceremonia consiste en que se dispara un cañón del siglo XVII, pero antes un grupo de soldados utilizan la vestimenta típica que portaban los españoles al momento de activar el cañón, lo cual en aquellos tiempos, indicaba que todos tenían que guarecerse en sus casas y no salir en toda la noche. Una especie de toque de queda colonial. Al llegar a la fortaleza y estar dentro de sus murallas, mi hermana platicaba con los artesanos y yo con un señor que vendía libros usados. Este señor me contó que el participó en la Revolución de 1959 en el Movimiento 26 de Julio, como integrante de los grupos estudiantiles. Afirmó que militó en el Partido Comunista de Cuba en sus inicios, aunque luego salió por problemas con los camaradas. Entre las muchas cosas que me contó, dijo que los cubanos pueden salir cuando quieran de Cuba, pero para ir de turista se necesita presentar una carta invitación. Me confió el hecho de que el fue a ver su hija en Miami, la cual vive "como una perra". Afirmó que muchos jovenes de Cuba quieren irse del país por desconocer los motivos y razones por las que Cuba no crece al ritmo que debería de crecer; pero además, sostuvo el señor de nombre Carlos Fernández, los jóvenes cubanos creen que con la educación que les dan en Cuba, pueden tener el trabajo que sea y super bien pagado en cualquier otro país, y que dicha idea se la han metido los turistas y la familia exiliada. Los jóvenes de Cuba no se detienen a pensar que en todos los países del mundo existen muchos profesionistas sin empleo en su país de origen, pero aún así creen que todos los países los recibirán con las manos abiertas, que el mundo está esperando a los profesionistas cubanos. Intercambiamos números y correos y me despedí de el. Después de eso, fuí hacia donde estaba mi hermana, para tener un lugar cerca al cañón y ver la ceremonia. Aunque no era tiempo vacacional alto de acuerdo a los taxistas, la Fortaleza estaba repleta de gente. Al finalizar la ceremonia, eventualmente Priscilla y yo nos separamos, sin podernos encontrar. La busqué por todo el lugar, incluso fuí a la parte del cuártel que está acondicionado como discoteca y donde varias y varios cubanos bailaban salsa, pero mi hermana no aparecía. Fue hasta que me conduje a la salida que la encontré, platicando con los taxistas.

Un muchacho de nombre Miguel Darián nos llevó en su taxi al hotel, y nos cobró 4 CUC´s, a diferencia de los 6 CUC´s que nos cobró el taxista que nos llevó del hotel a la Fortaleza. Miguel nos contó que había estudiado Ingeniería Electromecánica, y que había dejado el trabajo que tenía en la compañía estatal de electricidad por que quería ganar más dinero: En un mes ganaba 50 CUC´s ejerciendo su carrera, en un día manejando el taxi podía ganar esos 50 CUC´s. Su comentario se reforzaba con el hecho de estar bien vestido, incluso me pareció que su ropa era de marca. Mi hermana le contó que fue víctima de una estafa, y aunque Miguel reconoció que fue un mal acto, justificó la treta al decir que la situación económica orillaba a la gente a actuar así, que estafadores eran solo un 1% de los cubanos, y más cosas de ese estilo. A todos los cubanos que les contamos la estafa durante el tiempo que estuvimos en La Habana, nos respondieron en el mismo tono que Miguel. Esa noche mi hermana durmió hablando mal de Cuba y los cubanos, y me dijo que no quería salir temprano mañana. Yo también dormí con algo de incomodidad.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Una Semana en La Habana - Martes 26 de Julio.


Aterrizamos a las 9:30am, 6:30am horarios de Tijuana. El vuelo de Aeroméxico fue rentado por Havanatur. Según ellos dieron cena, pero solo era un miniplatito de juguete, prácticamente una caja de petri que tenía espinacas, y un pedazo de pan con láminas de queso y jamón. Y eso que iba en clase premier.

Cuando el avión se colocó debajo de la altura de las nubes, ya volábamos sobre la isla. Aunque todo el territorio abundaba en vegetación, exceptuando las zonas habitadas, había pocas tierras ambientadas para cultivar. Dice Raúl Castro que ese el motivo por el que se importan el 80% de los alimentos, por que los cubanos no quieren ser campesinos.

Al salir del avión, se puede apreciar que el famoso Aeropuerto Internacional "José Martí" es más pequeño que el Aeropuerto de Tijuana, aunque luego me enteré que estábamos en la terminal #1 de 5. Eso si, el rojo es el color predominante. Después de atravesar el area de abordar, llegamos a las ventanillas de migración. Al menos una treintena de cubículos, uno seguido por otro, alineados de forma horizontal, tan solo separados por un pasillo donde se colocaban los visitantes para contestar las preguntas del personal. Cuando tocó mi turno, me pidieron el pasaporte, la visa y que mirara a la webcam para tomarme una foto. Familiares, amigos y conocidos que han ido a Cuba me decían que se hacía un largo interrogatorio, pero yo ni 5 minutos estuve ahí. Posteriormente, pasé por el punto de revisión de pasajeros y de ahí a recoger el equipaje. Finalmente, alcancé la sala de espera de entrada al aeropuerto. Una cantidad importante de personas, al menos un centenar, se agolpaban a recibir a sus familiares. Inmediatamente divisamos las cajas de cambio, las famosas "CADECA´s", de propiedad estatal. Ahí pedí que me canjearan los 300 pesos mexicanos que unos compañeros me habían dado para que les comprara libros por pesos cubanos, pero la despachadora contestó "la moneda que usted usará son pesos convertibles". Me lo dijo de una manera tan contundente, que no hice más preguntas y le pedí que me canjearan mis dólares.

En Cuba hay 2 monedas: el peso cubano, con el que reciben su sueldo de trabajo los cubanos, y los pesos convertibles, moneda que se le da a los turistas por su moneda nacional que también pueden usar los cubanos. Un dólar estadounidense equivale a 0.92 pesos convertibles, es decir, es más caro un "CUC" (Cuban Convertible, por sus siglas en inglés) que un dólar. Además, las "CADECAS" cobran un 10% de impuesto al monto que se cambie en dólares. Cambiar la moneda estadounidense es un campo de batalla más en el cincuentenario enfrentamiento entre el gobierno de los EEUU y el gobierno emanado de la Revolución.

Terminando de cambiar el dinero, llegamos al omnibus (camión) que nos trasladaría al hotel. Antes de subir, la señora que estaba atendiendo a los turistas, una tal Mercedes, nos intentó timar a mi hermana y a mi, pidiéndonos 30 CUC´s a cada uno, según ella para apartar nuestro vuelo de regreso en clase premier. Como eso ya estaba reservado con antelación, simplemente le dijimos que no. Subimos al omnibus y nos enfilamos a la Ciudad de La Habana.

Debido a que el aeropuerto está en el campo, alejado de la ciudad, tardamos unos 25 minutos en llegar al hotel. Eran las 10:30am cuando el camión arrancó. En el camino, me percaté de 2 cosas: la mayoría de los edificios están muy deteriorados, desgastados por el paso del tiempo sin recibir mantenimiento, mientras que las carreteras están en muy bien cuidadas. Jardineras, camellones, y una exhuberante flora adornaba nuestro andar. Fue hasta que se puso el omnibus en movimiento, que me "cayó el veinte" de que estaba en Cuba: aparecieron edificios que tenían pintado en sus paredes "Patria o Muerte", "Venceremos", "Juntos a la victoria", "Viva Fidel", "Libertad a los 5 presos de Miami" y demás consignas. Murales, pintas, anuncios espectaculares o simples cartulinas, reproducían esas frases por todo el trayecto. Además, de las ventanas de los edificios colgaban banderas cubanas y estandartes conmemorativos del 26 de Julio, fecha en la que sucedió el asalto al Cuártel de Moncada dando inicio a la Revolución Cubana y nombre del movimiento que derrocó a Fulgencio Batista en 1959.

Tras dejar al resto de los pasajeros en su respectivo hotel, llegamos al nuestro, el "Hotel Riviera", el hotel donde se hospedaba Salvador Allende cuando visitaba Cuba. La ruta que el omnibus había tomado parecía turística, ya que pasamos a un costado de la Plaza de la Revolución, la Universidad de La Habana y un sinnúmeros de edificios coloniales.

Ya en el hotel e instalados en nuestra habitación, mi hermana se dió un baño, cambió de ropa y bajó al restaurante del hotel a comprarse un café. Yo no pude conciliar el sueño en el avión, por lo que caí rendido en la cama. Al dar las 12 del día, bajamos al lobby pidiendo un taxi, nos moríamos de hambre y queríamos comer lo más rápido posible. Primeramente un taxista nos ofreció llevarnos a un lugar donde nos cobrarían 15 CUC´s a cada uno, lo cual era carísimo. Pero casi de inmediato, se acercó el gerente del hotel, un señor de nombre Tony, quien nos habló de un "paladar" (restaurante privado) que nos cobraba 15 CUC´s por mi hermana y por mi. Sin pensarla 2 veces, le tomamos la palabra. Antes de subir al taxi que Tony nos señaló, nos aclaró que el paladar estaba en su casa, que era legar, limpio y reconocido por el Estado, pero que el hotel le prohibía llevar huéspedes a su casa, por lo que nos pidió discreción.

La casa de Tony era un piso integrante de un conjunto habitacional, ubicado a 5 minutos en carro del hotel. La zona en la que estábamos era "El Vedado", llena de árboles cuyas hojas tocaban el suelo, donde las casas estaban menos desgastadas y era más notoria la presencia de autos. Se me hizo curioso que Tony viviera en un departamento, y que sus vecinos vivieran en enormes casas. Mientras nos hacían de comer, platicábamos con el hermano de Tony, José, sobre su situación económica y si podía viajar al extranjero. El señor nos dijo que para todo se necesita dinero y siempre se está buscando más, pero que en casa no les faltaba nada indispensable. Mencionó que para salir de Cuba, tanto el gobierno de la isla como el del país de visita exigen muchos papeles, desde exposición de motivos hasta chequeo médico. Hago una pausa para aclarar que durante toda mi estancia en La Habana, le pregunté a todo el cubano que tuvo la disponibilidad de contestar acerca de la situación económica que vivia, si estaba de acuerdo con el sistema político y sobre la cuestión de las libertades individuales. Prosiguiendo, José aclaró que los papeles se podían conseguir, pero que lo más difícil y casi imposible era pagar el pasaje. Antes de comer, dijo que el país que más quiere conocer era el nuestro, México, lo que por alguna razón me alegró.

Mientras estuvimos en el paladar, llegaron muchos jóvenes a comprar refresco de melón y pan con "tortilla", es decir, una especia de sandwich, hecho por un pan parecido al bolillo de color amarillo, relleno de huevo batido extendido como una tortilla. A uno de esos muchachos le pregunté a que se dedicaba, y contestó que estudiaba estomatología. Le pregunté si al finalizar su carrera podría ejercer la profesión y respondió categóricamente que si, que después de recibirse y hacer los 3 años de servicio social profesional, tenía la opción de trabajar en el hospital donde prestó el servicio. La hija del hermano de Tony, Arleti (muchos cubanos tienen nombres horrorosos) nos comentó que estudiaba carrera técnica, ella sería Técnica Agrónoma y su novio nos dijo que era Técnico en Computación, y que trabajaba en el laboratorio de cómputo de una escuela.

Nos sirvieron de comer arroz con frijoles negros, papas hervidas en rodajas con jugo de limón, pollo frito, "ensalada" (pepinos con aguacate) y los famosos "tostones", que son trozos de plátano verde frito en aceite, y un poco de pan. La comida estaba buena, muy salada pero rica, y la bebida, un refreso de melón, era muy dulce. Me dijo mi hermana Priscilla que así comen los cubanos: platos muy salados y bebidas muy dulces. Cuando terminamos de comer, nos dieron un muy rico café cubano.

Durante la comida, José, Arleti y su novio, más la esposa de José y su hermana, nos preguntaron como era la frontera físicamente y si podíamos entrar a Estados Unidos. Se impresionaron cuando les dijimos que llegábamos en 5 minutos caminando, que a los habitantes permanentes de las ciudades fronterizas de México nos era fácil adquirir la visa de turista con solo pagarla, y pusieron cara de temor cuando les hablamos sobre la seguridad desplegada por el gobierno estadounidense por toda la frontera. Finalmente, nos despedimos y salimos a la calle, donde ya estaba el taxi que nos había llevado al paladar esperándonos.

Nos dirigimos a la Habana Vieja. El taxista nos cobró 8 CUC´s por todo el trayecto (hotel-paladar-Habana Vieja). Mientras íbamos en el taxi cruzando el Malecón, el taxista ante las preguntas que le hacía nos comentaba que a el no le gustaba la política, y que no sabía hasta cuando se seguiría celebrando el 26 de Julio. Este taxista fue la persona que manifestó más aversión al socialismo y quien se expresó de la manera más negativa de Fidel y de Raúl. El taxista nos dejó atrás de la Catedral, le pagué los 8 CUC´s y nos dirigimos a una de las casas que vendían artesanías, morrales y camisetas del Ché. De ahí pasamos a la Plaza de la Catedral, y caminamos un rato por la Habana Vieja. Al igual que en el Malecón, vimos muchos edificios derruidos y otros que estaban en proceso de restauración. Decidimos finalizar nuestro primer día en La Habana tomando un daiquirí en el lugar donde lo tomaba el escritor Ernest Hemingway: La Floridita. Dentro del local, se cristalizó uno de los deseos que más anhelaba: escuchar en vivo la canción "Hasta Siempre", escrita por Carlos Puebla en homenaje al Ché Guevara. Al salir del restaurante-bar, tomamos un bicitaxi que nos prometió llevarnos por 5 CUC´s al hotel. Atravesamos la zona de Centro Habana, cuyas construcciones eran más modernas pero también descuidadas. El ciclista nos dejó a lado del Hotel Nacional, argumentando que la policía no lo dejaba pasar, y nos intentó timar diciendo que el cobro eran 5 CUC´s por cada uno, lo cual nos negamos a pagar. El muy desgraciado nos había dejado bastante lejos del hotel, así que caminamos un largo trecho del Malecón. Al llegar, nos quedamos el resto de la tarde y noche en la habitación viendo CubaTV antes de dormir. En el hotel me enteré que la cifra de los taxis estatales por llevarte a cualquier sitio eran 5 CUC´s, que era una tarifa fija, por lo que lo que nos cobró el taxista era una cantidad injusta, ya que se llevó 3 CUC´s de los 8 para su bolsillo directamente. Me dormí reflexionando que curiosamente, ese taxista que sufría tanto por la Revolución y que odiaba a Fidel, nos cobró demás.

martes, 2 de agosto de 2011

Una Semana en La Habana - Lunes 25 de Julio.


El pasado Lunes 25 de Julio, viajé a la capital de la República de Cuba, La Habana, estuve en esa ciudad durante una semana. Desde hace mucho tiempo que quería visitar ese país, cuya historia, cultura y polémico sistema social capturan mi atención. Este escrito junto con los otros, son la transcripción de los apuntes que tenía en el diario que lléve conmigo. Este viaje lo realicé con mi hermana Priscilla. Sin más preámbulos, la historia fue así:

Un día antes de la salida, me enteré que el señor Víctor Ojeda, quien trabajó como biliotecario antes de su jubilación en la escuela donde cursé el bachillerato, iría a Cuba en las mismas fechas que yo. Me puse en contacto con el y nos vimos el Lunes por la mañana en un conocido restaurante de la ciudad. Ahí me dió algunas recomendaciones y me regaló un plano de La Habana, el cual me sería de mucha utilidad.

Siguiendo las indicaciones de Don Víctor, mi hermana Priscilla y yo llegamos a las 9:30pm, 3 horas antes del despegue del avión. Pensábamos que estaríamos al menos dos horas matando el tiempo, pero nada de eso fue así. Para empezar, tuvimos que llenar una forma dando detalles de nuestra salida, y luego pagar los 52 pesos de derecho de salida que exige el Instituto Nacional de Migración (INAMI), impuesto del cual nos enteramos de su existencia cuando estábamos a punto de documentar. Después de eso, volvimos a la fila y documentamos el equipaje, pero la señora que nos iba a dar los pases de abordar nos pidió llenar una nueva forma. Salimos del area de documentar y regresamos al cubículo del INAMI, y para nuestra molestia, nos dice un trabajador del Instituto que ya no había formas que llenar debido a que no eramos extranjeros. Nos acompañó hacia el area de documentar y por fin obtuvimos nuestros pases de abordar. Pero eso no fue el fin: Mi hermana llevaba una botella de salsa en su equipaje de mano, y le dijeron que excedía el límite de militros permitidos, por lo que tendría que dejarla o regresarse a documentarla, lo cual decidió hacer. Por todas esas cosas, pudimos pasar a la sala de espera hasta las 10:30am, una hora después de nuestra llegada.

Como viájamos en clase premier, estuvimos en la sala de ese tipo, y solo había chilangos dentro de ella, con la excepción de una japonesa que se cambió 3 veces de pantalón y falda por alguna razón que solo ella conoce. Antes de abordar, había que ir a que nos sellaran unas hojas de migración que nos dieron antes de recoger el pase de abordar, lo cual hicimos a las 12:00am. Después de tanto papeleo, por fin subimos al avión a las 12:35am, pero tanto los pilotos como las sobrecargo no habían registrado su salida de México en el INAMI. Así que la salida se demoró hasta la 1 de la madrugada, mientras los pasajeros matábamos el tiempo leyendo las instrucciones de salida en caso de accidente.

El avión estaba lleno de cubanos. La mayoría de ellos, usaban ropa de marca y joyas ostentosas. Los muchachos vestían como raperos, con demasiado "bling bling" y aretito de diamante de fantasía en la oreja incluido. Muchos de ellos vivían en Estados Unidos y usaban el aeropuerto de Tijuana, ya que por el embargo económico a Cuba, no salen vuelos a ese país desde los EEUU. Pero también habían cubanos que vivían en Cuba, y habían estado de vacaciones en Las Vegas, apostando en los casinos y conviviendo con sus familias. Había una cubana casada con un alemán que iba a visitar a su familia. La acompañaban sus 2 hijas, una niña de 8 años y una bebé de 2. Las niñas nacieron en alemania, pero por motivos de trabajo de su padre, vivían en los Estados Unidos, por lo que las niñas hablaban con fluidez 3 idiomas: alemán por su país natal y su padre, español por la madre e inglés por donde vivían. Todo un ejemplo de la futura "Aldea Global".

Con todo ese ajetreo, pude dormir en el avión, esperando despertar surcando los cielos cubanos.