lunes, 8 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Domingo 31 de Julio.

Mientras desayunábamos, un grupo de 3 muchachos se nos acercaron. Nos comentaron que eran de las Islas Canarias, España, y nos invitaron a salir con ellos. Aceptamos gustosos, pero nos enfrentábamos a un problema: tanto ellos como nosotros no teníamos una agenda definida. Los canarios tenían planeado salir el Martes hacia las playas de Varadero, así que cualquier idea era buena para ellos. Mi hermana recordó que los muchachos que nos estafaron el Martes mencionaron que los Domingos en el Callejón del Hammel había rumba en vivo, así que hacia allá nos dirigimos.

En el Callejón, le contamos al pintor que trabaja en ese Callejón que sus amigos nos habían estafado. El pintor se comportó como el resto de los cubanos: nos acusó de bobos, de ingenuos, que deberíamos de sentirnos aliviados de que no nos hicieron algo más y cosas por el estilo. A pesar de eso, me regaló puros Montecristo, la marca que fumaba el Ché Guevara como muestra de que no todos los cubanos quieren robarle algo al turista. Para pasar el rato, pedimos unos "Negrones" y comenzamos a platicar con los afrocubanos y un uruguayo rastafari que deambulaba por el lugar. Es en ese momento en que apareció alguien que no me esperaba:Alejandro, uno de los muchachos que nos estafó a mi hermana y a mi. Alejandro se acercó cínicamente hacia nosotros a saludar, pero Priscilla le reclamó la estafa airadamente. Alejandro corrió despavorido meneando su cabeza a los lados como negando el robo, pero a pesar de ello huyó. Después de ese amargo momento, y de regalar algunas camisas que había llevado, terminamos con los negrones y nos fuímos caminando hacia La Habana Vieja. Tanto los canarios como mi hermana querían comprar artesanías, así que enfilamos nuestro andar hacia el "Palacio de las Artesanías".

Deambulamos un rato por la Habana Centro, observando la constante ironía de las casas derruidas pero las calles arregladas, en cuyas banquetas abundaban las mesas de madera en las que los cubanos se agolpaban para jugar dominó. Llegamos al Malecón y seguimos nuestro camino, ambientado por la plática de los canarios. Estos muchachos pensaban votar por el Partido Popular (derecha) en las elecciones generales de España en 2012, eran promonárquicos, habían ido a Cuba con el objetivo de disfrutar del sol, la arena, el mar y las putas, y pensaban que la vida en la isla era horrible, es decir, eran de pensamiento completamente distinto al mío. Sin embargo, eran simpáticos y con buen sentido del humor, por lo que nuestras diferencias no afloraron. A ellos también los habían estafado, por lo que tenían una actitud bastante "mamonista" hacia los cubanos, burlándose de ellos y buscándoles pleito.

Finalmente llegamos al mentado Palacio, cuyos productos artesanales no tenían nada de especial y sus precios eran más caros que en otros lados. Decidimos irnos a comer, y desde luego, los llevamos a la Asociación Canaria, lugar en el que se sintieron como en casa, ya que el comedor de la Asociación está decorado a la usanza de un restaurante canario. Después de comer, Priscilla decidió irse al hotel, se había cansado por la caminata en el Malecón. La acompañamos a tomar el taxi en Parque Central, y de ahí los canarios y yo regresamos al bar de la Asociación, en donde estaba sentado en la barra el cubano rubio hartoso del Sábado. Tras degustar unos mojitos, fuímos a la Bodeguita del Medio a seguir tomando mojitos. Cuando comenzó a caer el sol, decidimos irnos al hotel, quedando de acuerdo en vernos en la noche en el lobby para salir a un lado.

Como a eso de las 10am, Priscilla y yo llegamos al Jazz Café, un lugar ubicado en la Plaza Comercial frente al hotel, en cuya entrada te cobran 10 CUC´s para poder ingresar, pero esos 10 CUC´s son canjeables por su equivalente en bebidas, por lo que en realidad no es un cobro, si no un consumo mínimo. En la mesa que nos sentamos teníamos a lado a unos 4 muchachos que venían de Culiacán, Sinaloa, con quienes hicimos plática inmediatamente. Después de un rato llegaron los canarios, así que ya eramos un grupo grande en un solo sitio. Eventualmente salimos del jazz y mi hermana fue a dormir al hotel. Yo me quedé con los "culichis" y canarios, ya que dijeron que la noche apenas había comenzado, pero para mi mala o buena suerte, no supe cuando terminó.

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