lunes, 22 de junio de 2015

Un Sistema Electoral para la Sociedad Compleja del Siglo XXI: propuesta para México.

Este ensayo versa sobre una reflexión en torno a los sistemas electorales y sus efectos sobre el electorado vistos en el Módulo III, discusión abordada por los Profesores Rafael Morales y Daniel Tacher, pero bajo el enfoque de las teorías de la posmodernidad, destacando la teoría del desorden de Georges Balandier y de la sociedad despolitizada de Nicolás Tenzer, teorías abordadas en el Módulo I por el Dr. Edgar Jiménez junto con otras que serán mencionadas en el ensayo.

En su primera clase, el Dr. Jiménez Cabrera aborda el análisis político desde lza perspectiva de las teorías de la posmodernidad, con la cita frecuente al cambio del orden mundial sufrido a raíz de la expansión de la globalización. En el texto utilizado como introducción al Módulo I, señaló que en los tiempos actuales “Se han modificado los límites entre lo público  y lo privado, que a su vez se expresa en la multiplicación de actores, esto nos lleva más allá de la simple observación de la pluralidad de actores, partidos políticos y movimientos sociales al reconocimiento de que las bases tradicionales de la representatividad se han visto alteradas. Es decir, la misma política como actividad se ha transformado, y los cambios se pueden percibir en los partidos políticos y su dificultad para adaptarse a las nuevas demandas de los electores y a una sociedad cada vez más despolitizada.

Este ensayo pretende demostrar que un sistema electoral proporcional de listas abiertas por estado es el sistema electoral requerido para la sociedad actual caracterizada por el predominio del desorden y una extendida despolitización. Ante una política cada vez más atomizada e individual, un sistema electoral proporcional puede ayudar a volver a agregar preferencias y colectividades.

A partir del triunfo del neoliberalismo a nivel mundial, de la expansión de la economía de mercado así como el desligamiento entre los tecnócratas y la política, la segunda se ha comenzado a repensar desde diversos paradigmas. En la última década en América Latina, diversos gobiernos de corte populista han enfrentado la concepción del pensamiento único de la sociedad, proponiendo nuevas formas de gobernar la economía así como la sociedad. 

Fukuyama al decir que la historia había terminado cometió el error de creer que la sociedad no se renovaría al momento del triunfo neoliberal, y no meditó las contradicciones que la posmodernidad generaría entre la sociedad. En un mundo cada vez más individualizado, donde las viejas instituciones caen y dejan de ser útiles para amalgamar a los individuos, donde la economía hace hincapié en el éxito individual y las elecciones parecen de manera más acelerada una competencia por elegir al producto mejor ofertado (coincidiendo con la teoría económica de la democracia de Anthony Downs que visualiza a los políticos como emprendedores dentro de un mercado electoral), las sociedades pierden concepciones y paradigmas que logren explicarla. 

Vivimos tiempos gramscianos donde lo antiguo de la sociedad anterior permanece y lo nuevo de la actual sociedad no termina de cuajar, lo cual nos convierte en una sociedad compleja. Edgar Morin definió a esta realidad de la siguiente forma: “La complejidad coincide con un aspecto de incertidumbre, ya sea en los límites de nuestro entendimiento, ya sea inscrita en los fenómenos. Pero la complejidad no se reduce a la incertidumbre, es la incertidumbre en el seno de los sistemas ricamente organizados. Tiene que ver con los sistemas semi-aleatorios cuyo orden es inseparable de los azares que incluyen. La complejidad está así ligada a una cierta mezcla de orden y de desorden, mezcla íntima, a diferencia del orden desorden estadístico, donde el orden (pobre y estático) reina a nivel de las grandes poblaciones, y el desorden (pobre, por pura indeterminación) reina a nivel de las unidades elementales”.

Esta noción de complejidad permite realizar análisis muy ricos, ya que aunque la palabra pudiera hacer creer que se refiere a países en vías de desarrollo, esto no es necesariamente correcto: son las sociedades desarrolladas las que presentan mayor grado de complejidad ya que su diversidad y heterogeneidad es tal que supera a las sociedades relativamente homogéneas del mundo subdesarrollado.
La actual sociedad presenta una individualización de la vida que se expresa en todas las áreas. Georges Balandier al decir “la sociedad ya no es lo que era”, lo dice todo: la sociedad está perdiendo las instituciones que le daban sentido y nos enfrentamos a una “desocialización de la sociedad”. Balandier afirma que “lo social también es capaz de morfogénesis imprevisibles, de lo inédito, de una producción continua de sí mismo en la cual orden y desorden actúan juntos, de un acrecentamiento  de la complejidad multiplicador de los posibles y, por consiguiente, es un factor de improbabilidad. La idea misma de la sociedad, en cuanto totalidad establecida en la permanencia, comienza a ser rechazada; ilusión sobre el carácter de las cosas sociales o proyección en un futuro siempre diferido o perversión que se realiza por el totalitarismo”.

Balandier sigue de forma contundente reflejando como la sociedad pierde sus jerarquías: “Todo parece entonces deshacerse y se deshace realmente: las jerarquías, el derecho y la justicia, la salvaguarda de las personas y los bienes, la presión, de los valores y el conformismo ya no funcionan más; es el retorno de una especie de caos colectivamente puesto en escena”

Esta crisis de la sociedad se expresa en la despolitización de la misma. Nicolas Tenzer tiene cinco puntos con los que expresa que la crisis de la política se ve muy difícil de encontrar la salida:
a) Relación de ambigüedad con el poder político.
b) Temor al conflicto, generando inacción política.
c) Deformación de la libertad como idea, perdiendo su connotación de libertad para, limitándose a una libertad de.
d) Incapacidad para definir los principios de la organización colectiva.
e) El fin de las referencias, el fin de los grandes proyectos y paradigmas institucionales que gobernaban a nuestras sociedades.

Balandier afirma que lo social es prácticamente imposible de controlar, mientras que Tenzer abunda en la ausencia de paradigmas, por lo que ante una realidad novedosa y compleja que no tiene un paradigma que la explique, la sociedad se aleja de la política, se despolitiza y no participa en las elecciones. La idea central de este ensayo es que la expansión del sistema electoral proporcional puede ayudar a revertir esta tendencia.

A partir de estas bases, podemos avanzar en la exploración del sistema electoral. Tanto el Profesor Rafael Morales como posteriormente el Profesor Daniel Tacher, partieron sus exposiciones desde una concepción neoinstitucional de la política, es decir, le dieron un papel preponderante a las instituciones sobre las acciones de los individuos. 

Para ambos profesores, la Ley de Duverger, que señala que un sistema electoral mayoritario produce un sistema bipartidista y un sistema electoral proporcional genera un sistema multipartidista sigue siendo perfectamente válida. Duverger había expuesto que los sistemas de mayoría producen sub representación de los terceros partidos: “Underrepresentation is a mechanical phenomenonElections determined by a majority vote on one ballot literally pulverize third parties (and would do worse to fourth or fifth parties, if there were any; but none exist por this very reason”.

Sin embargo, también es cierto es que esta ley es una ley de tendencia, existen casos en los cuales la regla se rompe, por ejemplo en México, a pesar de vivir en un sistema electoral mixto principalmente mayoritario, la nueva Cámara de Diputados estará integrada por 8 partidos políticos, pero sin tener el verdadero peso en el Congreso de acuerdo a sus votos.

Giovanni Sartori ha puntualizado en su conocida Ingenieria Constitucional Comparada (2010) que los sistemas electorales proporcionales tienen cierta ventaja sobre los sistemas de mayoría en cuanto al sentido de la representación: “Antes de entrar en complicaciones, aclaremos los aspectos básicos. En los sistemas de mayoría el triunfador se queda con todo; en los sistemas proporcionales, el triunfo es compartido y sencillamente se requiere un porcentaje electoral (por lo general, el cociente electoral). En los sistemas mayoritarios, la elección del votante es canalizada y finalmente limitada a una alternativa; en los sistemas proporcionales no se obliga a los votantes a concentrar su y las posibilidades de elegir pueden ser muchas. Por otra parte, los sistemas de mayoría proponen candidatos individuales, personas; comúnmente los sistemas proporcionales proponen listas de cada partido”.

Los sistemas proporcionales si logran reflejar, dependiendo de qué tan proporcionales sean, las preferencias de los ciudadanos. Por ello es que se propone que en México los 500 diputados se repartan de forma proporcional, dejando de lado el sistema electoral mixto de 300 diputados por distrito y 200 de listas plurinominales. 

La propuesta consiste en distribuir estas 500 curules entre las 31 entidades federativas y el Distrito Federal de acuerdo a su cantidad de población. Posteriormente, tras el día de la elección, los diputados se repartirán de manera proporcional: es decir, si en una entidad federativa se le asignan 10 diputados de 500, el partido político que obtenga el 40% de los votos obtendrá 4 diputados de los diez correspondientes en ese estado. Así mismo, si una lista de candidatos independientes obtiene un porcentaje, igual porcentaje se le asignará de los diputados de la entidad respectiva. Eso evitará que se presenten fenómenos perversos como el de Baja California, entidad en la cual el Partido Acción Nacional obtiene el 28% de los votos pero se lleva el 100% de los diputados de dicha entidad, lo cual evidentemente es absurdo y no refleja la proporcionalidad del electorado bajacaliforniano.

Así mismo, para evitar que solamente los más encumbrados por las dirigencias partidarias al ocupar los primeros lugares de las listas de partidos se mantengan como diputados, se proponen las listas abiertas de candidaturas como Francia, país en el cual los ciudadanos expresan su voto a una lista pero también a un candidato en concreto, uniendo lo mejor de dos mundos: elección directa del sistema mayoritario y representatividad del sistema proporcional. A este fenómeno se le conoce como “panachage”.

Comprobación. 

Hay que entender que el actual sistema mixto busca compensar a las minorías pero manteniendo la posibilidad de generar mayorías legislativas. Sartori lo dejó muy en claro “Los sistemas de mayoría o mayoritarios no procuran un Parlamento que refleje la distribución de las votaciones; buscan un vencedor indiscutible. Su propósito no sólo es elegir un Parlamento sino elegir a la vez (aunque sea indirectamente) a un gobierno”. Es decir, en México el sistema electoral mixto pretende satisfacer tanto los reclamos de representatividad de las minorías así como las exigencias de gobernabilidad de la primera minoría, concepto correcto para definir nuestra actual composición electoral ya que desde 1997 ningún partido político obtiene la mayoría por  mismo.

Tras las elecciones del 7 de junio, en México se demuestra que el sistema mixto electoral vigente no refleja las preferencias de los ciudadanos. El Partido Revolucionario Institucional, con el 29% de los votos, en conjunto con sus aliados Partido Verde con un 7% de los votos y el Partido Nueva Alianza con un 4%, se perfilan a obtener entre los tres más de la mitad de las curules de la Cámara de Diputados. La suma de sus votos apenas dan el 40% de los sufragios, pero debido al sistema mayoritario es muy probable que la coalición oficialista repita su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Este resultado electoral demuestra que el sistema electoral no refleja las preferencias ciudadanas.

Así mismo, un 7.5% de votos nulos en todo el país anuncian una creciente inconformidad con el sistema de partidos en su conjunto por un importante sector de la sociedad. El grado de participación se mantiene entre el 44 y el 47%, pero en las entidades donde opciones nuevas y distintas a los partidos tradicionales podían ganar, como en Nuevo León con el candidato independiente a gobernador o en Jalisco donde el partido emergente Movimiento Ciudadano se convirtió en la primera fuerza política del estado, los porcentajes de participación superaron el 70% de los votos. 

Esta notoria diferencia expresa que el electorado acude a las urnas en México cuando tiene la expectativa de que nuevos actores y partidos superarán a los partidos que tradicionalmente han gobernado sus territorios. La introducción del sistema electoral proporcional en todo el país para la Cámara de Diputados permitirá ofrecer a la ciudadanía la posibilidad de que su voto no sea “desperdiciado”, y al existir como se citó a Sartori más arriba, “triunfos compartidos”, el electorado puede participar con mayor presencia en las urnas.

Conclusión.

México es un país complejo y diverso, que se encuentra sumido en un mundo cambiante de forma vertiginosa por la globalización. El mercado define el éxito de los países pero también los vuelve más heterogéneos, erosionando instituciones tales como la familia, la iglesia, los partidos, las clases sociales, en fin, a todos los grandes agregados que daban cohesión a la vida en común durante el siglo pasado.

Sin embargo, la creciente heterogeneidad de las sociedades, su acelerada complejidad, la ausencia de paradigmas que expliquen estas sociedades complejas, ha provocado que la ciudadanía se encuentre menos interesada en la política y prefiera recluirse a su ámbito privado.

A pesar de esta situación, en México los porcentajes electorales incrementan cuando los ciudadanos perciben que hay competencia, cuando perciben que el partido o los partidos que siempre han gobernado (depende de la entidad la puntualización) están en condiciones de enfrentar la derrota por la emergencia de nuevos actores y fuerzas políticas. Cuando este escenario se presenta, los electores acuden masivamente a las urnas.

Aunque la emergencia de dichos actores es algo que surge de la misma sociedad, también es cierto que se puede incentivar. Por ello se propone la expansión del sistema electoral proporcional, porque en este sistema el triunfo es compartido y por lo tanto, si elector percibe que su voto si puede modificar la realidad político electoral de donde vive, si participará en las elecciones.