sábado, 6 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Viernes 29 de Julio.


Ese día comprobé que el chocolate cubano hecho en Baracoa es adictivo. 5 tazas me llenaron de azúcar, por lo que estaba aceleradísimo y deseoso de salir del hotel inmediatamente. Priscilla y yo le tomamos la palabra al señor Eliot Pena, el historiador del Museo de la Revolución, por lo que nos dirigimos inmediatamente a ese sitio cultural. Esta vez el taxi nos dejó frente al Memorial Grama, por lo que tomamos una entrada alterna al Museo. Cuando llegamos a la entrada principal, el señor Eliot estaba en la calle, viendo en dirección a los carros, esperando que apareciéramos en cualquier momento. Los muchachos con los que platicamos el día anterior le hablaron y regresó con nosotros. Al parecer a Don Eliot le afectó el hecho de que Priscilla tuviera una imagen de Cuba y los cubanos, lo que generó que decidiera platicar con ella largo y tendido. Nos trasladamos al bar del Museo, donde tomamos unas bucaneros mientras conversamos. Don Eliot no solo nos habló sobre la Revolución Cubana y los problemas que enfrentó después de triunfar, si no que también nos platicó sobre las guerras de independencia y de la trascendencia de José Martí. Una de las cosas que más me impactó, fue el hecho de que en 1960, a tan solo un año de haber triunfado la Revolución, de todo el cuerpo diplomático cubano, solamente 1 funcionario se mantuvo firme y decidió apoyar al gobierno revolucionario: Raúl Roa García. Además, en 1959, de los 6 mil doctores que había en Cuba, en 1960 solo quedaban 3 mil, los demás se habían exiliado. Eliot Pena nos comentó que el estuvo en el movimiento estudiantil durante la Revolución, y que al triunfo de esta colaboró en las campañas de alfabetización, que conoció al Ché Guevara y que era amigo personal de Raúl Castro. Al terminar la plática, tanto Priscilla como yo teníamos una visión mucho más amplia de Cuba, de sus problemas y errores, pero también de su heroísmo y sus aciertos. Don Eliot nos dió su número de celular, invitándonos a que le marcaramos si algún día volvíamos a La Habana. Antes de despedirnos, le regaló unos libros a mi hermana y a mi me vendió a precio de remate la entrevista que Ignacio Ramonet le hizo al Comandante en Jefe: "Cien Horas con Fidel".

Al salir del Museo de la Revolución, nos enfilamos hacia un lugar que Eliot nos sugirió: la Asociación Canaria de Cuba. Ese lugar estaba ubicado en el antiguo edificio de la Sociedad de Ingenieros Cubanos, y actualmente era un sitio donde los españoles originarios de las Islas Canarias podían acercarse a recibir apoyos de todo tipo. Pero el motivo por el que fuímos es que Eliot nos comentó que en ese lugar había un comedor cuyos precios eran muy baratos comparados con otros restaurantes turísticos, además de ser limpio y agradable. Comimos ahí, y los alimentos estaban bien hechos, nada en especial pero si tenían buen sabor, en especial el chop suey de langosta. Terminando de comer caminamos hacia el Parque Central. Visitamos el Museo Nacional de Bellas Artes, el Teatro Nacional, y desde luego el Capitolio, en cuyas escalinatas estaban sentados una enorme cantidad de personas, sobre todo extranjeros. Cuando estábamos en el Parque Central, vimos una carreta con un letrero que decía que vendía "granizado" (raspado) a 1 peso cubano el vaso. Se nos hizo demasiado bueno para ser verdad, así que le preguntamos al viejo que atendía la carreta el precio del granizado. El nos contestó que 2 pesos el vaso, y cuando le preguntamos que por que en la carreta estaba escrito que 1 pesos, el señor nos respondió de manera golpeada y enojada que si cuantos vasos íbamos a querer. Mi hermana se molestó bastante por la actitud del señor, así que no pudo contenerse y le lanzó un estruendoso "Chinga tu Madre" que provocó que todas las miradas de la Habana Vieja nos enfocaran. Después de descansar un rato, tomamos un taxi hacia el Mercado de Artesanías de San José. Nuestro chofer tenía ciertas características que lo diferenciaban del resto de los choferes con los que habíamos platicado. Para empezar, este no era carero, tan solo nos cobró 6 CUC´s por llevarnos al Mercado y luego al hotel. Era de la provincia de Holguín, y nos confesó que había perdido su empleo en el puerto de su provincia por haber traficado mercancía cubana, vendiéndola a los extranjeros a un precio muy pero muy por encima del que tenía, aprovechándose de su posición. Me dijo que así eran los cubanos que vivían en las provincias del este, francos y sinceros. Me recordó a mis paisanos del norte de México. Pero lo más interesante del chofer, era el hecho de que su nombre era (sin mentir) Joder. Aún el día de hoy no supero que así se llame, y sigo creyendo que Joder fue un bebé no deseado y por ello sus padres le pusieron ese nombre. Llegamos rápido al mercado, el cual era una bodega inmensa ubicada justamente pegada a la bahía, tan solo separada por unos 3 metros de concreto. Mientras mi hermana compraba, yo me senté en una banca a recibir la brisa del mar, ya que la humedad y el calor me estaban matando. Aunque no me gustó nada de lo que vendían ahí (camisetas, pinturas, instrumentos musicales, figuras de madera, etc) si me impresionó ver a tanta muchacha guapa. Todas tenían un cuerpazo, y unas si estaban bonitas. Al finalizar Priscilla de adquirir lo que buscaba, regresamos al taxi y llegamos a bañarnos al hotel. Yo quería relajarme así que pasé un rato en la alberca.

Ya en la noche, Priscilla tuvo ganas de salir, así que fuímos a un café jazz que está frente al Hotel Riviera, pero cuyo cobro de entrada eran 10 CUC´s por persona. No quisimos entrar, pensando que el cobro era por concepto de cover, cuando en realidad era un consumo mínimo. Como no sabíamos eso, decidimos quedarnos en un "bar ambulante" en el Malecón, observando como los jóvenes cubanos portaban orgullososo sus accesorios "bling bling". Había mucho joven en el Malecón, y aunque nos regresamos al hotel a las 2am, no dejaba de llegar gente al Malecón dispuestas a bailar reggaeton. Después de unas Cristal y de haber arreglado el mundo, nos fuímos a dormir. Tanto bling bling me había desesperado.

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