martes, 9 de agosto de 2011

Una semana en La Habana - Lunes 1ro de Agosto.

Dos de los 3 canarios me despertaron por la mañana: me había quedado dormido en el lobby del hotel. Aún ignoro como fue que amanecí en ese lugar. Me fuí directo al cuarto, Priscilla me dejó entrar y caí rendido en la cama. Fuí despertado a las 9:30am, Priscilla me marcó a la habitación desde la recepción para avisarme que era hora de levantarme, el desayuno se acababa a las 10am así que si quería comer debía de irme volando al restaurante. Con la cabeza dándome vueltas, tomé las chanclas y me subí al ascensor, y naturalmente mi mareo se agravó. Después de desayunar, me despedí del diputado Herón Escobar, quien se encontraba en el restaurante. Me dejó un DVD titulado "Hombre Nuevo", el documental más reciente del Ché. Terminando de desayunar, regresé al cuarto a seguir durmiendo, ya que realmente me dolía la cabeza.

Un poco más tarde, ya bañado y cambiado, con unas ojeras enormes, Priscilla y yo nos encaminamos a la Plaza de la Revolución, donde por fin pudimos entrar al Memorial de José Martí, el héroe de todos los cubanos. Me molesté por el hecho de que nos cobraran por todo: por subir a las escaleras donde está la estatua de Martí, por entrar al Museo, por entrar con foto, por simplemente ver el asta bandera, etcétera. Ví la lista de precios, y me volví a sentir turista: A los extranjeros se les cobra 5 CUC´s con descuento si eres estudiante, y a los cubanos se les cobran 5 pesos, una enorme diferencia de precio por hacer lo mismo. El Museo es una estructura de un piso basada en una estrella de cinco picos, y sobre ella se levanta el Mirador del Memorial, la torre más alta de Cuba. En el centro del Museo, se ubica el elevador, y a su alrededor, centenares de frases de Martí adornan las paredes. Gracias a esta visita, me quedó claro por que los cubanos veneran tanto a este poeta. Le admiran además de su capacidad artística y su gran intelecto, su heroísmo, ya que muchas veces fue exiliado y preso desde los 16 años por querer la independencia de Cuba con respecto a España. Para conocer la importancia de Martí, hay que hacer un breve recuerdo: En 1868 los cubanos iniciaron la guerra de independencia, pero en 1878, su movimiento había sido aplastado. Pero en 1895, gracias al esfuerzo de José Martí, se reactivó la lucha por la Independencia, ya que tuvo la capacidad de sumar a todos los grupos de cubanos en el exilio y de financiar con su dinero el inicio de la guerra. Aunque murió en el primer combate, por el hecho de haber sido quien logró unir a los grupos independentistas e impulsor de la guerra que finalmente liberaría a Cuba, Martí es considerado el Ápostol de la Independencia.

Después de recorrer en su totalidad el Museo, subimos al Mirador de la torre, desde donde observamos la ciudad de La Habana, llena de árboles inmensos y de contrastes arquitectónicos, donde existen edificios coloniales, construcciones art deco y levantamientos soviéticos. Al salir del Museo, un guardia me indicó el lugar en las escaleras del Memorial donde Fidel Castro daba sus discursos.

Finalizando el recorrido, caminamos hacia las oficinas del Periódico Granma, órgano de difusión del Partido Comunista Cubano, lugar donde no nos dejaron tomar fotos. Continuamos nuestro andar hasta tomar un taxi que por tan solo 2 CUC´s nos llevó al Mercado de Artesanías "San José", al que ya habíamos ido anteriormente. Este taxista, un señor cincuentón negro y dicharachero, nos explicó muchas cosas. Para empezar, le preguntamos por que el nos había cobrado tan barato, ya que un taxi estatal cobra 5 CUC´s y un privado por lo regular cobra 4. Nos respondió que la mayorían de los taxistas querían ganar dinero fácil con un solo viaje, abusando del turista, en lugar de trabajar duro como todos los demás. A pesar de que el trayecto al mercado de artesanías era corto, en breve tiempo nos contó el por qué de la realidad cubana. Comenzó recordando que cuando existía el "campo socialista" (1988) la libra de jamón costaba 6 pesos cubanos, pero al desaparecer, el precio subió a 30 pesos. El chofer afirmó que el principal error del gobierno cubano fue el haber diseñado una economía excesivamente dependiente de la Unión Soviética y los demás países socialistas, por lo que cuando estos colapsaron, Cuba sufrió una terrible crisis de la que aún siguen recuperándose. Cuando llegamos al mercado, el taxista nos dijo que no todos los cubanos abusaban del turista, y que esperaba que recordáramos al regresar a México que el era la prueba de ello.

Mientras Priscilla se perdía en sus compras, volví a sentarme en las bancas que dan a la bahía, observando los pocos barcos extranjeros que atracan en esas aguas, debido al bloque de los Estados Unidos, ya que prohíbe durante 6 meses a todos los barcos que atraquen en muelles cubanos que lo hagan en los suyos, haciendo que las embarcaciones decidan si comercian con el mayor consumidor mundial o con esta isla del Caribe. A lado de la banca en la que estaba sentado, una señora mulata vendía cuadros y demás pinturas. Le saqué plática y me amplió el comentario de la dependencia de Cuba con la URSS que me había dado el taxista. Me dijo que de 1959 a 1989 (año de la caída del Muro de Berlín), Cuba fue un país que exportaba solo café, tabaco, azúcar, frutas tropicales y níquel, un mineral con el que se hacen los motores de propulsión. Toda esa producción era comprada por los países socialistas, como la República Democrática de Alemania, la URSS y Yugoslavia, entre otros. El "campo socialista" funcionaba como un todo compacto, al menos en el ámbito económico, ya que la Unión Soviética producía industria pesada y petróleo, la RDA carbón y automóviles y China textiles y arroz, mientras que Cuba era la azucarera del mundo socialista. Pero al convertirse esos países en capitalistas, dejaron de comprar producto cubano debido al bloqueo yanqui, con excepción de China, que, aunque estaba en franca adopción del capitalismo, el partido gobernante era y sigue siendo el Comunista Chino. Al finalizar, llegó la hija de la señora, también una mulata, pero esta era altísima y realmente preciosa. La muchacha se sumo a la plática y me contó que ella conoció a Fidel cuando este visitó la preparatoria en la que estudiaba, pero que ni ella ni su madre conocían a Raúl. Las dos me dijeron que Fidel era simpático y bromista, que en esa visita a la prepa pudieron conversar con el, pero que los que conocían a Raúl Castro, les decían que era muy serio y nada carismático. En la plática, me invitaron un café, mientras me preguntaban sobre la violencia en México y les enseñaba fotos de Tijuana que tenía en la memoria de la cámara digital de Priscilla. Cuando ya había pasado un buen rato, me despedí de ellas ya que Priscilla se estaba tardando, ya comenzaba la tarde y aún no había comprado la cantidad de libros que quería. Cuando por fin la encontré, me dijo que estaba cansada, que ella prefería irse al hotel, así que volví a recorrer el Centro Histórico solo, caminando entre sus calles derruidas y sus cada vez más abundantes calles restauradas. Grande fue mi asombro cuando llegué a la Plaza Vieja, llamada así por ser la primera plaza pública construida en Cuba. Con una fuente al centro y rodeada por edificios coloniales, completamente restaurados y pintados con sus colores originales, la Plaza Vieja era absolutamente distinta a las fotos que había visto, en la que se destacaba por su estado derruido. Un letrero de la UNESCO informaba a todo aquel que pasara que la Plaza Vieja estaba en proceso de remozamiento desde que los Estados Unidos permitieron que Cuba accediera a recursos para arreglar sus construcciones antiquísimas.

Caminando, topé con un Comité en Defensa de la Revolución. El anciano que estaba en la entrada del CDR, al ver mi atención, me invitó a pasar. El CDR tenía dentro de su local además de las oficinas, un cuadrilátero de boxeo, abierto para el que quisiera entrar a practicar unos golpes. El señor me regaló un póster de Camilo y otro de Fidel con Raúl. Seguí mi camino, platicando con niños, hombres y mujeres, hasta llegar a una librería en la que los precios estaban establecidos en pesos cubanos pero también aceptaban pesos convertibles (CUC´s). Me impactaron los precios de los libros, ya que por tan solo 6 CUC´s adquirí 10 libros y cuentos para mi hermana Belén y mi sobrino Jorge Hernán, escritos por distintos personajes, desde José Martí hasta Enrique Dussel y Claudio Katz, pasando por biografías de San Martín y Bolívar. Muchos de esos libros eran editados por la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), asociación que integra a países latinoamericanos y caribeños con gobiernos progresistas y revolucionarios, como Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba, entre otros. Al salir de la tienda, proseguí mi andar, comprando cerveza Cristal a cada rato para mitigar la sed provocada por el calor y la húmedad, y mangos y el sandwich cubano (pan de trigo con cerdo, aderezado con limón, sal y pimienta) para calmar el hambre. Dando vueltas llegué al Centro Nacional de Combatientes, organización que agrupa a los ancianos que lucharon en la Revolución. Me senté en la escalinata del edificio y me puse a platicar con un par de señores que habían pertenecido a la Columna "José Martí", la columna dirigida por Fidel Castro en Sierra Maestra. Platicamos largo y tendido, y estos viejitos fueron los únicos cubanos que conocí que aprobaban el requisito de la carta invitación para la salida turística de los cubanos, argumentando que era una medida para proteger a los cubanos en el extranjero, como una especie de seguro. Un médico de 54 años que se encontraba ahí, cuyo padre había combatido en la Revolución, me dió un breve paseo por más partes de la Habana Vieja y me llevó al Restaurante Hanoi, bonito y barato, donde comí los mejores frijoles negros de toda mi vida. Preguntándole a Mario (nombre del médico) sobre el futuro de Cuba, me dijo que se comentaba que en próximas fechas, tal vez para diciembre, se eliminaría el requisito de la carta invitación y se levantaría la restricción para comprar y vender casas y coches. Me dijo que el gobierno argumentaba para no dejar vender las casas el hecho de que la Constitución obliga al Estado a proveer de hogar a todos los cubanos, y, que si estos venden sus hogares, no serían cubanos los que les podrían comprar sus casas, si no extranjeros o exiliados, por lo que el gobierno tendría que dotar de casa forzosamente al cubano que vendiera su casa. Al caer la noche, tomamos el camión, la famosa "guagua", hacia el hotel. Contrariamente a lo que se cree, las guaguas de la Habana son limpias y cuidadas, producidas en China, pero debido a la cantidad de gente que se sube, no lucen bien. Me impacté cuando Mario me contó que el uso de la guagua no tiene costo formalmente, aunque por lo regular se deposita la cooperación en una caja de madera con ranura que está a lado del chofer, y que esta consiste en ¡40 centavos de peso cubano, apenas 20 centavos mexicanos! Al llegar al sitio de bajada, entramos a una panadería por una soda, el calor me estaba matando. En la panadería, duramos como 10 minutos esperando a que alguien nos atendiera, ya que los dependientes (una muchacha y un muchacho) no estaban en la recepción, si no en la parte de atrás de la panadería haciendo sabe que cosas. Caminamos unos cuantos minutos por la Avenida Paseo que da directamente al hotel, y al llegar, subí a la habitación a dejar mis libros y tomar las camisas que restaban para regalárselas a Mario. Intercambiamos datos y me dijo que si volvía a Cuba, no dudara en llamarle, diciéndome que tenía carro y que me podría llevar a Santa Clara, la ciudad donde están los restos del Ché. Después de despedirnos, regresé a la habitación a mal dormir: Priscilla y yo teníamos que despertarnos a las 4:30am.

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