Es indudable que España se encuentra actualmente atravesando por un proceso de descomposición total. Dicha situación, originada por la crisis financiera del año 2008, en lugar de revertirse, se ha agravado. Para muchos españoles, la crisis no parece tener fin y el desanimo es el sentimiento generalizado. Es por ello que se vuelve necesario revisar la historia mundial y encontrar algún caso similar en la historia reciente de algún otro país para encontrar un posible desenlace a la que es, sin lugar a dudas, la crisis de mayor impacto por la que ha atravesado el estado español desde la Guerra Civil. Haciendo un abuso de la comparación, guardando todas las proporciones, contrastaré la actualidad de España con la que hace 20 años atrás vivió un país que, aunque a primera vista nos pudiera parecer que ambos no tienen mucho parecido, es sorprendente la cantidad de igualdades que presentan en esta coyuntura.
Había una vez, un país que atravesaba la más profunda crisis de toda su historia. Dicha crisis colosal, no se limitaba a ser una depresión económica, las cuales existen cada cierto tiempo, son cíclicas, ya que como Marx demostró, la economía capitalista así funciona: hay ascenso y descenso, flujo y reflujo, crecimiento y decrecimiento. La crisis también era una de crisis de legitimidad del sistema político, incluyendo a todas las instituciones de la nación en cuestión: el gobierno, el parlamento, los partidos políticos, la Iglesia (católica), los medios de comunicación, etc. Aunque en esos años varias naciones del mismo continente estaban sumidas en una crisis económica grave, una cantidad importante de países ya habían logrado salir de ella y otros estaban en proceso de recuperación, mientras que en esta nación la calidad de vida de sus habitantes empeoraba cada vez más. Este país había sido gobernado hace poco mas de tres décadas por una dictadura militar, y a la caída del régimen los partidos políticos decidieron firmar un acuerdo para impedir que nuevamente un gobierno autoritario se implantara. El Pacto había sido firmado por la mayoría de los partidos de ese entonces, los cuales tenían la expectativa de que al respaldar dicho acuerdo podrían acceder al poder, pero en realidad el pacto dio origen a un sistema bipartidista, donde los dos partidos mas fuertes, uno perteneciente a la Internacional Socialista y otro a la Internacional Democristiana (actualmente Internacional Demócrata de Centro), se alternaron en la Presidencia durante 30 años de forma ininterrumpida. Aunque originalmente tenían diferencias marcadas, con el paso del tiempo, estas se fueron borrando, hasta que llegó un momento en que ambos partidos proponían exactamente lo mismo, dejando sin opciones a los electores. La izquierda radical, dividida, atomizada y perseguida, nunca pasó de un 5% de la votación.
Durante ese periodo, el país en cuestión presumía ser una de las democracias mas consolidadas del mundo, donde el cambio en el gobierno, aunque solamente ocurría entre dos partidos, era pacifico y estable. Al mismo tiempo, con el descubrimiento de recursos naturales minerales, el gobierno obtuvo ingresos como nunca hubiera imaginado, los cuales fueron utilizados para financiar grandes obras sociales, como el aumento de la infraestructura educativa y de salud, con el objetivo de construir un Estado de Bienestar. Sin embargo, los subsiguientes gobiernos despilfarraron los recursos públicos para mantener el lujo en que vivía la clase política y la aristocracia nacional. Como todo en el mercado, el precio de sus recursos naturales, así como incrementó de improviso, también se redujo, dejando con menos dinero al estado. Cuando llegó la crisis económica recurrente, el gobierno adoptó las clásicas medidas de corte neoliberal: recorte de gasto público, eliminación del derecho a la educación y salud proporcionada por el Estado, incremento del cobro de los servicios públicos, eliminación de aranceles, entre otras medidas "sugeridas" por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A cambio de seguir con estas recetas, el gobierno recibió préstamos por parte de estas organizaciones promotoras del neoliberalismo, préstamos que incrementaron de forma tremenda la deuda externa, empeorando el prestigio financiero internacional de dicho país.
La sociedad civil, inconforme con las medidas aplicadas por el gobierno central para combatir la crisis, pero que en realidad la agudizaba, salió a las calles a manifestar su repudio ante tales medidas. Concentraciones populares conocidas como "cacerolazos" se sucedían una tras otra, cada vez con mayor fuerza a lo largo y ancho de la geografía nacional. El Presidente decidió acallar las voces de inconformidad ordenando al Ejército que reprimiera, como diría Galeano, a sangre y fuego a los manifestantes, masacrando a compatriotas suyos cuyo único delito era ser de oposición. Ante la represión, el resto de los ciudadanos perdieron toda confianza en el gobierno, y la juventud, sector que había estado apagado durante largo tiempo en la política, convocó a protestas masivas contra el Presidente represor. Plantones, bloqueos, marchas que terminaban en corretizas, fueron algunas de las acciones llevadas a cabo por los jóvenes para demostrar la falta de apoyo hacia el gobierno. Sin embargo, ninguna de estas medidas frenaba la implantación de las políticas neoliberales. La depresión y el pesimismo se apoderaron de todos los habitantes de esa nación, el futuro parecía desolador y el pueblo perdió toda esperanza de cambio...
Como se puede percatar el lector, el escenario aquí dibujado, es, con sus obvias diferencias, el mismo que atraviesa España. Tras la dictadura de 36 años de Francisco Franco, los partidos políticos todos, incluyendo al Partido Comunista, firmaron un acuerdo por la democracia, el Pacto de la Moncloa, cuyo resultado fue que, de tener un sistema multipartidista moderado a finales de los setentas y principios de los ochentas, se diera paso a un rígido sistema bipartidista, donde únicamente el Partido Socialista Obrero Español (miembro de la Internacional Socialista) y el Partido Popular (integrante de la Internacional Demócrata de Centro) se han alternado al frente del Gobierno. Desde ese entonces, las diferencias de gobierno entre ambos partidos han desaparecido: el PSOE, el partido de izquierda, se "derechizó" y en las últimas elecciones, las del año 2011, coincidió en todo con el partido de derecha, el Partido Popular: aplicar las recetas del FMI y del Banco Mundial, recortando el gasto social y desapareciendo el derecho a la sanidad pública. El PSOE en el gobierno, ha apoyado las guerras imperialistas de Estados Unidos y el Reino Unido, al igual que el PP. La crisis económica mundial del año 2008, golpeó fuertemente a España, y el Estado de Bienestar que había construido, fue aceleradamente desmantelado. Ante el tamaño de la crisis, las elecciones generales, programadas para el año 2012, fueron adelantadas al 2011, y el PSOE, proponiendo lo mismo que el PP, fue barrido en las elecciones por el Partido Popular, quién obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. La izquierda representada por la coalición Izquierda Unida, encabezada por el Partido Comunista y los ecologistas, aunque tuvo buena votación, su representación en el parlamento fue ínfima. Durante el proceso electoral y poco antes de iniciar este, la juventud española, apática en su mayoría, inundó las calles para protestar en contra de los recortes a la seguridad social. Este sector ha sido el más afectado por la crisis, con un 50% de desempleo entre la juventud. Las inconformidades de los jóvenes son compartidas por el resto de la ciudadanía, llevando a un descrédito total a todas las instituciones de España, como lo son la Monarquía, el Parlamento, los Partidos Políticos, la Iglesia Católica, etc. Actualmente, en el país ibérico no existe una opción electoral cohesionada que pueda parar la ola de recortes y la privatización de la salud. Tanto el PSOE como el PP han perdido sus diferencias, por lo que votar por uno de ellos para impedir que llegue el otro se ha vuelto una cuestión intrascendente. A dos años del inicio de las protestas de los jóvenes, representadas por los movimientos "Indignados" y "15-M", la desesperanza es el sentimiento que ha inundado a los españoles.
De entre todas las propuestas formuladas para que España salga de su crisis, hay una que sobresale por su simultánea sencillez y complejidad: cambiar de sistema político. Esto significa cambiar la forma del Estado, destronar a la monarquía, barrer al actual sistema de partidos y adoptar otro sistema económico. ¿Como se logrará esto? Es aquí donde cesan las similitudes entre España y nuestro país de ejemplo.
En el país que se ha usado como contraste, al igual que España, no parecía haber solución. El gobierno golpeaba a los manifestantes, los partidos políticos tradicionales ya no tenían diferencias programáticas y los ciudadanos estaban cansados de que sus protestas no obtuvieran algún éxito tangible. Pero de repente, un evento inesperado, que ningún analista político previó, sucedió: la madrugada del 5 de Febrero de 1992, un grupo de jóvenes militares intentaron realizar un golpe de Estado para derrocar al Presidente. Al frente de dichos rebeldes, se encontraba un teniente coronel de orígenes populares, el entonces desconocido, Hugo Rafael Chávez Frías. Aunque el golpe fracasó, Chávez habló ante la prensa, y en menos de 2 minutos, se convirtió en la esperanza de todo su pueblo, el venezolano, el cual en un 80% respaldó a los militares golpistas. Venezuela, al igual que España en la actualidad, antes de Chávez estaba sumida en la peor crisis que había vivido. Tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez (militar como Franco), los partidos políticos firmaron el Pacto de Punto Fijo, de contenido similar al de la Moncloa. Exactamente como sucedió en España, el desenlace fue la alternancia ininterrumpida entre dos partidos: el socialdemócrata Acción Democrática y el derechista COPEI. Chávez intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez, quien había vuelto a la Presidencia de la mano de su partido, AD, el cual a pesar de ser el partido histórico del progresismo en Venezuela, aplicó políticas neoliberales, justo como Rodríguez Zapatero y el PSOE hicieron en España. Zapatero concluyó su gobierno en 2011, un año antes del período constitucional, para evitar que la crisis político-económica se profundizara. En Venezuela, también Carlos Andrés salió de la Presidencia de la República un año antes de concluir su mandato, en 1993, por decisión del Congreso Nacional. En 1994, otro ex Presidente, miembro del derechista COPEI, Rafael Caldera, consciente del desprestigio que tenían los partidos tradicionales entre la población, renuncia a su partido político, y por primera vez desde la firma del Pacto de Punto Fijo, un partido distinto a los tradicionales AD y COPEI ganaba las elecciones, por lo que Caldera fue reelecto en la Presidencia. Entre sus primeras acciones de gobierno, destaca el indulto a Hugo Chávez y al resto de militares que participaron en el golpe de 1992.
A partir de su liberación, Chávez inició un movimiento social para hacerle ver a los venezolanos que el sistema político vigente ya no tenía sentido de existir, que los partidos políticos tradicionales ya no estaban al servicio del pueblo y que había que transformar radicalmente al país con la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redactara una nueva Constitución Política. Reacio a participar en las elecciones, finalmente Hugo Chávez decidió postularse a la Presidencia de Venezuela en 1998, arrasando con el 58% de los votos. Su victoria representó el final del Pacto de Punto Fijo, al pasar a la marginalidad los dos partidos tradicionales y al ostracismo la clase política de esa generación. Con el gobierno de Hugo Chávez, se redujo en más de la mitad el porcentaje de pobreza en Venezuela, y este país pasó a ser el menos desigual de América Latina, éxitos reconocidos por la CEPAL de la ONU.
Por todas estas similitudes que existen entre el contexto de la España actual y la Venezuela de los noventas, podemos concluir con la siguiente pregunta ¿Como saldrá España de la peor crisis económica, política y social de su historia? Únicamente con una insurgencia popular liderada por un "outsider" de la clase política dominante. España, para salir de su crisis, necesita de un Hugo Chávez como Presidente.
La sociedad civil, inconforme con las medidas aplicadas por el gobierno central para combatir la crisis, pero que en realidad la agudizaba, salió a las calles a manifestar su repudio ante tales medidas. Concentraciones populares conocidas como "cacerolazos" se sucedían una tras otra, cada vez con mayor fuerza a lo largo y ancho de la geografía nacional. El Presidente decidió acallar las voces de inconformidad ordenando al Ejército que reprimiera, como diría Galeano, a sangre y fuego a los manifestantes, masacrando a compatriotas suyos cuyo único delito era ser de oposición. Ante la represión, el resto de los ciudadanos perdieron toda confianza en el gobierno, y la juventud, sector que había estado apagado durante largo tiempo en la política, convocó a protestas masivas contra el Presidente represor. Plantones, bloqueos, marchas que terminaban en corretizas, fueron algunas de las acciones llevadas a cabo por los jóvenes para demostrar la falta de apoyo hacia el gobierno. Sin embargo, ninguna de estas medidas frenaba la implantación de las políticas neoliberales. La depresión y el pesimismo se apoderaron de todos los habitantes de esa nación, el futuro parecía desolador y el pueblo perdió toda esperanza de cambio...
Como se puede percatar el lector, el escenario aquí dibujado, es, con sus obvias diferencias, el mismo que atraviesa España. Tras la dictadura de 36 años de Francisco Franco, los partidos políticos todos, incluyendo al Partido Comunista, firmaron un acuerdo por la democracia, el Pacto de la Moncloa, cuyo resultado fue que, de tener un sistema multipartidista moderado a finales de los setentas y principios de los ochentas, se diera paso a un rígido sistema bipartidista, donde únicamente el Partido Socialista Obrero Español (miembro de la Internacional Socialista) y el Partido Popular (integrante de la Internacional Demócrata de Centro) se han alternado al frente del Gobierno. Desde ese entonces, las diferencias de gobierno entre ambos partidos han desaparecido: el PSOE, el partido de izquierda, se "derechizó" y en las últimas elecciones, las del año 2011, coincidió en todo con el partido de derecha, el Partido Popular: aplicar las recetas del FMI y del Banco Mundial, recortando el gasto social y desapareciendo el derecho a la sanidad pública. El PSOE en el gobierno, ha apoyado las guerras imperialistas de Estados Unidos y el Reino Unido, al igual que el PP. La crisis económica mundial del año 2008, golpeó fuertemente a España, y el Estado de Bienestar que había construido, fue aceleradamente desmantelado. Ante el tamaño de la crisis, las elecciones generales, programadas para el año 2012, fueron adelantadas al 2011, y el PSOE, proponiendo lo mismo que el PP, fue barrido en las elecciones por el Partido Popular, quién obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. La izquierda representada por la coalición Izquierda Unida, encabezada por el Partido Comunista y los ecologistas, aunque tuvo buena votación, su representación en el parlamento fue ínfima. Durante el proceso electoral y poco antes de iniciar este, la juventud española, apática en su mayoría, inundó las calles para protestar en contra de los recortes a la seguridad social. Este sector ha sido el más afectado por la crisis, con un 50% de desempleo entre la juventud. Las inconformidades de los jóvenes son compartidas por el resto de la ciudadanía, llevando a un descrédito total a todas las instituciones de España, como lo son la Monarquía, el Parlamento, los Partidos Políticos, la Iglesia Católica, etc. Actualmente, en el país ibérico no existe una opción electoral cohesionada que pueda parar la ola de recortes y la privatización de la salud. Tanto el PSOE como el PP han perdido sus diferencias, por lo que votar por uno de ellos para impedir que llegue el otro se ha vuelto una cuestión intrascendente. A dos años del inicio de las protestas de los jóvenes, representadas por los movimientos "Indignados" y "15-M", la desesperanza es el sentimiento que ha inundado a los españoles.
De entre todas las propuestas formuladas para que España salga de su crisis, hay una que sobresale por su simultánea sencillez y complejidad: cambiar de sistema político. Esto significa cambiar la forma del Estado, destronar a la monarquía, barrer al actual sistema de partidos y adoptar otro sistema económico. ¿Como se logrará esto? Es aquí donde cesan las similitudes entre España y nuestro país de ejemplo.
En el país que se ha usado como contraste, al igual que España, no parecía haber solución. El gobierno golpeaba a los manifestantes, los partidos políticos tradicionales ya no tenían diferencias programáticas y los ciudadanos estaban cansados de que sus protestas no obtuvieran algún éxito tangible. Pero de repente, un evento inesperado, que ningún analista político previó, sucedió: la madrugada del 5 de Febrero de 1992, un grupo de jóvenes militares intentaron realizar un golpe de Estado para derrocar al Presidente. Al frente de dichos rebeldes, se encontraba un teniente coronel de orígenes populares, el entonces desconocido, Hugo Rafael Chávez Frías. Aunque el golpe fracasó, Chávez habló ante la prensa, y en menos de 2 minutos, se convirtió en la esperanza de todo su pueblo, el venezolano, el cual en un 80% respaldó a los militares golpistas. Venezuela, al igual que España en la actualidad, antes de Chávez estaba sumida en la peor crisis que había vivido. Tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez (militar como Franco), los partidos políticos firmaron el Pacto de Punto Fijo, de contenido similar al de la Moncloa. Exactamente como sucedió en España, el desenlace fue la alternancia ininterrumpida entre dos partidos: el socialdemócrata Acción Democrática y el derechista COPEI. Chávez intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez, quien había vuelto a la Presidencia de la mano de su partido, AD, el cual a pesar de ser el partido histórico del progresismo en Venezuela, aplicó políticas neoliberales, justo como Rodríguez Zapatero y el PSOE hicieron en España. Zapatero concluyó su gobierno en 2011, un año antes del período constitucional, para evitar que la crisis político-económica se profundizara. En Venezuela, también Carlos Andrés salió de la Presidencia de la República un año antes de concluir su mandato, en 1993, por decisión del Congreso Nacional. En 1994, otro ex Presidente, miembro del derechista COPEI, Rafael Caldera, consciente del desprestigio que tenían los partidos tradicionales entre la población, renuncia a su partido político, y por primera vez desde la firma del Pacto de Punto Fijo, un partido distinto a los tradicionales AD y COPEI ganaba las elecciones, por lo que Caldera fue reelecto en la Presidencia. Entre sus primeras acciones de gobierno, destaca el indulto a Hugo Chávez y al resto de militares que participaron en el golpe de 1992.
A partir de su liberación, Chávez inició un movimiento social para hacerle ver a los venezolanos que el sistema político vigente ya no tenía sentido de existir, que los partidos políticos tradicionales ya no estaban al servicio del pueblo y que había que transformar radicalmente al país con la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redactara una nueva Constitución Política. Reacio a participar en las elecciones, finalmente Hugo Chávez decidió postularse a la Presidencia de Venezuela en 1998, arrasando con el 58% de los votos. Su victoria representó el final del Pacto de Punto Fijo, al pasar a la marginalidad los dos partidos tradicionales y al ostracismo la clase política de esa generación. Con el gobierno de Hugo Chávez, se redujo en más de la mitad el porcentaje de pobreza en Venezuela, y este país pasó a ser el menos desigual de América Latina, éxitos reconocidos por la CEPAL de la ONU.
Por todas estas similitudes que existen entre el contexto de la España actual y la Venezuela de los noventas, podemos concluir con la siguiente pregunta ¿Como saldrá España de la peor crisis económica, política y social de su historia? Únicamente con una insurgencia popular liderada por un "outsider" de la clase política dominante. España, para salir de su crisis, necesita de un Hugo Chávez como Presidente.