A raíz del reportaje que la
Revista "Time" le dedicó al Presidente de México, Enrique Peña Nieto,
en el cuál ensalzaba su agenda de reformas y que fue titulado "Salvando a
México", además de las recientes sanciones que el Instituto Federal de
Telecomunicaciones ha aplicado a la todo poderosa Televisa, han surgido
opiniones diversas que tienen en común la creencia de que el retorno del PRI a
la Presidencia de la República no ha significado un retorno al pasado, por el
contrario, son cada vez más los que piensan que México es gobernado
efectivamente por un "Nuevo PRI". Para quien esto escribe, esto no es
así, por el contrario, Peña Nieto y el PRI están haciendo todo lo posible para
hacer realidad "la restauración del antiguo régimen" que durante 71
años caracterizó a nuestro país. Pero ¿Qué significa esto?
El pensador liberal Alexis
Tocqueville acuñó el concepto "antiguo régimen" para referirse de
forma peyorativa a la época en la cual Francia era gobernada por una Monarquía
Absolutista. Aunque durante ese período histórico ocurrió también la transición
del feudalismo al capitalismo, la esencia del Antiguo Régimen no eran ni el
modo de producción feudalista, ni el desarrollo de los medios de producción, ni
mucho menos la irrupción de una nueva clase social (la burguesía). Al antiguo
régimen lo definió como tal el poder absoluto de los reyes, es decir, el
sistema político, no el sistema económico.
A pesar de que Tocqueville había
creado el concepto antiguo régimen con una evidente connotación negativa, eso
no impidió que ante el fracaso de la Revolución, de la 1ra República Francesa y
el derrumbamiento del Imperio de Napoelón Bonaparte, el pueblo francés
respaldara en 1814 la vuelta a la Monarquía como forma de gobierno. Inclusive
personajes tan importantes como Charles Talleyrand, quien fue Ministro de
Relaciones Exteriores con Napoleón, era partidario de la vuelta al antiguo
régimen, por lo que el concepto adquirió connotaciones positivas a tales
niveles que los llamados "ultrarrealistas" arrasaron en las elecciones
para la Cámara de Diputados de 1815. El nuevo Rey, Luis XVIII, gobernó hasta su
muerte en 1824 bajo la figura de una Monarquía Constitucional e incluso
consagró en la Carta de 1814 la mayoría de los derechos y libertades
conquistadas por la Revolución. Sin embargo, quién lo sucedió en el trono, fue
su hermano Carlos X, militante del Partido Ultramonárquico, quién restauró la
Monarquía Absoluta. El retorno al trono de Francia por parte de la Casa de
Borbón terminó con la ilusión referente a que era posible tener una Monarquía
Constitucional con la Restauración de los Borbones. Para deshacerse de ella
para siempre, los franceses tuvieron que recurrir a una segunda revolución, la
llamada Revolución de Julio de 1830, la cual desembocó en el ascenso al trono
del último Rey de Francia, Luis Felipe de Orleans, llamado el Rey Burgués,
debido a que el poder en realidad lo tenían los burgueses, no los nobles.
México, como Francia en el siglo
XVIII, en la actualidad se encuentra sumido en un proceso de Restauración del
Antiguo Régimen. Si al antiguo régimen francés lo definió la monarquía
absoluta, al antiguo régimen mexicano así como al actual sistema político lo
define de acuerdo a Espinoza Valle (2000) la Presidencia de la República.
Durante 71 años, el sistema político mexicano se sustentó en tres instituciones:
“el aparato gubernamental corporativo, la Presidencia de la República y el
Partido Revolucionario Institucional”[1].
Giovanni Sartori (2012) afirmó que este sustentó llevo a que la constitución
formal de México fuera modificada por la "constitución material", por
lo que a pesar de tener división de poderes, durante las presidencias emanadas
del PRI se decía que "México está gobernado por su presidente de manera
que recuerda al dictador de tipo romano"[2].
Durante esos 71 años de predominio del PRI, la cultura política del mexicano se
volvió autoritaria, y se acuñó el refrán popular “el PRI es así porque los mexicanos
somos así”.
A pesar del éxito que durante décadas
tuvo el sistema político mexicano para funcionar de esta manera, a partir de la
usurpación de la Presidencia por parte de Carlos Salinas (6 de Julio de 1988 no
se olvida) las cosas comenzaron a cambiar. Salinas profundizó el proceso de implementación
del modelo económico denominado neoliberal, consistente en la reducción del
aparato gubernamental y la privatización de las empresas públicas, dejando
atrás el modelo populista y de proteccionismo comercial. En la esfera sindical,
Salinas de Gortari destronó a Joaquín Hernández Galicia y a Carlos Jongitud
Barrios como líderes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República
Mexicana y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
respectivamente. Así mismo, Meyer (1994) destaca como parte importante del
salinato en el plano político, el reconocimiento de las victorias electorales
locales del Partido Acción Nacional más no las del Partido de la Revolución
Democrática. A pesar de estos cambios trascendentales, algo no fue modificado:
el poder omnipresente de la Presidencia. El reconocimiento de los triunfos del
PAN representó el fin del predominio absoluto del PRI, mientras que el cambio
del modelo económico y el encarcelamiento de dirigentes sindicales marcaba un
antes y un después en la historia del corporativismo mexicano, pero todo estos
cambios en lugar de debilitar la figura del Presidente, la fortalecieron: el
PAN ganó sus primeras gobernaciones por que el Presidente así lo quiso, los
petroleros y los profesores tuvieron nuevos dirigentes sindicales por decisión
presidencial. Con Carlos Salinas no quedó duda alguna de que el centro del
sistema político mexicano lo representa la Presidencia.
Con la derrota del PRI en las
elecciones presidenciales del año 2000, “la constitución material mexicana se
desvaneció, dejó de existir”[3].
De acuerdo a María Amparo Casar (1996), el Presidente de México era un “hiperpresidente”
debido a, entre otras cosas, por tener un Congreso dominado ampliamente por su
partido político. Por ello, cuando el PAN accedió a la Presidencia de la
República sin contar con la mayoría en las cámaras legislativas, tanto Vicente
Fox como Felipe Calderón se transformaron en “hipopresidentes”, ya que intentaron
ejercer la titularidad del Poder Ejecutivo del mismo modo que lo hicieron los
presidentes priístas pero su esfuerzo fue en vano ante la ausencia de una
bancada oficialista mayoritaria en el Congreso de la Unión. En ese sentido,
mientras el PAN a nivel federal intentaba ser algo que nunca pudo ser, el PRI
se refugió en los gobiernos estatales, reproduciendo el mismo esquema de sumisión
partido-Estado pero ahora en las entidades federativas, en las cuales el
Gobernador del estado ejercía un poder similar al que el Presidente ejercía
sobre la nación. Durante los 12 años que duraron en la oposición en el plano
nacional, los priístas no modificaron su cultura política, ya que en las entidades
federativas bajo su administración han seguido ejerciendo el poder como antaño.
Al momento de escribir estas líneas, el PRI gobierna 20 entidades federativas y
tiene mayoría en conjunto con sus partidos aliados en el Congreso local en 16 estados,
mientras que en Chiapas gobierna en coalición y cuenta con mayoría calificada
en la Cámara de Diputados del estado con el PVEM; es decir, los priístas en su mayoría
no conocen otra forma de ejercer el poder público que no sea la forma hiperpresidencialista.
El retorno del PRI a Los Pinos no
representa la llegada de una nueva forma de gobernar. Peña Nieto ha ejercido el
poder de la única manera que los priistas conocen: autoritariamente. Prueba de
ello es el arresto de Elba Esther Gordillo, que aunque aplaudido
mediáticamente, este no representó el fin del corporativismo en el gremio
magisterial, así como tampoco lo representó la detención de Hernández Galicia
en el sindicato petrolero por parte de Salinas de Gortari. En ese sentido, la aún
reciente apertura al sector privado en el sector energético es la continuidad
del proyecto neoliberal puesto en marcha hace 32 años. Por lo tanto, el
Presidente Peña está siguiendo el mismo guión que utilizó Carlos Salinas.
Queda algo por aclarar. En la
época del Antiguo Régimen, los mexicanos tenían una certeza: no había mayor
autoridad que la del “Señor Presidente”, quien mandaba en México era el Presidente
de la República y no había nada por encima de él. Si algún grupo de interés o
poder fáctico osaba retar al Presidente, este era disciplinado inmediatamente.
Así es como deben de ser comprendidas las recientes sanciones a Televisa y a
Telmex: un llamado de atención a ambas empresas y a sus propietarios para que recuerden quien manda cuando gobierna el PRI. Durante la docena panista, los
poderes fácticos como las televisoras, los bancos o el crimen organizado,
desafiaron el poder presidencial o se consideraron iguales a éste, pero con el
regreso del PRI, se está viviendo un proceso de restauración. Esto es posible
porque el PAN cuando tuvo la Presidencia nunca intentó modificar la estructura
del presidencialismo mexicano, por el contrario, intentó adaptarse a ella y a
simplemente sustituir al PRI, es decir, México ha padecido de una alternancia
sin transición, por lo tanto cuando el Revolucionario Institucional regresó, la
estructura que había creado se encontraba intacta.
En conclusión, el proyecto político
de Peña Nieto para este sexenio es la restauración del antiguo régimen. Aunque
se profundice el modelo neoliberal y se debilite al corporativismo, el pilar
fundamental del sistema político mexicano, el Poder Ejecutivo, se ha fortalecido en
poco menos de un año y medio de gobierno priísta, y al parecer se encuentra
listo para disciplinar a los poderes fácticos que ante la debilidad de los “hipopresidentes”
panistas, creyeron ser igual de poderosos que la Presidencia de la República. Ante este intento de restauración, la única manera de desmontar el excesivo poder del Presidente es a través de una medida que de implementarse, transformaría radicalmente al sistema político mexicano: instaurar el régimen semipresidencialista como forma de gobierno, tal como lo propuso Cuauhtémoc Cárdenas en la mítica campaña electoral de 1988, la cual fue durante sus primeros años la principal propuesta política del PRD y que aún nadie sabe porqué este partido ha dejado de enarbolar.
[1]
Espinoza Valle, Víctor Alejandro (2000) Alternancia Política y Gestión Pública,
El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana. La palabra “corporativo” es mía.
[2] Sartori,
Giovanni (1992) Partidos y Sistemas de
Partidos, Alianza Editorial, Madrid.
[3]
Sartori, Giovanni (2012) Ingeniería
Constitucional Comparada, Fondo de Cultura Económica, México D.F.