sábado, 29 de enero de 2011
Un Cimarrón en la SDSU.
Ayer 28 de Enero, disfruté de mi último Viernes de vacaciones invernales. Este Lunes regresaré a clases y continuaré con mi formación académica. Durante esta semana, no hice algo digno de contar, solo dormir y despertar tarde. Sin embargo, siempre tuve en mente que en la última semana de vacaciones, haría algo realmente diferente que rompiera con mi rutina. Finalmente, me decidí por visitar la "San Diego State University", mejor conocida por sus siglas como SDSU, en la vecina ciudad de San Diego, California, Estados Unidos.
Hace unos 3 meses, había acordado visitar también en un día Viernes, a unas amigas que estudian en la mencionada Universidad. Durante esa semana, tuve 2 días libres en la UABC para poder descansar del ajetreo escolar. Cuando llegó el día, me levanté a las 5:00am, algo que fué muy difícil para mi, ya que usualmente me levanto entre las 10:00am y las 11:00am. El motivo por el cuál me desperté a esa hora, fué por que tenía que cruzar la garita internacional de Tijuana hacia EUA muy temprano, ya que tenía planeado verme con una amiga a las 8:30 de la mañana en la Estación Beyer del tren ligero de San Diego para no llegar solo a la universidad. Con eso en mente, el Jueves anterior me fuí a dormir a las 9:00pm. Sabía que levantarme tan de madrugada sería difícil para mi y no quería correr riesgos. A la mañana siguiente, me desperté justo a la hora deseada (5:00am) y fuí breve bañándo y vistiéndome. Cuando me disponía salir de mi casa, me dirijí al mueble donde guardo mis cosas personales para tomar mi Visa de Turista. Sin embargo, no apareció por ningún lado, simplemente no podía encontrarla y perdí ese día libre. A partir de entonces, una batalla feroz entre mi madre y yo y se desató, culpándonos mutuamente del extravío de mi visa. Providencialmente, justo cuando se cumplía un mes del incidente, mi hermana mayor encontró mi documento en el bolsillo izquierdo de una de sus miles de chamarras. Al tener de nueva cuenta a mi visa entre mis manos, recobré y con más fuerza el deseo de visitar la Universidad Estatal de San Diego.
Dicha visita por fin pudo ser cristalizada el día de ayer. El Jueves 27, decidí que para evitar sorpresas, me quedaría a dormir en la casa una tía que vive en la Ciudad de Chulavista del condado de San Diego, y así evitar las largas filas peatonales para cruzar de Tijuana a SD. Durante la noche, me puse en contacto con una de mis amigas y me dijo que ese Viernes solo tendría una clase (Economics) de 9am a 10am, y que si quería la podía tomar. Anoté el nombre del edificio "Storm Hall" y número del salón para llegar a tiempo y saber como son las clases universitarias en Estados Unidos. Ya el Viernes, me levanté a las 6:00am y a las 6:40am tomé el "trolley" en la Estación de la Calle H, cercana al departamento donde vive mi tía. Intrigado por pasar un día en SDSU, disfruté el camino hacia la universidad. Los vagones de la Línea Azul que se toman en la Ciudad de San Ysidro, que es la comunidad que prácticamente está pegada a mi ciudad natal de Tijuana, tienen como destino el Centro (Downtown) del condado de San Diego, por lo que es necesario transbordar de ruta de trolebús para llegar a esa escuela. En promedio, la travesía tiene una duración de 1 hora con 30 minutos desde TJ, lo que provoca que muchos estudiantes realicen su tarea en el camino a la universidad.
Ya en el camino, lo primero que me asombró fué la inmensa cantidad de latinos que abordaron el trolley junto conmigo. Mexicanos, "Pochos"(descendientes de latinos) y demás fauna de piel morena inundaron los vagones del tren eléctrico. El sur del Condado de San Diego fácilmente puede confundirse con alguna ciudad de México, ya que casi todos sus habitantes son nacidos en el país azteca o son hijos de mexicanos. Cuando llegamos a Down Town, los jóvenes latinos descendieron del trolebús y se dirigieron a la "San Diego High School", el bachillerato con mayor tradición en SD. A medida que nos dirigíamos hacia el norte, la cantidad de latinos descendía exponencialmente. En estaciones previas, la inmensa mayoría de la "raza" ya había bajado. Cuando el trolley llegó a Old Town (la estación al final de la Zona Centro), tuvimos que transbordar y tomar la Línea Verde. Aquí quiero hacer un paréntesis: Old Town era completamente diferente a la Estación de la Calle H. Casi no había latinos, de hecho podría decir que solo 3 chicos más y yo eramos los únicos en la estación. Por el contrario, aumentó considerablemente la cantidad de estadounidenses blancos, pero por otro lado, parecía que estaba en algún pueblo perdido de China, debido a la excesiva y malsana cantidad de asiáticos en Old Town. Cuando llegó el trolebús, todos los jóvenes y adultos nos agolpamos a las puertas de los vagones, compitiendo ferozmente por apoderarnos de los asientos. El tren ligero avanzó casi enseguida en cuanto me senté y el paseo continuó.
La línea verde pasa por el Estadio Qualcomm, centros comerciales y areas de apartamentos lujosos, y termina en fraccionamientos privados donde es muy difícil encontrar que vivan inmigrantes, a diferencia de otras partes de San Diego. No sé por que tuve la sensación que el trolley era más rápido en esa ruta, pero cuando llegamos a la estación subterránea de la Universidad se me hizo muy corto el tiempo recorrido desde Old Town hacia SDSU. Cuando bajé del trolebús, confirmé mis apreciaciones: Algunos mexicanos, pocos pochos y negros, muchos "gringos" y demasiados asiáticos. La marabunta de estudiantes me condujo casi inconcientemente hacia las escaleras eléctricas. Al subir y salir de la estación, más escalinatas se abrían paso y estas parecían no tener fin. Cuando llegamos a la cima, no aprecié los edificios en su totalidad. Estaba desubicado y apurado, no veía ningún mapa y no sabía en donde estaba el edificio donde mi amiga tomaría su clase. Fué entonces cuando decidí dirigirme hacia la izquierda sin saber hacia donde iba. Por alguna extraña razón, terminé en la Facultad de Ingeniería, donde más asiáticos pululaban por sus alrededores. Desesperado por no ver un mapa, le pregunté a una señora (que naturalmente, era mexicana) que limpiaba la entrada a uno de los edificios, si conocía la ubicación de "Storm Hall". Para mi desgracia, la doña dijo que nunca había oído hablar de el. Seguí caminando y escapé de Ingeniería atravesando la Facultad de Geología, donde asiáticos aún más feos que los anteriores jugaban con la tierra de los camellones. Regresé a una especie de plaza central que ya había pasado, y decidí seguir a una muchacha de muy buen ver. Su camino me hizo pasar por la biblioteca, la librería y un comedor, hasta por fin llegar a la entrada oficial a la Universidad, la fachada con aspecto de misión colonial española. Ahí por fin encontré un mapa, que me indicó que "Storm Hall" era el edificio #21 y que se encontraba aún más a la izquierda. Seguí caminando y cuando llegué, le pregunté a un muchacho gordo que parecía inglés si me podía dar la hora. Con su amabilidad característica, me dijo que eran las 8:59am. Fué entonces cuando la alegría regresó a mi cuerpo: Llegaba justo a tiempo para tomar la clase de Economía. Con todo lo que había recorrido, pensé que eran las 9:30am y me decepcionaba el hecho de no poder tomar una clase en SDSU. Cuando asimilé que estaba a tiempo, subí corriendo los 3 pisos del edificio para llegar al salón 351. Para mi fortuna, una muchacha estaba entrando al salón al mismo tiempo que yo lo hacía, por lo que no se vió tan extraña mi entrada a pesar de que la clase tenía 2 minutos de iniciada.
El salón era casi cuadrangular, con asientos parecidos a los de un cinema divididos por un pasillo central. Me senté en la última hilera, esperando divisar a mi amiga. Cuando alcé la mirada, ella agitaba su brazo indicándome donde se encontraba, y me cambié de lugar hacia uno de su hilera. De reojo observé que facilmente el salón tenía capacidad para albergar a unos 60 estudiantes, mientras enfrente un pizarron verde se erguía por todo lo largo de la pared. El profesor, un chino de no más de 25 años, vestido con camiseta, tenis y pantalón de mezclilla, impartía su clase como si fuera la última que diera en su vida. Para hacer más bizarro el asunto, el profe chino habló entre otras cosas sobre lo que en Economía se le conoce como "La Mano Invisible del Mercado". Dicha frase fué acuñada por el escocés Adam Smith, padre de la economía moderna, en su magna obra titulada "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones", mejor conocida como "La Riqueza de las Naciones". Adam Smith sostenía que si el mercado actuaba sin mayores limitaciones que las de la capacidad de sus integrantes, este sería próspero y funcionaría de la mejor manera posible, fijando precios de equilibrio que permitirían a los consumidores adquirir los productos que desearan y a los vendedores obtener las ganancias suficientes para reinvertir y vivir con comodidades. Smith también decía que si el gobierno intervenía en el mercado, este no funcionaría y su prosperidad no sería completa. Smith afirmaba por ello que "una mano invisible" creada por el mercado, empujaba los precios de los productos hacia arriba o hacia abajo para generar equilibrio en el mercado, lo cuál traería bienestar. Para ser sinceros, yo solo me preguntaba como en una escuela tan buena como lo es SDSU, en un país que se supone de 1er mundo, se siga enseñando una teoría del siglo XVIII como la única y válida explicación al funcionamiento del mercado. Al final de la clase, le cuestioné algunos ejemplos que dió el Profesor en su clase, aunque siempre regresábamos al punto de que la intervención del estado en el mercado generaba desabastecimiento de productos o sobreoferta de otros.
Al terminar la clase, mi amiga me dió un tour por la librería, el gimnasio, la biblioteca y los comedores. También me llevó al edificio del Presidente (Rector) de la Universidad, a la Sala de Conferencias, a la oficina de la Asociación de Estudiantes y a las tiendas como agencias de viajes que se encuentran dentro del campus. Así mismo, me enseñó su dormitorio y como son los edificios donde viven los estudiantes que pueden pagar el alquiler. Me dió un ejemplar del periódico universitario, en el cual había una convocatoría para escoger al "Guerrero" que representaría a los equipos deportivos de la Universidad. Para quienes no sepan, los estudiantes y deportistas de la SDSU tienen el mote de "Aztecs", y a todos los alumnos se les inculcan los valores de honor, valentía y esfuerzo que tenían los aztecas. El hecho de vivir en una ciudad fronteriza con México, hace que los San Dieguinos tomen como propias las culturas del México prehispánico. Así como existen "Los Cimarrones de la UABC" o "Los Pumas de la UNAM", existen "Los Aztecas de SDSU". Es sorprendente que una Universidad extranjera difunda más la cultura ancestral de México que las mismas escuelas mexicanas.
A las 3 de la tarde, mi amiga se fué a casa de sus padres, mientras que yo permanecía en la universidad. La tía con la que me había quedado la noche anterior, salía a las 6pm de su trabajo, por lo que decidí hacer tiempo merodeando más en la biblioteca antes de regresar a su casa. Al ver que muchos lo hacían, me recliné en uno de los sillones y quedé profundamente dormido. Desperté a las 5:00pm, llenó de energía y con ganas de regresar a casa. Cuando bajé a la estación del trolley, el verla vacía me provocó miedo no por el hecho de estarlo, si no por que saliera de no se donde un gringo loco armado con un bat dispuesto a masacrarme. Cada cierto tiempo aparece en las noticias de EUA un sicópata asesinando gente en X escuela, por lo que al recordar eso, y al remembrar que era un moreno en un país de blancos (aunque siendo estrictos, SDSU es una Universidad de asiáticos) cierto pavor se apoderó de mi ser. Dicho miedo desapareció cuando un par de muchachos musulmanes aparecieron en la estación, y al poco tiempo un mosaico racial de negros, blancos, árabes, 1 latino y bastantes asiáticos coloreaba la estación. Al llegar, abordé el trolebús y nuevamente quedé dormido. Para mi suerte, desperté 1 estación antes de Old Town y a diferencia de la mañana, ahora la estación estaba desierta. Transbordé a la línea azul, bajé en H Street y tomé un camión que me dejó a una cuadra del departamento de mi tía. Después de comer, me llevó hacia la garita de San Ysidro y me despedí con la promesa de volverla ir a visitar. Cuando crucé la garita y llegué a Tijuana, regresé a mi realidad: Niños mendigando, taxistas amedrentando gente, militares empuñando sus metralletas, inmigrantes deportados y una multitud de vendedores ambulantes me hicieron recordar que vivo en un país pobre al cual todavía le falta mucho para que sus universidades tengan estaciones de tren ligero subterráneas. Pero eso algún día va a cambiar.
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