En todo el mundo existen ciudades que comparten historia con alguna ciudad vecina extranjera: La española Ceuta al norte de Africa y la británica Gibraltar al sur de la penísula ibérica escenifican el dramatismo de la migración africana a Europa; la Zona Desmilitarizada de Corea se mantiene como un resabio de la Guerra Fría mientras que Miami y La Habana parecen hermanas que se aman y se detestan al mismo tiempo, pero ninguna relación ha sido tan profunda como la existente entre la mexicana Tijuana con la estadounidense San Diego.
La mutua influencia entre Tijuana y San Diego se refleja en todas las facetas de la vida colectiva de dichas ciudades, excepto en uno: el político electoral. Mientras que en asuntos educativos, culturales o económicos cada vez existen más acuerdos entre instituciones sandieguinas con tijuanenses, a tal grado de compartir el cambio de horario de verano, en el aspecto político electoral los sandieguinos conocen tanto la política mexicana como los tijuanenses la estadounidense. Aunque ambas ciudades han compartido un fortísimo bipartidismo, nadie podría aventurarse a formular alguna otra similitud en el ámbito de la política electoral.
Es por ello que mi asistencia al mitin en San Diego del aspirante socialista a la candidatura presidencial del Partido Demócrata, el senador Bernie Sanders del estado de Vermont, ubicado en el extremo noroeste blanco de Estados Unidos, me provocaba tanta intriga: no sólo iría a escuchar el atípico discurso de un político estadounidense, sino que conocería de manera directa una faceta de la cultura política del país más poderoso del mundo.
La primera diferencia entre la cultura política mexicana con la estadounidense fue la noticia misma: mientras en México los grandes mitines de campaña se anuncian con bastantes días de anticipación, el sábado 19 de marzo los representantes de Bernie Sanders anunciaron que su candidato visitaría San Diego el martes 22 de marzo. Con sólo tres días de anticipación, la campaña de Sanders invitaba a la ciudadanía a un mitin dentro de las instalaciones del Centro de Convenciones de San Diego, ubicado frente a la céntrica bahía que comparte nombre con la ciudad. En México los mitines electorales tradicionalmente se han hecho en las calles, aunque en los últimos años se han realizado más eventos en espacios cerrados. Otra novedad fue enterarme que para asistir al mitin me recomendaban realizar una reservación vía internet, algo que nunca había hecho en mi vida.
El día del mitin planeaba llegar a las tres de la tarde al Centro de Convenciones, según yo para poder estar frente al templete y poder platicar con los asistentes. Llegar dos horas antes me parecía prudente (la convocatoria al mitin señalaba que a partir de las 5 de la tarde se permitiría la entrada al evento) sin embargo para el medio día una prima que también asistiría al "rally" me contó no sólo que ya había fila para entrar, sino que esta cada vez era más extensa y nutrida.
Ante el temor de no llegar a tiempo, me dirigí inmediatamente a la garita divisoria entre México y Estados Unidos, sin embargo la tardanza de los amigos con los que asistiría al mitin así como la demora para cruzar peatonalmente me impidió cumplir con mis planes, por lo que llegamos al mitin exactamente a las 5 de la tarde. El camino de la frontera hacia el centro de San Diego lo realizamos en la línea azul del "trolley" (tren eléctrico) sin observar que algún otro pasajero del trolebús también viajara con dirección al mitin de Sanders, lo cual incrementó mi desesperación por no llegar temprano. Sin embargo, una vez en el centro de la ciudad transbordamos de ruta del tren eléctrico para acercarnos a la entrada del Centro de Convenciones: dicho tren sí estaba plagado de jóvenes seguidores del Senador de Vermont.
Al llegar al inmenso Centro de Convenciones lo primero que hicimos fue buscar el final de la fila de entrada, pero no lo encontramos: la fila para el mitin, aunque no era de uno en uno sino de grupos en grupos de personas, era gigantesca, ésta le daba toda una vuelta al edificio y se dirigía hacia el embarcadero de yates de la bahía de San Diego sin poder verse su fin. Fue entonces que mis amigos asistentes y yo tomamos una decisión: nos meteríamos a la fila.
Aunque ya pasaban de las cinco de la tarde, los asistentes se veían tranquilos y sin prisa, poco después al preguntarle a un miembro del staff comprendí su tranquilidad: La mentada reservación era sólo un engaño para tener una estimación probable de la cantidad de asistentes al mitin, por lo que Sanders llegaría hasta las ocho de la noche proveniente de una entrevista televisiva en Los Angeles, así que teníamos tres horas para hacer fila o meternos a la misma. Una vez decidido lo segundo, caminamos en dirección a la entrada observando la colorida asistencia conformada por personas jóvenes abrumadoramente, algo muy distinto a los eventos políticos mexicanos donde los jóvenes destacan por su ausencia. Estudiantes de todo tipo en su mayoría: blancos promotores de la legalización de la marihuana, treintañeros que no asistieron a su trabajo, jóvenes mexicoamericanos tanto residentes en San Diego cómo en Tijuana, alguno que otro negro (lo cual comprueba el bajo respaldo de Bernie dentro de ésta minoría racial) y hasta estudiantes de intercambio provenientes de Dinamarca eran principalmente la asistencia. Ni trabajadores industriales, ni asiáticos ni adultos maduros se observaban en la fila.
A pesar de ser el grupo menos nutrido, los ancianos asistentes destacaban: vestidos con ropa hippie o portando camisetas con consignas contestarias, llevando incluso una playera del hasta hace unos años enemigo del gobierno de Estados Unidos, el cubano Che Guevara, los adultos mayores que fueron a escuchar al judío demócrata socialista nacido en Brooklyn, Nueva York, representaban la tradición de la extraña izquierda estadounidense que se había mantenida alejada de cualquier participación electoral. Sus rostros reflejaban la alegría de quienes por muchos años no habían logrado que sus ideas contaran con respaldo entre la población pero que ahora eran compartidas por los jóvenes casi en su totalidad, algo similar a la cara que ponen los viejos aficionados de un equipo de fútbol cuando su equipo vuelve a estar en los primeros lugares.
Tras haber observado la creatividad reflejada en las pinturas, pancartas y botargas realizadas artesanalmente por los seguidores más entusiastas de Sanders así como percatarnos de la presencia de vendedores de afiches promocionales cómo camisetas, gorras, llaveros y pines (algo muy similar a los grandes mitines de López Obrador en el Zócalo de la Ciudad de México) comenzamos nuestra incursión en la fila. Atrincherados en las escaleras que separaban la fila del grupo autorizado para entrar esperamos el momento justo para meternos: cuando se autorizó la entrada de un siguiente grupo y la fila perdió su división ante el tumulto generado por la fila en movimiento, nos metimos a la misma, así de fácil como se lee (al parecer los gringos no tienen la costumbre de respetar la fila, a diferencia de nosotros). Lamentablemente dos amigos quedaron atrás, uno no pudo entrar por llevar mochila ya que éstas se encontraban prohibidas mientras que otro se había logrado colar en la fila pero más atrás. No volvimos a saber de él hasta finalizar el evento.
Una vez adentro del centro y tras pasar por los detectores metálicos, llegamos a los salones D y E, los cuales eran unos galerones inmensos, con baños en sus extremos y una cafetería que vendía comida rápida gringa y distintas bebidas no alcohólicas. Para nuestra suerte entramos cuando la fila comenzó a moverse, por lo que fácilmente pudimos colocarnos incluso frente al corral de los medios de comunicación. Al incrementarse la cantidad de asistentes los organizadores cerraron la parte dónde nos ubicamos, por lo que verdaderamente tuvimos suerte. Durante dos horas y media estuvimos esperando a Sanders, sin embargo la espera fue amena gracias al sonido local que transmitió la señal de canales de televisión que cubrían los resultados de las primarias demócratas en Arizona, Idaho y Utah así cómo por la novedad que encerraba para mis amigas y yo acudir al evento. Un fondo negro, una manta rectangular con el lema de campaña "A future to believe in" y las banderas de Estados Unidos y de California a los costados era todo el adorno del escenario.
Algo que notamos en esas dos horas era el desconcierto de todos los asistentes, tanto de seguidores como de los miembros del staff, ya que era el primer mitin político para muchos. Mientras que en México los asistentes a un mitin electoral son en su mayoría llevados en contra de su voluntad o a cambio de dinero o alguna otro prebenda, por lo que su ánimo es bajo y aburrido y sólo esperan el fin de los discursos para marcharse, los asistentes al mitin de Sanders estaban ávidos de entablar conservación con desconocidos. En el caso del staff era lo mismo, en México el staff lo integran los militantes más activos dentro del partido político, mientras que en el mitin de Sanders los organizadores del evento habían convocado a cualquiera que quisiera sumarse como staff a participar en una reunión previa abierta.
Poco después de las siete de la tarde subieron al templete en forma de T los que en ese momento creía eran invitados especiales o dirigentes políticos, pero estaba en un error: aunque si había presencia de líderes de organizaciones comunitarias y activistas ambientales o migratorios destacados, la mayoría de los que estuvieron en el templete eran simples asistentes que algún staff había invitado a subir a hacer bulla. Para mi era algo traumático, ya que en mi experiencia en la política mexicana estar arriba del templete es un privilegio para los líderes políticos, mientras que en el mitin de Sanders no era así. Aunque tal vez esa diferencia pueda deberse a que Bernie Sanders apenas lleva un año como miembro del Partido Demócrata, ya que toda su vida había competido electoralmente como candidato independiente, lo cual explica la ausencia de dirigentes partidistas o de funcionarios públicos en el templete. Aún así se notaba que solamente algunos de los miembros del staff eran integrantes formales de la campaña de Sanders, ya que el resto del staff se mantuvo absorto y en trance durante el discurso de su candidato, reflejando que eran un seguidor como cualquier otro. Esto refleja el importante papel que han tenido los seguidores auto organizados para el éxito de la campaña de Sanders.
Finalmente, a las ocho y media de la noche y tras el incendiario discurso de la actriz de ascendencia puertorriqueña Rosario Dawson llegó el candidato: agentes del servicio secreto coparon los alrededores del templete a su entrada y, detrás de ellos, un anciano encorvado de poco cabello blanco y mediana altura acompañado de una mujer con sobrepeso hizo su entrada triunfal. La canción "People have the power", tradicional de los mitines de la izquierda, resonó por todo el lugar. Bernie saludó a los seguidores del templete, se paseó por el escenario y se colocó frente al atril levantando su puño de lucha. Poco antes miembros del staff habían distribuido pequeñas pancartas azules con el lema del candidato, las cuales fueran agitadas con entusiasmo por sus seguidores.
El discurso de Bernie Sanders fue preciso y sustancioso: primeramente saludó a la audiencia señalando su alegría por estar en California, "el estado más progresista de América", condenó los ataques terroristas en Bruselas perpetrados por DAESH y a partir de ahí su magia comenzó. Anteponiendo a cada párrafo la frase "ésta campaña se trata de", Bernie habló de la creciente desigualdad económica, culpó a los billonarios de los problemas de Estados Unidos, atacó a los políticos que responden a los intereses de quienes financian sus campañas, prometió incrementar los impuestos a las grandes empresas y expandir los programas sociales, se manifestó a favor de la comunidad LGBT, remarcó que el cambio climático era la mayor amenaza para la humanidad y atacó a los políticos demagogos que como Donald Trump intentan culpar a las minorías raciales de los problemas públicos. Los momentos más aplaudidos fueron sus posicionamientos en defensa de los derechos de las comunidades indígenas y de las mujeres, su promesa de volver gratuita la educación universitaria así como los servicios de salud y su postura a favor de la legalización de la mariguana a nivel nacional, pero definitivamente el momento de la noche fue cuando recordó su origen: Bernie Sanders es hijo de inmigrantes polacos, por lo que cuando expresó que él comprendía el sufrimiento de las familias desintegradas por la deportación de inmigrantes y por ende de ser Presidente detendría las deportaciones, el aplauso fue masivo, los latinos aplaudieron y gritaron a rabiar mientras Bernie sonreía con beneplácito al ver la alegría de sus seguidores.
El senador de Vermont se despidió de San Diego prometiendo volver, pidió a sus seguidores que participaran en las elecciones primarias de California el 6 de junio y aseguró que de ser bajo el abstencionismo (el cual es altísimo en Estados Unidos) su victoria sería masiva. Para mi fortuna pude estrechar su mano y saludarlo tanto en la entrada como en la salida. A la hora de marcharnos, me impresionó nuevamente el orden con el que salieron los asistentes, en completa tranquilidad y sincronía. A las afueras del Centro de Convenciones, carros pitando en señal de apoyo y porras gritando "Feel the Bern" (el lema informal de la campaña de Sanders) reflejaban la euforia con la que los seguidores del socialista habían salido del evento. Por cierto, definitivamente los mitines mexicanos son carísimos: además de tener que pagar por transportar a los asistentes, a estos se les regalan gorras, camisetas, artículos de todo tipo y hasta comida, mientras que en el mitin de Sanders ni agua se distribuyó a los ancianos sentados en la parte reservada para ellos.
Caminando hacia el carro de un amigo que nos daría raite a Tijuana y platicando con una amiga coincidimos en nuestra apreciación del discurso de Sanders: aunque las propuestas podrían ser clasificadas como las de un típico socialdemócrata europeo, el tono contestatario del mismo era inusitadamente populista, ya que el feroz ataque sin cuartel a los billonarios y la convocatoria al pueblo a realizar una "revolución política" para cambiar a Estados Unidos y derrotar al status quo volvía al discurso de Sanders el más radical de todos los que había escuchado en cuánto a tono se refiere. Aunque es probable que no pueda vencer a su contrincante financiada por Wall Street, Hillary Clinton, Bernie está obligando al Partido Demócrata a correrse a la izquierda y está sembrando entre las personas jóvenes el anhelo por tener en la Casa Blanca a una mujer u hombre con las ideas de Sanders. Aún así, la alegría y esperanza tan fuerte que sus seguidores reflejaron me hacen querer creer que Bernie Sanders será el primer presidente abiertamente de izquierda en la historia de los Estados Unidos.
P.D.
Mi amigo que se había quedado atrás en la fila para entrar al Centro de Convenciones fue invitado por una organizadora del evento a subir al templete. Eso sí es suerte, por eso comparto su foto desde el templete. Pinche Frank suertudo jajaja
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