Este día fue el primero en el que desayunamos mi hermana y yo en el hospital. A partir del Miércoles, siempre desayunamos ahí a las 9am, 6am de Tijuana, ya que aunque la comida no era muy buena, era mucha y nos podíamos llenar para no comprar en la calle y tener energía para caminar largos trechos. Sin embargo, gracias a las salsas y chiles que trajo mi hermana, comíamos a gusto, además de que el café que servían era buenísimo. Eso si, tuve que regresar 2 veces a la habitación por que nomás no me traía la salsa que quería Priscilla. Pero lo que definitivamente no tiene parangón alguno, era el chocolate. Sabor intenso, dulce, temperatura caliente pero adecuada y muy espumoso, así eran las 3 tazas de chocolate que fácilmente me tomé diariamente. Me dijeron que el chocolate en Cuba lo hacen en la primera ciudad fundada en ese país, en Baracoa, ubicada en la actual provincia de Guantánamo, la provincia más al oriente de la isla.
Al terminar de desayunar, nos dirigimos velozmente hacia la salida del hotel y pedimos un taxi. Rechazamos las ofertas que se nos hicieron, y caminamos hacia el parquímetro (estacionamiento) donde se ubicaban los famosos "cocotaxis", vehículos de forma circular que permiten tener una visión más amplia de la ciudad. Sin embargo, su precio era elevadísimo, y justo cuando habíamos decidido regresar con los taxistas del hotel, apareció un señor de la tercerda edad quien se ofreció a llevarnos en su taxi por solo 3 CUC´s, a diferencia de los 5 CUC´s de los taxis estatales y de los 10 CUC´s de los cocotaxis. En cuanto subimos al taxi, el señor me preguntó que a donde íbamos, y por fin mencioné las palabras que durante tantos años había esperado decir: "¡Lléveme a la Plaza de la Revolución!"
Nuestro hotel estaba ubicado frente al Malecón, y pasa exactamente a lado la Avenida Paseo, la cual llega perpendicularmente a la Plaza de la Revolución. Aunque el tiempo en llegar fue breve, vimos muchos árboles, de troncos gigantescos y ramas enormes, y claro, la existencia de basura en las calles simplemente no era real. El señor nos dejó frente a la Biblioteca Nacional "José Martí", a un costado de la plaza. Cuando estuvimos en las puertas de la Biblioteca, un guardia nos dijo que estaba cerrada por remodelación, pero que además, en Cuba todo estaba cerrado al ser día feriado. De acuerdo a las palabras del guardia que más tarde confirmaríamos, los cubanos conmemoran el asalto al Cuártel del Moncada (inicio de la Revolución) descansando el día 26 de Julio, aparte del día anterior y el día siguiente. El 26 de Julio de 2011 cayó en Martes, por lo que desde el Domingo en Cuba había asueto, pasando por el Lunes, Martes y Miércoles. Atónitos ante esta realidad, avanzamos hacia la Plaza, y el sentimiento que sentí al estar en ese lugar era indescriptible. Aunque la plancha parecía un estacionamiento rectangular y no era tan grande como la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, se sentía una vibra que transmitía el saber que ese lugar era eminentemente histórico. La Plaza de la Revolución está rodeada de árboles gigantes, edificios que albergan distintos Ministerios, como el del Interior y el de Comunicaciones donde se colocaron los relieves de las imagenes del Comandante Ché Guevara y el Comandante Camilo Cienfuegos. De frente a esas figuras, está el Memorial "José Martí", construido por Fulgencio Batista, el tirano al cual la Revolución derrocó. En el Memorial se encuentra una enorme estatua de Martí, un museo dedicado a su vida y una torre altísima, la cual es el edificio con mayor elevación de toda Cuba y que cuenta con un excelente mirador. Sin embargo, no pudimos entrar al Memorial: todo estaba cerrado debido al feriado del 26.
Ante esa frustración, nos mantuvimos un poco más de tiempo en la Plaza y, a iniciativa mía, caminamos hacia la Universidad de La Habana. Gracias al mapa que llevábamos y a que unos señores que estaban en el parque que sigue a la Plaza nos supieron ubicar, sumado a que en La Habana todas las calles tienen señalizaciones, pudimos llegar sin ningún problema de desviación. Mientras más nos acercábamos a la Universidad, la altura de los árboles aumentaba considerablemente, haciéndome sentir más chaparro de lo que ya soy. A mitad del camino, decidimos tomar una cerveza para refrescarnos en un puesto que simulaba ser una palapa. La despachadora me dijo, previa pregunta mía, que era legal en Cuba consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, lo cual comprobamos al pasar justo a lado de una pareja de oficiales sin ser molestados. Tras al menos una media hora de caminata, y después de haber dejado atrás la Plaza, la Central de Omnibuses, la Escuela de Odontología y demás lugares importantes, nos encontrábamos en las escalinatas de la Universidad de La Habana, fundada en 1728.
Para confirmar que teníamos mala suerte, no podíamos llegar hasta la estatua del Alma Máter, ya que una cuerda, aparte de 4 vigilantes (2 hombres y 2 mujeres) se aseguraban de que solo subiéramos los escalones de la escalinata hasta donde estaba la cuerda, esto por que la Universidad estaba cerrada al ser tiempo de vacaciones. Después de las fotos de rigor, nos dirigimos al lado izquierdo de la Universidad, ya que en ese flanco se ubicaba el Museo de Napoleón. Teníamos la intención de entrar, pero como cobran, dudábamos si valía la pena entrar al museo de una persona que nunca visitó La Habana. Mientras arreglábamos nuestros planes, pasaron 2 jóvenes, que portaban cada uno un cuaderno bajo el brazo, dando la imagen de ser estudiantes. Los abordé y les pregunté si era bueno visitar el Museo Napoleón, a lo que ellos nos dijeron que había lugares mejores para ir, ya que entrar a ese museo era realmente intrascendente. Nos recomendaron ir mejor al Callejón del Hammel, epicentro de la cultura afrocubana en La Habana, y también ir a la Casa de la Federación Estudiantil Universitaria, casa donde Fidel Castro vivió mientras estudió Derecho. Entusiasmados por los lugares, mi hermana les pidió la dirección de esos sitios, a lo cual nos respondieron los muchachos que ellos nos acompañaban, ya que iban para la casa estudiantil y el callejón les quedaba de paso.
Durante la caminada, les hacía las preguntas de rigor a los muchachos. Me dijeron que estudiaban Historia y Filosofía, que los 2 eran de ciudades de provincia, uno de Cárdenas y otro de Matanzas. El de menor estatura, Angel, me dijo que de los 8 partidos que hay en México, les deberíamos de pasar 1 por que ya no quieren al que está en Cuba (Partido Comunista), afirmó que la gente en Cuba piensa cosas pero teme decirlas, y que Raúl era más autoritario que Fidel, ya que mientras Fidel era de formación abogado y le gustaba convencer y debatir, Raúl era un tirano que quería implantar una dictadura militar, pero que los jóvenes como ellos impedirían que así sucediera ya que Cuba es un país "libre, soberano e independiente". Ese tipo de comentarios me hacía ante las preguntas de orden político, pero sobre la situación económica de la isla tanto Angel como el otro muchacho, Alejandro, respondían diciendo que Cuba era un país pobre económicamente pero rico culturalmente, frase que me repitieron varias veces. Al llegar al Callejón, me agradó la vista, ya que los edificios alrededor si estaban remozados, pintados y bien cuidados, a diferencia de varios de Centro Habana, zona en la que nos ubicábamos. Colores vivos y visos africanos adornaban las paredes, frases y refranes decoraban los murales pintados, y personas portando la vestimenta santera blanca hacían de ese Callejón un lugar bastante agradable. Sentados en el piso, bajo la sombra del árbol central del callejón, ordenamos una bebida tradicional de Cuba, un "negrón", bebida hecha a base de alcohol, miel, limón, menta y agua mineral con mucho hielo. Mi hermana estaba tan compadecida de los muchachos que nos decían que les era muy difícil tener algo que comer por lo menos una vez en el día, que decidió invitarles un "Negrón" y comprarle a las personas que estaban en el Callejón sus copias pirtas de discos de cantautores cubanos. Uno de los discos era de canciones de Carlos Manuel, cubano que a principios de la década del 2000 se fue a vivir a Nueva York, EUA, razón por la que desde entonces se le considera un "gusano" en los medios de comunicación cubanos. Alejandro me comentó que el quería mudarse a Estados Unidos, mientras que Angel dijo que quería pasar una temporada allá trabajando y regresar tras un tiempo a Cuba. Todos esos comentarios tan ásperos hacia el gobierno cubano, y en especial hacia Fidel y Raúl, provocaron que se generara dentro de mi un sentimiento muy fuerte de decepción. Estos muchachos, estudiantes, de 24 años, estaban orgullosos de ser cubanos, y de acuerdo a lo que me dijeron, reivindicaban la Revolución contra Batista, e incluso, sentían cariño sincero por el Ché y Camilo Cienfuegos, pero sostenían la idea de que tanto Fidel y Raúl habían traicionado sus ideales, y que al salir Raúl del poder, pondrían al otro hermano, Ramón, al frente de la Presidencia de Cuba. Simplemente sus palabras me golpeaban, estos muchachos no tenían una razón personal para decir mentiras, por lo que solo podía creerles.
Terminando de comprar los discos, que por cierto yo también compré uno ante la insistencia de Priscilla, nos llevaron a la casa de la FEU. Una guardia de la casa nos dijo que solamente podíamos estar en el primer piso. Ví en la oficina principal las típicas fotos de Fidel y el Ché, mientras que en un cuartito donde estaba un garrafón de agua estaban las fotos de Fidel y Raúl. Priscilla, Alejandro y Angel entraron antes a la FEU, mientras yo me quedaba atrás tomando fotos. Cuando pasé al pasillo de recepción, Priscilla me jaló hacia ella y me dió un paquete envuelto en papel blanco, y me ordenó guardarlo inmediatamente en mi morral. No pregunté que era y obedecí de inmediato. Pasamos al comedor de la casa y me dijeron que eran puros, que Priscilla se los compró a Alejandro al precio que les daban a los estudiantes, 25 CUC´s cada mazo de 25 puros. Solamente tomamos agua, y al salir de la FEU, antes de despedirnos, Angel le vendió a Priscilla 4 paquetitos de café de marca "Hola", a 5 CUC´s cada paquete, ya que dijo Angel que ese era el precio que a ellos les daban. Al ya despedirnos, Alejandro se le acercó a mi hermana a pedirle dinero para los 2 para comer, y mi hermana solidariamente les dió 10 CUC´s. Nos despedimos y mientras ellos se dirigían hacia abajo de la calle de la casa de la FEU, mi hermana y yo, taciturnos y reflexivos por lo comentado por los muchachos, decidimos ir a la Heladería "Coppelia" para despejar la mente un poco.
El helado de Coppelia no tiene nada de especial, aunque su sabor me agradó, el hecho de no estar tan frío como quería e incluso casi tibio le restó calidad. Los kioscos que están alrededor del domo principal solo aceptan pagos en CUC, por lo que es mentira que a los cubanos se les niegue comprar donde lo hacen los turistas, solo que ellos prefieren comer dentro del domo y hacer largas filas ya que el helado costaba 2 pesos cubanos, a diferencia de los 2 CUC´s que a los turistas nos sale el capricho. Mientras comía el helado, mi hermana les preguntó a 2 trabajadoras cubanas de la heladería, una rubia y otra negra, su opinión sobre los productos que compramos: Tabaco "Crédito" y Café "Hola". Las señoras nos dijeron que eran productos de baja calidad, al menos comparados con otros, que cada puro de la marca "Crédito" costaba 1 peso cubano, y que el paquete de café "Hola" costaba 5 pesos cubanos. Cuando escuchamos eso, nos queríamos morir: Alejandro y Angel, los estudiantes que se morían de hambre, nos habían estafado, y aparte, mi hermana les había regalado 10 CUC´s. Al terminar de comer, caminamos por toda la avenida conocida como "La Rampa", hasta llegar a la Avenida de los Presidentes, donde tomamos un taxi al Hotel. Más que cansados, era el coraje de ser estafados lo que nos hizo regresar temprano al Riviera.
Para relajarnos un poco, bajamos a la piscina del hotel, cuya agua estaba salada. Nos salimos casi de inmediato, y conversamos con una muchacha negra que estaba acompañada de un italiano "amigo" suyo. De volada notamos que la muchacha era de la vida galante, y nos comentó que tenía 22 años y era Ingeniera Civíl. El italiano tenía 37 años, era Profesor, pero francamente no se veía muy listo. Platicando con la muchacha, nos contó un relato muy parecido al de los "estudiantes" estafadores, mientras que su mentado amigo italiano, le respondía con negativas a ciertos comentarios, como la negación del derecho a salir como turistas a los cubanos, sin mencionar que el condicionamiento era tener una carta invitación.
Terminada la conversación, nos alistamos para ir al Parque Cívico Miltar Morro-La Cabaña. Ese parque es un conjunto de fortalezas coloniales que usaban los españoles para guarecer a La Habana de los ataques de piratas. Se encontraba en el este de la ciudad, por lo que había que atravesar la bahía a través del túnel que pasa por debajo de ella. Lo interesante de ir a ese lugar es ver la ceremonia del "cañonazo" a las 9 de la noche. La ceremonia consiste en que se dispara un cañón del siglo XVII, pero antes un grupo de soldados utilizan la vestimenta típica que portaban los españoles al momento de activar el cañón, lo cual en aquellos tiempos, indicaba que todos tenían que guarecerse en sus casas y no salir en toda la noche. Una especie de toque de queda colonial. Al llegar a la fortaleza y estar dentro de sus murallas, mi hermana platicaba con los artesanos y yo con un señor que vendía libros usados. Este señor me contó que el participó en la Revolución de 1959 en el Movimiento 26 de Julio, como integrante de los grupos estudiantiles. Afirmó que militó en el Partido Comunista de Cuba en sus inicios, aunque luego salió por problemas con los camaradas. Entre las muchas cosas que me contó, dijo que los cubanos pueden salir cuando quieran de Cuba, pero para ir de turista se necesita presentar una carta invitación. Me confió el hecho de que el fue a ver su hija en Miami, la cual vive "como una perra". Afirmó que muchos jovenes de Cuba quieren irse del país por desconocer los motivos y razones por las que Cuba no crece al ritmo que debería de crecer; pero además, sostuvo el señor de nombre Carlos Fernández, los jóvenes cubanos creen que con la educación que les dan en Cuba, pueden tener el trabajo que sea y super bien pagado en cualquier otro país, y que dicha idea se la han metido los turistas y la familia exiliada. Los jóvenes de Cuba no se detienen a pensar que en todos los países del mundo existen muchos profesionistas sin empleo en su país de origen, pero aún así creen que todos los países los recibirán con las manos abiertas, que el mundo está esperando a los profesionistas cubanos. Intercambiamos números y correos y me despedí de el. Después de eso, fuí hacia donde estaba mi hermana, para tener un lugar cerca al cañón y ver la ceremonia. Aunque no era tiempo vacacional alto de acuerdo a los taxistas, la Fortaleza estaba repleta de gente. Al finalizar la ceremonia, eventualmente Priscilla y yo nos separamos, sin podernos encontrar. La busqué por todo el lugar, incluso fuí a la parte del cuártel que está acondicionado como discoteca y donde varias y varios cubanos bailaban salsa, pero mi hermana no aparecía. Fue hasta que me conduje a la salida que la encontré, platicando con los taxistas.
Un muchacho de nombre Miguel Darián nos llevó en su taxi al hotel, y nos cobró 4 CUC´s, a diferencia de los 6 CUC´s que nos cobró el taxista que nos llevó del hotel a la Fortaleza. Miguel nos contó que había estudiado Ingeniería Electromecánica, y que había dejado el trabajo que tenía en la compañía estatal de electricidad por que quería ganar más dinero: En un mes ganaba 50 CUC´s ejerciendo su carrera, en un día manejando el taxi podía ganar esos 50 CUC´s. Su comentario se reforzaba con el hecho de estar bien vestido, incluso me pareció que su ropa era de marca. Mi hermana le contó que fue víctima de una estafa, y aunque Miguel reconoció que fue un mal acto, justificó la treta al decir que la situación económica orillaba a la gente a actuar así, que estafadores eran solo un 1% de los cubanos, y más cosas de ese estilo. A todos los cubanos que les contamos la estafa durante el tiempo que estuvimos en La Habana, nos respondieron en el mismo tono que Miguel. Esa noche mi hermana durmió hablando mal de Cuba y los cubanos, y me dijo que no quería salir temprano mañana. Yo también dormí con algo de incomodidad.