martes, 9 de marzo de 2010

PERIPLO POR PEPE MUJICA. SÉPTIMA PARTE.


VII

3 de marzo, cumpleaños de mi hermanita, ¿cómo se me va a olvidar si siempre nos hemos querido entrañablemente? Abrí los ojos cuando mi cuerpo dijo ¡ya! Ariel no apareció ayer; Modesto se me perdió en el Paraninfo; y si hoy no me llama ni viene a mi hotel, renuncio a ir a Buenos Aires. Ir solo no tiene ningún sentido.

Desayuné con toda calma. Subí a hacer la maleta. Bajé a las 10 y entregué la llave y el cuarto. Todo está pagado, dijo la carpetera. Pregunté si alguien me había llamado. No, nadie. Luego, si tenían un hotel en Punta del Este y alguien se apresuró a orientarme y recomendarme el suyo. Me bajó la tarifa de 90 a 80 dls. Me dio un folleto. Me dijo como irme a la terminal de buses. Así que salí, le hice la parada a un taxi y desde el principio el chofer me fue orientando acerca de la línea de autobuses y la calidad de los hoteles. Como le pedía información sobre el más barato, ahí mismo llamó desde su celular al Succes y habló con María. Ella le dijo que estaba lleno de jubilados argentinos, pero que había otros ahí cerca. Con eso, más o menos, me sentí seguro.

La salida fue a las 11:30. Me tocó el asiento 19, por el andén 19. Tanto 19 me recordó el día en que nació mi segunda hija. Llegué antes de las 2 a la última terminal de Punta del Este. Comparé este viaje con el que hacemos de Mexicali a San Felipe. Con la diferencia de que allá son más de cien kilómetros de desierto inclemente y aquí, todo es un verdor y unos pinos propios de la montaña, aunque estamos casi al nivel del mar. Al bajar del autobús y recoger mi maleta vi un hotel a un lado de la terminal de ómnibus; crucé la calle y entré a preguntar por una habitación y a qué precio: 35 dls. Es la tarifa individual, la más baja, pues empezó la temporada baja ayer, precisamente. 10 dls menos que en Montevideo. Es un día de suerte, pensé; mis ancestros y mis camaradas que vigilan y protegen mis pasos desde las galaxias cercanas, han coincidido en que debo descansar y me están ayudando.

Así que aquí estoy: hotel Gaudí, hab. 04. Calle Pedro Risso s/n esquina Artigas. Tel. +598 42 494 116. www.hotelgaudi.com.uy

En la parte sur, a 100 metros, está la Playa Brava; en la parte norte, a 100 metros, la Playa Mansa. Caminé ambas playas, inmediatamente, y estaba fría el agua, así que nomás metí la punta de los dedos; además, estaba lloviznando; en la Brava hay un monumento muy extraño: son unos dedos que emergen de la arena, donde todo el mundo se toma la foto, menos yo, que no me animo a pedirle a alguien que me ayude; en la playa Mansa ya estaba por terminar mi caminata cuando vi que de 4 muchachas que se acomodaban en sus sillas, una de ellas se quitaba el sostén y dejaba ver sus enormes y preciosos senos. Así no juego, dije para mis adentros, vine a descansar y debo mantenerme bien tranquilo; y preferí irme a comer al Indiecito, frente a la terminal. Un lenguado y una copa de vino fueron más que suficientes. Después, me dormí unas dos horas y al despertar, traté de conectarme al Internet, sin éxito. Mañana lo intentaré más cerca del módem. Casi a las 10 volví al Indiecito, para cenar, pues habían dicho que tendrían música en vivo. Nada. La lluvia, dijeron, impidió llegar al artista. Me conformé con una pechuga de pollo y unas papas fritas… Y una copa de vino tinto, por supuesto.

Ya estoy tranquilo, repasando la intensa actividad de los días anteriores. Mañana peinaré la zona, compraré fruta, me conectaré al Internet y volveré a las playas a ver si ya me animo a meterme al agua y nadar un poco. Chao!

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