miércoles, 3 de marzo de 2010
PERIPLO POR PEPE MUJICA. TERCERA PARTE.
III
Abrí los ojos aunque hubiera preferido no hacerlo. La realidad de este 27 de febrero no es de las más agradables. Un terremoto de 8,8, en Chile, una amenaza de tsunami, allá mismo, cientos de muertos y destrucción completa de ciudades; más la agonía de nuestro Carlos Montemayor, enfermo de cáncer gástrico, son dos noticias terribles con las que hay que cargar desde temprano.
Dormí más de 8 horas lo cual quiere decir que ya me normalicé. Bajé a desayunar, gratis, como parte de la tarifa de 900 pesos de esta habitación de tres estrellas. Tomé mis vitaminas y mis complementos alimenticios: lecitina, espirulina, levadura de cerveza, etc. Bajé a sacar mi efectivo de la cuenta de HSBC y encontré 400 pesos. Pagué el día, otros 900, pues la habitación vence a las 10 am. Y regresé a escribir, con la esperanza de que se reporten los amigos uruguayos y me salven la vida.
Anoche, antes de dormir, estuve viendo una entrevista que le hicieron, en teve ciudad, a la senadora Constanza Moreira. Ahí me enteré, en general, de lo que ha sucedido con el Frente Amplio en los últimos años, del comportamiento de sus componentes o sectores: socialistas, comunistas, tupamaros, etc. De su tolerancia y vocación unitaria y del comportamiento, favorable para ellos, del voto popular.
Son las 3 de la tarde. Por mail, recibo una invitación de mi comadre Guadalupe Sánchez para estar con ella, hoy, en los eventos de su graduación de maestría, allá en el DF. La vida sigue en las demás latitudes.
Igualmente, me llega una invitación de la Dra. Lucía María de Lourdes Uranga López (nuestra pequeña Lulú, allá en La Habana), para asistir a la presentación de un libro: Cuarto tomo de la serie Mujeres en el Mundo: G de T del CEISAL de MZ. Y se repite el desesperante grito de ¡Auxilio! de Beatriz López, despojada de su vivienda, allá en Tijuana por activistas del PAN. Me levanta el espíritu la felicitación de Antonio Orozco Michel por mi canción La marcha ha comenzado y su adhesión a la carta que entregaremos, acá en Montevideo, a Pepe Mujica. Ya Hugo David también me había escrito que La marcha está llegona.
A las 4 de la tarde me comunico al hotel Embajador, pues he leído un mensaje de Eliana García y se que ya se instaló ahí. Quedamos de vernos a las 6 para ir a un evento donde estará Pepe con Ana y Marcos, el candidato de Canelones.
Salgo a comer y ahora me receto la misma hamburguesa de ayer, más un Pancho, es decir un hot dog. Es el pan, la salchicha o wini, y mayonesa (rechazo la mostaza), por 10 pesos. Más una botella de agua de 20 pesos. Estoy en la mayor de las austeridades.
A las 6 ya estoy enfrente del monumento al Gaucho. Recuerdo que Eliana me citó ahí, pero no la veo. Pregunto donde queda el Parque Roosvelt y me dicen que lejos, como a una hora de camino, en camión urbano. Paso al hotel donde se hospeda Eliana pero ya no está. Salgo otra vez hacia 18 de julio y tomo ahí el 109 pues varias personas, muy atentas, coincidieron en que ese bus llega hasta allá. Me cuesta 18 pesos el transporte, tan caro o más, que en Mexicali. Me duele, pues en el DF viajo gratis, por ser viejito, con credencial.
Antes de llegar, pregunto a mis vecinos que tanto falta para el Parque Roosvelt, y una pareja inicia una amena conversación conmigo, al percatarse de que soy mexicano. Ellos van para allá pues son del Frente Amplio. Nos identificamos completamente y casi nos vamos agarrados de la mano hasta el centro del mítin. En virtud de que les hablé de la necesidad de encontrar a Eliana, asumen la responsabilidad de llamarla desde el micrófono del estrado. No hay necesidad pues ella aparece acompañada de Graciela García, la compañera Tupamara que me ha estado atendiendo por correo electrónico. ¡Por fin he hecho contacto!
Antes de que empiecen los discursos cruzo a la calle de enfrente para comprar una botellita de agua. Al no encontrarla, me conformo con una miserable Coca Cola (agua negra del imperialismo, diría Carlos Ceballos, en los años ´60), y regreso al evento. En la parte trasera del templete veo una aglomeración, cámaras, flashazos, correcorre y mi instinto de reportero me dice que ahí hay materia para mi trabajo.
Nada más y nada menos que el mismito Pepe Mujica. ¡Por fin lo veo! Lo tengo a unos metros. Nos separa una valla, vigilada por unos guardaespaldas. Lo entrevistan algunos medios. Sus fans lo llaman y se acerca a nosotros. Las cámaras trabajan a mil por hora. La mía tira y tira, pero con mala puntería. Finalmente lo llaman al micrófono y busco un lugar apropiado, enfrente del templete.
Pepe no es Fidel, en la oratoria, pero luce bien, por sencillo, por modesto, por humilde, y firme en sus convicciones. Convoca al apoyo para los candidatos a la Intendencia de Montevideo y de Canelones: Ana y Marcos. Les dice a los ahí reunidos que actúen sin buscar beneficios propios, personales, sino que para todo el pueblo; que salvaguarden la unidad que por 40 años ha construido el Frente Amplio; que las bases deben estar organizadas para mantener bajo su control a los líderes; que los líderes deben escuchar los reclamos de sus bases y de su pueblo, si no se pierde la lucha que tantas vidas ha costado. En fin, como no grabé el discurso, eso es lo que me quedó en la memoria, pero voy a buscar la transcripción por su importancia, por el impacto que recibí de esas palabras.
Al final del evento me reúno con Eliana, Chela y mis nuevas amigas y amigos. Tienen preparada una cena-conbebio y para allá nos vamos. La cantina o bar es de un Tupamaro. Nos recibe con unos panecillos de garbanzo, típicos del Uruguay. Luego unas carnes variadas y unas pizzas de diversos sabores. De tomar, cerveza o whisky. Como sigo con la tos, renunció a las heladas y me voy con el whisky y agua natural, sin hielo. Llegan más Tupamaros y, al final, el Chato Peredo, de Bolivia. Se cruzan las conversaciones entre los quince o más frenteamplistas y nosotros los de afuera, solidarios; y me entero de tantas cosas que sería largo explicarlas en estos párrafos. Modesto, otro Tupamaro, me da los teléfonos de Ariel Crossa, el Tupamaro que hace 4 años me acompañó en Buenos Aires y me presentó al Pelao Gorriarán. Lo llamaré mañana, seguramente. Intercambiamos correos electrónicos y nos vamos, los últimos, cada quien para su casa al filo de las 12 y media, en el bus que nos trajo.
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